MARZO 2007


233. Arenga o filípica

En las enciclopedias que se utilizaban antiguamente en la escuela y que eran muy dadas a presentar como ejemplos de vida a personajes ilustres, Demóstenes era uno de los más habituales. El célebre griego aparecía como una persona que, a base de un gran esfuerzo de voluntad, se había convertido en uno de los mejores oradores de la historia. Se contaba que era tartamudo y que, para superar ese grave inconveniente, se iba a la playa y, con piedrecitas que se introducía en la boca, realizaba ejercicios de voz gritándole a las olas con toda su fuerza. El caso es que en un momento dado el rey de Macedonia, Filipo (el padre del célebre Alejandro Magno) decidió invadir Grecia, a lo que Demóstenes se opuso con todas su fuerzas. Filipo argumentaba que en realidad lo que pretendía era unir los dos países: la cultura de uno y la fuerza militar de otro, y que a él le hacía mucha ilusión gobernar un país tan culto como Grecia. Con esa situación muchos griegos estaban de acuerdo pero Demóstenes se mantenía intransigente, enfrentándose sin ninguna cortapisa al discutible invasor con unos discursos, que después se han hecho famosos del todo, llamados filípicas. De ahí la conocida expresión de “echar una filípica” cuando alguien pretende reprochar a otro cualquier cosa. Bueno pues, según cuentan los medios de comunicación, Vinyals no es que les haya echado propiamente una filípica a los jugadores pero sí que, al menos, les ha planteado un reto importante y firme. ¿Es una arenga, como la que utilizan los jefes militares para entusiasmar a la tropa y prepararles para el combate? El entrenador ha hablado con los jugadores y, en una especie de ultimátum, les ha dicho que “los problemas económicos que afectan a la entidad y que, por fin, tienen visos de solucionarse, han tapado ciertas cosas y que a partir de ahora, todo aquel jugador que no ofrezca el máximo esfuerzo tendrá complicado seguir en el equipo la próxima temporada”, un toque de atención, según indicaba ayer este diario. Ya se sabe que la moral y el compromiso nada tienen que ver con las cualidades técnicas pero es imprescindible que sean altos y firmes para el éxito de cualquier empresa. El técnico sabrá por qué ha dicho lo que ha dicho. Para el aficionado puede quedar la impresión de que algo está confuso. ¿Filípica? ¿Arenga? ¿Simple exhortación? Y ¿por qué la hace pública?

5 de Marzo de 2007                     Real Jaén, 2; Baza, 0


234. El efecto mariposa

         Como ha publicado Diario Jaén en la última semana, el entrenador Vinyals ha hecho sus cálculos en torno a las posibilidades que tiene el equipo de estar a final de la temporada entre los cuatro privilegiados, y ha concluido que, con ocho triunfos más, se puede lograr la meta de optar al ascenso de categoría. El Real Jaén tiene actualmente cuarenta y tres puntos que, con veinticuatro más, sumaría sesenta y siete, cifra que parece suficiente para ese fin. Como la previsión se hizo cuando faltaban doce partidos para terminar la temporada, en principio parecía razonable, problemático pero verosímil: así en una planificación razonable que aventuraba José Eugenio Lara el otro día, al quedar seis partidos en casa y otros tantos a domicilio, el equipo se obligaba a ganar todos los encuentros de La Victoria y, al menos, dos en sus salida a otros terrenos de juego. Lo que pasa es que ahora, tras el partido de ayer y el resultado obtenido, (dejando a un lado los avatares técnicos negativos evidentes, las condiciones en las que se desarrolló el encuentro, y las consecuencias dañinas que produjo) las cuentas siguen saliendo pero aumenta sin duda la presión al acortarse el plazo para alcanzar el propósito previsto. En el plano deportivo está el club en una situación delicada y escasamente propensa al optimismo. Después de aquel período tan prometedor y esperanzado que había abierto las puertas del talento y la ilusión, vuelven el desaliento, la duda y el abatimiento. Y no ya por los resultados, que por supuesto son decisivos, sino porque no se aprecia en el equipo ese talante de seguridad, superioridad, confianza en sí mismo, indispensable para estar arriba en la clasificación. Parece rota la ecuación a más fortaleza de ánimo, a más inteligencia, más ganancia. El problema es casi aritmético, de contabilidad. Porque, a medida que se recorta el tiempo, disminuyen los márgenes de error y aumenta la tensión perniciosa. Todo sea sin embargo que, como en el llamado efecto mariposa (ese fenómeno que consiste en que de algo sin importancia, de una vulgar tontería, se acaba en un desbarajuste morrocotudo o en un éxito maravilloso, según sea negativo o positivo) una circunstancia impredecible y aparentemente menor produzca un proceso de éxito y entusiasmo que suba a todos a la gloria. Confiemos en que sea así. Ojalá.

12 de Marzo de 2007                      Mérida, 1; Real Jaén, 0


235. Mejor una ovación

Juan Miguel Hitos decide abandonar el protagonismo financiero y,
 aunque sigue con acciones del club, pasa la mayoría a Carlos Sánchez. 
La afición, triste por la pérdida de un proyecto ilusionante pero agradecida
 por el esfuerzo económico realizado, le despide puesta en pie.
Foto: Diario Jaén
         El partido del Real Jaén ayer ante el titular de Villanueva de la Serena, por su aparente facilidad y el enorme riesgo que encerraba, era un encuentro terriblemente peligroso, endemoniado. Cuando terminó la primera parte sin haber adquirido ventaja, algún aficionado un poco malandrín comentaba irónicamente que el retraso con el que se puso en marcha el marcador no había sido un buen augurio. Pero, al final, se ganó y durante la semana hay que celebrarlo. ¿De qué manera? Nuestros padres culturales, los romanos, tenían establecido un código de honores para cuando un líder militar conseguía un éxito sobre el enemigo. Sus responsables entendían que no todas las conquistas encerraban el mismo mérito o la misma dificultad, ni se obtenía de idéntica manera. En consecuencia había que graduar la ceremonia de la exaltación y de la gloria. Los responsables del protocolo valoraban cada circunstancia y le ofrecían al vencedor bien una ovación o bien un triunfo. En la primera, que era de rango inferior, el general entraba en la ciudad a caballo o a pie, coronado de mirto, rodeado de músicos y se sacrificaba a los dioses una oveja. En el triunfo, por el contrario, el jefe militar aparecía arrollador sobre un carro, la corona que se le colocaba era laurel, venía rodeado de sus tropas y el sacrificio que se hacía era de un buey. Pues eso. Si tuviéramos que evaluar el botín de ayer por el resultado, todo estupendo. Pero, en cuanto a la forma en que se desarrolló, la dificultad que arrastraba, y la manera escuálida en que se produjo,  habríamos de clasificarlo como de menor nivel porque, si bien es verdad que se perdieron muchas ocasiones de gol, a fin de cuentas se abrió el marcador en un resbalón inocente del portero. Cuando se esperaba una tarde espléndida, la cosa se apañó en una victoria humilde que, ante el calendario que espera en las próximas semanas, esperemos que haya sido accidental. Al fin y al cabo deja al equipo bastante bien situado pero con la servidumbre y el menester de grandes proezas ante el calendario que se espera en las próximas semanas. Confiando en que será así y de esa forma, podemos ir mientras tanto preparando un supertriunfo especial no con un buey sino con una hecatombe en que consistía en el sacrificio de cien bueyes. Y con mirto, laurel y muchas bandas de música. Una verdadera traca de final de liga con la que aún sueñan los aficionados.

19 de Marzo de 2007           Real Jaén, 2; Villanovense (Vva. de la Serena), 1


236. Se tocó el cielo

         ¡Hay que ver la cantidad de satisfacciones, y también de disgustos, que hoy día proporciona el fútbol y cómo incluso modifica parámetros tan serios y rigurosos como son la economía o las tendencias sociales! Esta actividad, al mismo tiempo tan sencilla –basta con hacer gol- y tan compleja por todo lo que acarrea, es capaz de originar en la gente intensas sensaciones individuales y colectivas. Los artículos y publicaciones sobre la repercusión y la influencia que el último campeonato del mundo produjo en el país donde se jugó son de lo más interesante: “el Mundial levanta la moral de Alemania”, rezaba un titular de la prensa. O éste otro: “El Gobierno devuelve al país su peso internacional y la confianza económica”. Y esa prosperidad y ventura viene únicamente por jugar; conseguir el título ya es el no va más. Altísima autoestima si se gana pero decepción y desesperanza total si se pierde. Escribía hace unos días en El País John Carlin que ha habido estudios médicos publicados “demostrando la correlación entre el estrés futbolero y el estrés corporal, la tensión en los partidos y la tensión arterial, resultados difíciles de digerir y problemas digestivos. Todo indica que en las grandes finales, por ejemplo, la incidencia de infartos es apreciablemente mayor entre los aficionados de los equipos perdedores que en los ganadores. Incluso se ven afectados los niveles relativos de testosterona”. Afortunadamente esta situación límite no la vivimos los seguidores del Real Jaén, que por lo general somos más prudentes, templados y juiciosos. No existe, que se sepa, ninguna estadística del SAS que haya informado de un aumento de suicidios al hilo del descenso de categoría, que es la mayor desgracia que puede acontecer a un aficionado. Pero eso no quita que no se lleven los seguidores sus malos ratos. Y también que se sumerjan en la suma felicidad, según los resultados del equipo. No es lo mismo volver de Marbella por la noche con la sensación de que ha merecido la pena el esfuerzo, felices y satisfechos cantando de alegría, que hacerlo con el rostro lánguido, la mirada perdida y el espíritu por los suelos. Ver la vida como una sonrisa que con un quejido, aunque sea por martinetes. Ayer con el valiosísimo triunfo se tocó el cielo. Esperemos que en las próximas semanas se confirme la máxima prosperidad, de momento con la liguilla de ascenso.

26 de Marzo de 2007                   Marbella, 0; Real Jaén, 2