237.
El demonio de mediodía
La
hora del mediodía, aquella en la que jugó ayer su partido el Real Jaén ante el
Melilla, ha tenido desde hace mucho tiempo una dudosa imagen. A través de la
historia ese momento del día no ha gozado del aprecio de los sabios. Por el
sopor que trae consigo y el cansancio acumulado del trabajo mañanero, por lo
general no parece un buen momento para iniciar nuevas actividades: incluso esa
hora supone una dificultad añadida. Los sagaces ermitaños, por ejemplo, le
tenían una especial inquina y ojeriza. Acostumbrados como estaban a disputar y combatir
una y otra vez con los príncipes de las tinieblas por las tentaciones con las
que querían vencerlos, al que más temían sin duda era al que llamaban el demonio del mediodía.
Aseguraban que dicho enemigo produce la
confusión irracional de la mente y describían la languidez interior que al
mediodía inunda a los que se ejercitan en la vida religiosa. Le achacaban el vicio de la acidia que es una
forma de denominar a la pereza y la flojedad, y pensaban que era un descarrío
especialmente peligroso que afectaba a todas las capacidades del hombre. El de
mediodía tiene la capacidad de ofuscar al alma entera y al propio intelecto,
decían algunas personas ilustres en la antigüedad. Y ¡claro! uno no piensa
desde luego que los responsables del Real Jaén tengan que ser expertos en
demonios para evitar un partido a esa hora, pero en todo caso para la felicidad
de todos ayer no se dejó sentir especialmente este amenazador demonio. Bien es
verdad que de entrada faltó el sol de primavera, una arma diabólica estratégicamente
muy poderosa, pero a la vista del resultado y del desarrollo del partido no se
equivocaron, aunque habrán de reconocer que una cierta y suave indolencia sí
que se apreció como estilo en algunos momentos. Pero por lo general no tuvo
demasiado éxito el tal demonio. Sobre todo durante el segundo tiempo cuando el
público lanzó los conjuros necesarios de entusiasmo, algarabía y ruido para
despertarlo del todo. Salvados unos minutos de la primera parte, el partido
transcurrió plácidamente, acorde a la serenidad y sosiego de la hora. Y al
final al diablo se le venció por goleada porque la tranquilidad de ánimo
sobrecogió muy agradablemente a todos, que lo único que sintieron fue que el
partido no hubiera seguido un rato más para ver si podían conseguirse más
goles. Quedó como demasiado corto.
2 de Abril de 2007 Real Jaén, 3; Melilla, 1
238. Pasado y futuro
Como se han encargado de recordar los
expertos comentaristas, el Real Jaén llevaba, antes del partido de ayer, 46
años sin ganar en la ciudad de Córdoba y ante su equipo titular; incluso nunca
lo había hecho en la división actual, en la segunda división B. Por su parte,
los argumentos y las manifestaciones realizadas sobre ese hecho han sido las
habituales y tópicas: las estadísticas tienen un peso pero no suficiente para
garantizar nada, decían los que se encontraban en el lado favorecido; las
estadísticas están para romperlas, aseguraban quienes apostaban simplemente por
que se rompiera la mala racha. Este dato, que ni siquiera es técnicamente una
estadística sino el reconocimiento ilustrativo de un sucedido casual, pudo
haber tenido sin embargo una cierta resonancia, diversa por supuesto según en
el lado de que se esté pero real, en el ánimo de los protagonistas. Son
extrañas a veces las reacciones de los seres humanos. En esos 46 años ningún
partido se ha repetido nunca porque por ley de vida siempre han ido cambiando
las circunstancias de los mismos: jugadores y técnicos diferentes, ambiente
diverso, infraestructura asimismo nueva y hasta los componentes directivos.
Únicamente las entidades han permanecido pero éstas, las instituciones, a fin
de cuentas son simplemente algo abstracto e impersonal, no tanto una ficción
pero sí algo intocable por inmaterial. Sin embargo, por más que lo negaran unos
y otros, esa circunstancia pesaba en el ambiente. Son muchos 46 años. Ayer, a
pesar del razonablemente buen resultado que consiguió el Real Jaén, porque de
acuerdo a las cuentas del club el empate es muy positivo, sólo se ha truncado
la situación de manera ficticia porque el 46 ha sido sustituido por el 47. Así es la
vida, y la presión ha aumentado un paso más. Los seguidores confiábamos en la
filosofía y la manera de pensar de don Quijote, que, aunque lego en fútbol, era
sabio en el comportamiento de la fortuna: sábete, Sancho, le decía el caballero
andante a su fiel escudero, que “no es posible que el mal ni el bien sean
durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya
cerca”. Desgraciadamente no ocurrió así. Esperemos a la próxima vez. Aunque
vaya usted a saber qué significa eso de las cuentas cuando todos sabemos que el
pasado no existe sino sólo en nuestro recuerdo y en nuestra memoria.
9
de Abril de 2007 Córdoba,
1; Real Jaén, 1
239.
El tercer tiempo
Siendo
tan importantes los resultados de los partidos del Real Jaén, que a eso es a lo
que se está, por otro motivo no menos significativo la de ayer en el estadio de
La Victoria
fue una jornada realmente muy interesante: el aumento del número de
espectadores que acudieron al partido. Una muestra alegre e inequívoca de que,
después de mucho tiempo, ha empezado a cambiar el ambiente en la ciudad en
torno al Real Jaén; el testimonio de que se inicia un cierto calor colectivo
alrededor del club que representa a la ciudad. Y resulta imprescindible poner
sobre la mesa este dato porque supone reconocer que puede estar iniciándose un
cambio de actitud ante el fútbol profesional, algo de lo que, por variadas
razones, se está muy necesitado. Tantas y de tan diversas maneras se ha dicho
que el deporte, y especialmente el fútbol, sin cambiar para nada la realidad,
es capaz de transformar un pueblo que repetirlo puede parecer una frivolidad.
Pero sin embargo en determinadas circunstancias resulta una obligación y una
necesidad. Sobre todo cuando el ambiente en La Victoria hasta ayer casi
parecía una tarea monótona y aburrida: siempre los mismos, idénticas caras y
hasta iguales comentarios. El fútbol ni paga las deudas de los ciudadanos ni
resuelve los problemas personales de la gente. Cuando uno sale del campo de
fútbol, sigue con las trampas, los desacuerdos con la suegra o con el vecino, y
el habitual ardor de estómago después de las comidas. Pero, si las cosas han
ido bien y se ha ganado, se anda como mirando a los demás por encima del hombro
y, si ha ocurrido lo contrario, no quedan más ganas que mirar al suelo y decir
eso de trágame tierra. Un comentarista político decía, no hace mucho tiempo,
que Europa será un país o una nación realmente percibida cuando haya un equipo
de fútbol con el que se sientan más o menos identificados los ciudadanos y que
la represente en competiciones. Cuenta un famoso literato, que dedica muchos de
sus escritos al fútbol, Juan Villoro, la anécdota de un famoso futbolista que
solía decir que casi siempre hay, después de los partidos, un tercer tiempo, el
rato de cervezas donde lo único mejor que ver un gol es recordarlo. Una tarea
especial para los aficionados. Eso sí, olvidándonos de los demás contrincantes
y aceptando el principio que nos han dicho los técnicos de que el Real Jaén,
para entrar en la liguilla, depende sí mismo.
16
de Abril de 2007 Real Jaén,
1; Sevilla B, 1
240. Psicología
Como diría un castizo, también los
profesionales del fútbol tienen su sicología. Lo que significa que, a la hora
de tomar decisiones y de desenvolverse, también en ellos influye su manera de
ser y de pensar; que, como ocurre en todas las actividades humanas sean
profesionales o privadas, es un factor determinante el carácter, la
afectividad, la palpitación y la sensibilidad; vamos, que, afortunadamente, no
son máquinas pensantes que planifican con la frialdad de un robot, sino que en
su ciencia y en su tecnología hay también emociones y sentimientos propios de
la riqueza sicológica humana. Aunque algo triste, en el desarrollo de este
deporte es muy famosa la historia de Hector Cuper, aquel entrenador del que se
decía que era incapaz de ganar una final porque a ella llegaba con miedo y lo
infundía a sus futbolistas. En la segunda final de la Copa de Europa que jugó con
el Valencia, se hizo célebre la apreciación de un defensa del Bayer, el equipo
contra el que jugaba: 'Cuando vimos que se retiraba Aimar, sentimos de verdad
que podíamos ganar, porque el cambio significaba que ellos se sentían
inferiores y renunciaban a jugar al contragolpe'. De acuerdo con esta teoría,
la trayectoria del Real Jaén en los últimos partidos también puede evaluarse
desde la óptica de su comportamiento sicológico, al margen de los aspectos
técnicos. En Córdoba, apareció seguro de sí mismo, consistente, entero y
convencido de sus posibilidades; incluso en los pocos minutos en los que iba
perdiendo por un gol recibido desde la ingenuidad, el equipo se mostraba con
dominio de la escena. Ante el Sevilla, por el contrario, después de quedar en
minoría y siendo consciente de lo que estaba, nunca mejor dicho, en juego,
pareció que le dominaba un cierto estremecimiento, que se intimidaba, lo que le
llevó a encogerse dentro de su territorio, y así vino lo que vino. Desde esta
perspectiva, el de ayer en Linares era desde luego un partido excepcionalmente
pleno de tonalidades afectivas para los dos equipos. Al margen del resultado,
que lógicamente ha dejado más de una herida molesta, fue una experiencia que
los sicólogos llaman alguedónica, es decir, de placer y de dolor. Aunque hubo
inteligencia, que desde luego no podía faltar, la emoción y los sentimientos
dominaron el espectáculo, el color lo puso la efusión. Dice Javier Marías que
“en el fútbol, sin sentimiento no hay nada”. Por eso el fútbol está donde está.
23
de Abril de 2007 Linares, 1;
Real Jaén, 0
241. Navarro… y Anquela
Para
más de un aficionado, esta semana se ha producido una muy valiosa y apreciable
noticia de futuro para el Real Jaén. A pesar de andar metidos en plenos
disgustos deportivos, mucho más lamentables de lo que a estas alturas podía
esperarse, la determinación del club de “mantener el bloque de la actual
plantilla” y, por tanto, de abandonar el escapismo de los últimos años, es una
decisión razonablemente válida. Hay que mantenerse fríos a la hora del análisis
aunque aun quiebre nuestro entusiasmo el incomprensible padecimiento de ayer.
Por dos motivos principales, estar siempre partiendo de cero es una mala
práctica y hasta una, cuando menos, discutible teoría. Que el jugador se
aficione al club y a la ciudad, al grupo social al que representa el equipo, es
una eficaz manera de estar a gusto, y esta condición una ventaja, y hasta una
sinecura, para un satisfactorio ejercicio de la profesionalidad. Bien es cierto
que, como dice Juan Cruz, a cierta edad esto casi no le es posible al
futbolista, sobre todo, podemos añadir, si se ha visto obligado a cambiar
constantemente de destino, pero no deja de ser una expectativa a la que es
superfluo renunciar. Por otra parte, manteniendo lo que los técnicos denominan
el armazón básico de la plantilla, se gana eficacia y tiempo porque la
coordinación en esa estructura es un camino resuelto. En las últimas temporadas
el Real Jaén, en cuando a los fichajes de jugadores, ha mantenido una actitud
claramente destructora, iconoclasta, realmente incomprensible y nunca explicada
a la afición. Precisamente ayer, como corroborando todo esto, acudieron a La Victoria dos visitantes
distinguidos: Navarro y Anquela, uno como futbolista en activo y el otro en
calidad de entrenador. Navarro, una referencia singular de un jugador que con
contrato en vigor tuvo que marcharse, parecía, y así sigue, el amo del balón.
Como cuando de niños jugábamos en la calle y el que ponía la pelota disponía
del derecho preferente de lanzar las faltas que se produjeran durante el
partido. Un grandísimo y completo profesional, tenía encomendada esa tarea y la
cumplía con bastante acierto y eficacia. En cuanto a nuestro paisano Anquela,
ya se sabe que los entrenadores se mueven en otros parámetros profesionales y,
para lo bueno o lo malo, son diferentes los criterios que regulan sus
prestaciones futbolísticas. Un cálido saludo a ambos.