307.- LA SEGUNDA B (4)

Con las perspectivas de un presente glorioso y un futuro no menos brillante y económicamente consolidado, ser jugador de fútbol de la élite se ha convertido en un ideal de vida de muchos niños y jóvenes y, lo que es peor y cada día está más denunciado socialmente, de bastantes padres. Por supuesto que esto también ocurre en otros deportes (organizaciones de derechos humanos, con ocasión de los próximos Juegos Olímpicos, están precisamente estos días poniendo sobre la mesa este gravísimo problema mucho más extendido de lo que a primera vista pudiera parecer) pero el fútbol se lleva la palma: no sólo es mayor el número de los que pueden pertenecer al grupo de privilegiados sino que, además, es éste deporte, salvo casos muy excepcionales,  el más ventajoso en la popularidad y el beneficio. Valga como hecho curioso y muy ilustrativo que, hablando de notoriedad y no de poder real, pocos internacionales podrán recitar de memoria los nombres y competencias, por ejemplo, de los ministros del gobierno pero seguro que éstos en su mayoría conocen los de todos y las tareas de cada uno de los jugadores. Ahora bien, ¿son aplicables estos mismos parámetros y condiciones a la Segunda B?, ¿le es posible planificar su vida con las mismas facilidades y ventajas de divismo popular, imagen pública, relaciones sociales beneficiosas?, ¿pueden, volviendo a la pregunta que dio origen a estos artículos, mantenerse toda la vida con los réditos de su actividad futbolera que sólo les dura los años jóvenes?, ¿sería ello posible a la mayoría de los jugadores de esta categoría, cuando en tantas oportunidades ni siquiera tienen la garantía de cobrar lo que han firmado? Es en este punto y hora cuando hay que destacar con ovación y homenaje a los profesionales de la Segunda B y de la Tercera División. Las respectivas aficiones depositan en ellos, en su trabajo y sus tareas, las mismas ilusiones y esperanzas que lo hacen cuando se trata de los grandes equipos; se les exigen idénticos sacrificios y semejante capacidad de entrega en el terreno de juego que los que ejercen el oficio de futbolistas de élite con todos los honores, sinecuras y provechos reseñados; y sin embargo su realidad profesional, económica y social distan mucho de las que disfrutan los de muy arriba. Idénticas exigencias pero un abismo, a veces insultante de enorme y desmedido, de condiciones de unos y otros profesionales. 

EL SIDA, LOS PRESERVATIVOS Y LOS JUEGOSLos responsables del deporte mundial y los organizadores de los Juegos quieren aprovechar la fuerza publicitaria para concienciar al mundo sobre el Sida. La campaña "Juega seguro-Ayuda a frenar el Sida" arrancó en Pekín con la distribución en la Villa Olímpica de 100.000 preservativos y miles de folletos de información sobre la enfermedad. 

BLATTER CONSIDERA ESCLAVOS A LOS FUTBOLISTAS
Al lamentable presidente de la FIFA, que ya humilló a nuestro país amenazándolo si obligaba a Villar a cumplir las leyes españolas, se le ha ocurrido decir que los largos contratos de los jugadores son una forma moderna de esclavitud (¿?) y que “si un jugador se quiere ir, déjenle irse". Menos mal que Cannavaro ha apuntado que “hablar a día de hoy de esclavitud son palabras mayores. Cuando alguien firma algo es para cumplirlo". 

4 de agosto de 2008