ABRIL 2005


135. Un dulce despertar

El defensa giennense Nandi sufrió una llamativa lesión 
que preocupó a los espectadores pero que,
 afortunadamente, no tuvo consecuencias.
Foto: Diario Jaén
         Quienes acudieran ayer al partido que el Real Jaén jugó con el Melilla tal vez pensaran, una vez comenzado el juego, que se habían equivocado de lugar y de hora y que no era allí a donde querían asistir. Tal como está hoy el fútbol, un antiguo deporte puro convertido en una ceremonia vibrante, enérgica, las más de las veces dramática y, en algunos casos, épica, nadie hubiera asegurado que lo que ocurría en La Victoria tenía algo que ver con esa actividad. A las doce de la mañana del domingo daba la impresión de que aun era madrugada, que no se había levantado el día y que todos los que de una u otra forma participaban en el lance (incluidos naturalmente los espectadores), andaban quitándose las lagañas de la noche y no distinguían aun claramente el bien del mal, lo blanco de lo negro o la luz de la oscuridad. Y no es que no pusieran empeño en ejercer de manera adecuada la tarea asignada en la función deportiva y social prevista para la ocasión: antes al contrario, unos corrían y otros animaban con el mayor de los entusiasmos y empeños. Sin embargo era como si un duende maligno, de esos de los cuentos o de las hipótesis que proponen los científicos cuando quieren simular una solución a sus problemas, tratara de cerrar los párpados, los pies y las manos de los presentes aprovechándose de la llegada de la primavera. Se percibía como una somnolencia generalizada que hacía pasar el tiempo en ir y venir, subir y bajar sin ton ni son y sin que se gestionara nada de importancia. Todo eso (es decir, nada) ocurría y ocurría hasta que como de pronto el genio salió de la lámpara maravillosa, movió el ambiente, diseñó esperanzas y puso tensión en el terreno de juego y en el graderío. Entonces se vio que las cosas podían terminar bien, que dos puntos de seis posibles y esperados hubieran sido muy poco para las expectativas creadas y, especialmente, que hay que seguir haciendo ruido en la sociedad en general. Sólo se estropearon las perdices de la felicidad con el susto que proporcionó el percance del jugador Nandi porque eso ya no era un juego sino el valor de la persona humana. Al final todo salió bien: hubo grito de triunfo y, sobre todo, Nandi se repuso. Un dulce despertar.

4 de Abril de 2005.     Real Jaén, 1; Melilla, 0
  
        
136. Miguel López García

No había madrugado demasiado pero quería salir con tiempo de aprovechar el viaje a Tomelloso como un día de excursión. Había decidido viajar en su coche a pesar de la buena oferta de autobuses para la ocasión, una alternativa que también tenía sus encantos. Al llegar al campo se sorprendió de la extraordinaria respuesta de la afición que alcanzaba prácticamente la mitad de los espectadores, lo que le pareció percibir que estaba en su casa: de los en torno a algo más de mil aficionados que, según el taquillero, había en el campo, un 40 ó 45 por ciento venían de Jaén. Después, cantos (incluido un conato de tarareo del himno de N. P. Jesús), vibraciones y hasta una liturgia de papelitos y ceremonias de apoyo al equipo. Mientras, las cosas en el terreno de juego no iban bien, sin que se pudiera entender cómo los seres humanos somos capaces de resolver jugadas difíciles y no acertar en otras que, al menos, aparentan mayor facilidad. La esperanza sin embargo en ningún momento se perdía. En la grada, junto a una fea petición de los jóvenes que sin duda evitarán otra vez, se palpaba una cierta tensión, unas veces menos controlada que otras, especialmente mediada la segunda parte. Pero al final del partido todos amigos y ni un mal gesto a nadie. Sólo el disgusto interior, el malhumor inevitable y el recuerdo torturante de aquella oportunidad perdida.
No es ésta la historia literal de Miguel López García pero sí que seguramente se aproxima lo suficiente como para que pueda servir de ejemplo de un gienense dispuesto a seguir al Real Jaén, aunque las posibilidades de liguilla se van esfumando, pero siendo todos conscientes de que ha empezado una nueva etapa que sin duda acabará cuajando no demasiado tarde. La coda vino después. Un fervoroso seguidor del Tomelloso, que no había podido asistir al partido, preguntó con inquietud ya en la calle si habíamos ganado al Jaén. No, hemos empatado a cero, le respondí, sin ganas de aclarar nada más. ¡Qué mala pata de resultado! exclamó muy desilusionado. ¡Qué mala pata!, le contesté. Lo que demuestra la razón que tenía Alicia cuando decía que las palabras significan lo que quiere el que las dice.

11 de Abril de 2005.                    Tomelloso, 0; Real Jaén, 0.


137. El romance desmentido

Vinieron de Granada huestes y mesnadas pensando que podrían llevarse a Jaén ganada. Venían con tambores, con pendones azules campeando, escuadrones de a pie y de caballo, con adarga ante pechos, espuelas de oro y estriberas de plata, cada cual muy bien armados. Los de Jaén, viendo esto, como mozos hijosdalgo, parecióles que el huir les sería mal contado y, aborreciendo las vidas por no vivir deshonrados, entráronse con ánimo peleando pero todo lo han perdido. Más o menos de esta manera fue como los del Rey Chico ganaron la plaza, volviendo libres, sanos y con ventaja. Como estuvo a punto de repetirse ayer en otro campo de armas, éste más pacífico, menos solemne, nada pomposo y escasamente rimbombante. Lo cuentan y lo cantaban los romances, esos poemas de origen popular que jaleaban a los héroes de las batallas, lisonjeaban las gestas de los paladines y aplaudían las hazañas de los ídolos de leyenda. Y que servían, entre otras cosas, para dar un poco de fascinación y de ensueño a la monotonía de la vida con aventuras y proezas de personajes reales o inventados. Hoy toda esa magia antigua la ha sacado del baúl de los recuerdos el fútbol, cuyas grandezas y angustias nos ponen el corazón en un puño. Lo del partido de ayer del Real Jaén con el equipo granadino merece un romance con todas las de la ley. Leyendo las crónicas, se ve el susto de los aficionados y la sacudida nerviosa acorde con el paso del tiempo y el desenlace feliz que no acababa de llegar. Al final en nuestros dos encuentros con este equipo, el destino nos ha regalado (en el campo de Granada ocurrió tres cuartos de lo mismo, ganando el Real Jaén en el tiempo de descuento y mediante una jugada a balón parado por una falta señalada por el árbitro) lo que sólo hemos merecido por el esfuerzo pero no por calidad de lo construido. Y en el juego de lo fabuloso han tenido que ser los defensas, que son los que están para guardar la casa, quienes han puesto la pica en Flandes. La cuestión es que con romancero o sin romancero, con músicas épicas o en silencio, con tambores o sin flautas hemos iniciado una nueva estadística: llevamos con ésta ya seis semanas de infarto que, de momento, han tenido una única terapia eficaz: los resultados.

18 de Abril de 2005.           Real Jaén, 2; Arenas de Armilla, 1.


138. Oposiciones y cuenta corriente

Lógicamente había que llegar al campo de fútbol del Badajoz porque las ambiciones y los deseos, de momento, no transforman la realidad ni ganan partidos y la inmensa amabilidad de la gente ayudó a resolver todos los problemas de infraestructura imprescindibles. Hasta el punto de que hubo quien interpretó estos gestos como una señal propicia de ganas de ayudarnos por quien se jugaba menos cuartos en el envite. Pero, como ante unas oposiciones o un examen importante, el protagonista a fin de cuentas es el equipo porque es el único que está en el campo y el que puede canalizar todas las corrientes de entusiasmo. En estos menesteres la afición sólo puede ayudar a crear un ambiente razonable, entusiasta y transformador pero son los profesionales los que acaban decidiendo el destino. Y así transcurrió el partido: los temas estaban preparados, la disposición no ha podido ser mejor, el entusiasmo notable y las condiciones razonables. Pero las cosas y el sorteo de los temas no salieron bien conforme a las previsiones. Entre errores atrás y adelante los resultados no fueron felices. Bien es verdad que había ensayado lo que tenía que hacer y decir, pero al final no ha superado la prueba, por otra parte algo que les ocurre con frecuencia a los estudiantes. Las consecuencias negativas sin embargo vienen de atrás, del hecho de no tener ahorros ni provisiones, de carecer de depósitos para utilizar en estos casos. A los jugadores, al equipo, les hemos pedido y se han pedido a sí mismos casi lo imposible, casi la perfección, no perder ningún partido. Y esto tenía que ocurrir en cualquier momento porque es imposible avanzar siempre adelante, aunque unas veces los pasos hayan sido más largos y otras más cortos. Alguna vez tenía que venir la parada y el freno. El problema está sin embargo en que en una cuenta corriente si sólo se saca dinero y no se hacen imposiciones, al final el capital no crece. Y esto es lo que ha ocurrido: Hemos venido tan justos a lo largo de toda la liga que cualquier error, insuficiencia, desastre o, simplemente, mala suerte nos ha bajado las expectativas y enturbiado el entusiasmo, esperamos que sólo un poco.

25 de Abril de 2005                     Badajoz, 1; Real Jaén, 0.