MARZO 2005


131. Vivir la alegría

         El fútbol tiene, cuando menos, dos utilidades típicas. También, por supuesto, provoca efectos desagradables, inservibles, dudosamente interesantes, pero entre otras ofrece dos ventajas manifiestas. Una se produce siempre, vayan como vayan las cosas. Más aun, incluso es mayor cuando los resultados no son favorables: el fútbol entretiene, ocupa el tiempo, la atención. Precisamente los desaciertos del equipo sirven como excusa fácil para las discusiones y las polémicas, incluidas las soluciones que todo el mundo tiene siempre muy claro. De la otra utilidad, producir alegría, no disfruta todo el mundo sino únicamente los privilegiados, los elegidos por el hado, el destino, por los dioses. Bien es verdad que éstos, que se sepa, no meten goles, que quienes los hacen son los jugadores, pero su influencia es siempre definitiva y decisiva. Unas veces porque son traviesos y eligen caprichosamente a sus beneficiados pero en otros casos porque los protagonistas saben conseguir su apoyo a base de esfuerzo, de trabajo y de calma, como es el caso actualmente del Real Jaén. El equipo pasó demasiado tiempo como perdido en el vacío, sin tener muy claro cuál podría ser su meta y su sentido pero poco a poco desde el cambio de la dirección técnica ha ido definiendo su tarea. Ya casi nadie se acuerda de la nefasta estadística que aseguraba la casi imposibilidad de ganar un partido en La Victoria. Ahora produce alegría, esperanza y contento. Bien es verdad que ayer se produjo un ligero resbalón si lo comparamos con las expectativas que se han creado pero ¿quién no ha tenido alguna vez una torcedura de un pie y luego ha seguido andando casi con más fuerza de antes? Por supuesto que, si siguiéramos los viejos consejos, deberíamos ser prudentes con la euforia porque desconocemos el futuro que nos espera. Pero lo mejor es disfrutar lo que hay, que ya hemos pasado muchos malos ratos, y animar a la gente a incorporarse a este proyecto. Que, como opinaban unos filósofos antiguos llamados epicúreos y a los que dicen que tanto nos parecemos los españoles, con el disgusto no hay que entristecerse porque no es verdad hasta que no llega.         

7 de Marzo de 2005.              Don Benito, 0; Real Jaén, 0.


132. Clases sociales  

Los seguidores del Real Jaén acudíamos ayer a La Victoria muy contentos, con un sabor razonablemente agradable y, quizá por la proximidad del Domingo de Ramos y para que no se nos cayeran las manos, con la sensación de estar estrenando algo. Por supuesto que de una u otra manera todos éramos conscientes de que en cualquier competición deportiva es imprescindible no olvidarnos de la mosca y colocarla detrás de la oreja porque nunca se sabe lo que puede pasar. Pero ayer, a pesar de esa precaución imprescindible, había buen ambiente, razonable optimismo y alegría por como vienen sucediendo últimamente las cosas. Desde luego que las cuentas parecían estar saliendo y el balance de la segunda vuelta venía resultando esperanzador. Pero, más que esa valoración contable, la causa de este clima tan novedoso era la vivencia, como decía un comentarista, de poder empezar a mirar hacia la zona noble de la clasificación. Después de varios años en los que nos hemos manejado con interlocutores deportivos cuyo interés estaba centrado en no descender a la Tercera División y con los que el equipo tuvo demasiadas dificultades deportivas, ahora, por primera vez en mucho tiempo, podíamos entrar en otra clase social, en el grupo de los buenos. Y para que no faltase en la fiesta ningún detalle, se percibía un aumento considerable de aficionados y amigos. Todo eran buenos presagios, siempre, naturalmente, con la condición de ganar al equipo castellano, uno de los aventajados del corro. Y se cumplieron las expectativas más favorables. Bien es verdad que docenas de decisiones incomprensibles pudieron haber comprometido la situación, pero en eso también acompañó la suerte. 
Parece cada vez más claro que el Real Jaén, mientras se movía en zona baja de la clasificación compitiendo por objetivos que no entraban en sus propuestas de trabajo, andaba desclasado, fuera de su lugar natural. En ese territorio no manejaba el argot y desconocía las fórmulas de la supervivencia. También en el fútbol hay clases sociales, en este caso deportivas, y es con las de arriba con las que se entiende el equipo, con las que habla su idioma. De momento de manera brillante.

14 de Marzo de 2005.                       Real Jaén, 3; Conquense, 1.


133. Comida oriental

De un tiempo acá la comida agridulce (esa que mezcla con mayor o menor acierto la cocina oriental: dulce con salado; vinagre con azúcar; o caramelo al ajo arriero) está de moda. Cada vez con más éxito y fortuna, la oferta se extiende por doquier y ya no hay celebración ni fiesta en la que el organizador, incluso siendo prudente, no incluya cuando menos un plato de ese jaez. El caso es que es éste el sabor que se nos ha quedado a algunos aficionados y seguidores del Real Jaén después del empate con el primero de la clase en Ceuta. Un poco de almíbar porque el resultado no está mal ni muchísimo menos pero unas gotas de acidez porque en nuestro ánimo ilusionado confiábamos en el cuatro de cuatro, es decir, ganar a los cuatro equipos situados en la zona de liguilla de ascenso, a los que el otro día calificábamos como propios de nuestra clase social futbolera. Llevábamos tres, incluso con resultados bastante apañados, y sólo nos faltaba el líder. De ahí esa miaja de agraz a la que ha faltado un pequeño tramo para convertirse en vino dulce.
Pero, a pesar de esa migaja, el balance de la situación actual no puede ser mejor después de los viejos tropezones en el camino recorrido, y la prueba más significativa es el clima venturoso y vehemente que se está extendiendo por la sociedad giennense y que la está llevando al campo como hacía años no ocurría. Todos sabemos que una gota de mostaza no sólo no estropea la comida sino que le añade un sabor de picante que la hace más seductora y graciosa, y gusta mucho más. Además, tampoco iba a ganar siempre nuestro equipo porque eso sería empalagoso. Es lo que pasa con los buenos, que resultan a veces un poco aburridos, algo monótonos. Siempre es oportuno un puntito de picardía. Que a veces esos, los buenos, como en alguna novela de P. G. Wodehouse, esconden algún secreto, inocente sin duda pero molesto. Las cosas en el club y en el equipo están ahora muy bien: por ello no sólo no hay que desanimarse sino por el contrario, aprovechando que estamos en Semana Santa, recordar que a la vuelta de la esquina está la gloria florida.

21 de Marzo de 2005 (Domingo de Ramos).   Ceuta, 0; Real Jaén, 0.


134. Un ligero resbalón

En una época en la que pueden realizarse cambios, 
un símbolo de pundonor profesional. Los mayores
 recordarán la jugada que se llamaba “el gol del cojo”
 cuando no había suplentes que pudieran incorporarse
 al campo. (M. Herrero, hoy en el equipo técnico,
 en partido ante el Écija)
Foto: Diario Jaén
Pues esto es lo que a veces pasa cuando se está donde se está, casi arriba y como empinándose para alcanzar a los Grandes. Y en este sitio las cosas ya son de manera diferente a como estábamos acostumbrados estos últimos años. Porque, como dice el personaje de un cuento de tema futbolístico de Mario Benedetti, no son lo mismo la tarea, las funciones y los trabajos de un pequeño que de un grande ya que, asegura, los Grandes siempre tiene la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio, sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. La reflexión la hace un protagonista que forma parte de un equipo modesto, de barrio, y pertenece a una historia que tiene un final desapacible, lo que no es el caso. Pero sí que es verdad que siempre que se entra en un club más o menos selectivo hay que conducirse de acuerdo a los modos y maneras que impone ese círculo. Y así lo está haciendo el Real Jaén, que, desde que comenzó la segunda vuelta, se está comportando como uno de ellos. Pero el caso es que ayer las cosas no salieron como se esperaba, se deseaba y procedía, de acuerdo a este nuevo estilo que tanto gusta a los aficionados. Los técnicos y expertos expondrán las razones y los motivos que impidieron un mejor resultado en el partido de ayer: a la vista de un aficionado, los profesionales hicieron muy bien la faena, con agrado y contento, y desde luego con denuedo y con voluntad. Pero no pudo ser y el resultado no fue grato del todo. Con lo cerca que se estuvo, sobre todo en la primera parte, pareció como si el destino se hubiese propuesto que nos olvidáramos de que ya han pasado los días de penitencia, y quisiera alargarlos un poco más. Sin embargo a este incidente no hay que darle más importancia: un mal rato, un irrisorio y limitado disgusto por un empate tonto y ya está. Al fin y al cabo la actividad deportiva, y especialmente el fútbol por su carácter de juego colectivo, arrastran consigo muchas pequeñas aflicciones y una más no tiene mayor importancia. El resultado del partido de ayer es, como se dice en estos casos, un ligero resbalón, una crisis de crecimiento. Porque estamos a punto de los Grandes y esto es lo que tiene que mantener el entusiasmo de todos.

28 de Marzo de 2005.                  Real Jaén, 0; Écija, 0.