233. Arenga o filípica
En
las enciclopedias que se utilizaban antiguamente en la escuela y que eran muy
dadas a presentar como ejemplos de vida a personajes ilustres, Demóstenes era
uno de los más habituales. El célebre griego aparecía como una persona que, a
base de un gran esfuerzo de voluntad, se había convertido en uno de los mejores
oradores de la historia. Se contaba que era tartamudo y que, para superar ese
grave inconveniente, se iba a la playa y, con piedrecitas que se introducía en
la boca, realizaba ejercicios de voz gritándole a las olas con toda su fuerza.
El caso es que en un momento dado el rey de Macedonia, Filipo (el padre del
célebre Alejandro Magno) decidió invadir Grecia, a lo que Demóstenes se opuso
con todas su fuerzas. Filipo argumentaba que en realidad lo que pretendía era
unir los dos países: la cultura de uno y la fuerza militar de otro, y que a él
le hacía mucha ilusión gobernar un país tan culto como Grecia. Con esa
situación muchos griegos estaban de acuerdo pero Demóstenes se mantenía
intransigente, enfrentándose sin ninguna cortapisa al discutible invasor con
unos discursos, que después se han hecho famosos del todo, llamados filípicas.
De ahí la conocida expresión de “echar una filípica” cuando alguien pretende
reprochar a otro cualquier cosa. Bueno pues, según cuentan los medios de
comunicación, Vinyals no es que les haya echado propiamente una filípica a los
jugadores pero sí que, al menos, les ha planteado un reto importante y firme. ¿Es
una arenga, como la que utilizan los jefes militares para entusiasmar a la
tropa y prepararles para el combate? El entrenador ha hablado con los jugadores
y, en una especie de ultimátum, les ha dicho que “los problemas económicos que
afectan a la entidad y que, por fin, tienen visos de solucionarse, han tapado
ciertas cosas y que a partir de ahora, todo aquel jugador que no ofrezca el
máximo esfuerzo tendrá complicado seguir en el equipo la próxima temporada”, un
toque de atención, según indicaba ayer este diario. Ya se sabe que la moral y
el compromiso nada tienen que ver con las cualidades técnicas pero es
imprescindible que sean altos y firmes para el éxito de cualquier empresa. El
técnico sabrá por qué ha dicho lo que ha dicho. Para el aficionado puede quedar
la impresión de que algo está confuso. ¿Filípica? ¿Arenga? ¿Simple exhortación?
Y ¿por qué la hace pública?
5
de Marzo de 2007 Real
Jaén, 2; Baza, 0
234. El efecto mariposa
Como ha publicado Diario Jaén en la
última semana, el entrenador Vinyals ha hecho sus cálculos en torno a las
posibilidades que tiene el equipo de estar a final de la temporada entre los
cuatro privilegiados, y ha concluido que, con ocho triunfos más, se puede
lograr la meta de optar al ascenso de categoría. El Real Jaén tiene actualmente
cuarenta y tres puntos que, con veinticuatro más, sumaría sesenta y siete,
cifra que parece suficiente para ese fin. Como la previsión se hizo cuando
faltaban doce partidos para terminar la temporada, en principio parecía
razonable, problemático pero verosímil: así en una planificación razonable que
aventuraba José Eugenio Lara el otro día, al quedar seis partidos en casa y
otros tantos a domicilio, el equipo se obligaba a ganar todos los encuentros de
La Victoria
y, al menos, dos en sus salida a otros terrenos de juego. Lo que pasa es que
ahora, tras el partido de ayer y el resultado obtenido, (dejando a un lado los
avatares técnicos negativos evidentes, las condiciones en las que se desarrolló
el encuentro, y las consecuencias dañinas que produjo) las cuentas siguen
saliendo pero aumenta sin duda la presión al acortarse el plazo para alcanzar
el propósito previsto. En el plano deportivo está el club en una situación
delicada y escasamente propensa al optimismo. Después de aquel período tan
prometedor y esperanzado que había abierto las puertas del talento y la
ilusión, vuelven el desaliento, la duda y el abatimiento. Y no ya por los
resultados, que por supuesto son decisivos, sino porque no se aprecia en el
equipo ese talante de seguridad, superioridad, confianza en sí mismo,
indispensable para estar arriba en la clasificación. Parece rota la ecuación a
más fortaleza de ánimo, a más inteligencia, más ganancia. El problema es casi
aritmético, de contabilidad. Porque, a medida que se recorta el tiempo,
disminuyen los márgenes de error y aumenta la tensión perniciosa. Todo sea sin
embargo que, como en el llamado efecto mariposa (ese fenómeno que consiste en
que de algo sin importancia, de una vulgar tontería, se acaba en un desbarajuste
morrocotudo o en un éxito maravilloso, según sea negativo o positivo) una
circunstancia impredecible y aparentemente menor produzca un proceso de éxito y
entusiasmo que suba a todos a la gloria. Confiemos en que sea así. Ojalá.
12
de Marzo de 2007 Mérida,
1; Real Jaén, 0
235. Mejor una ovación
El partido del Real Jaén ayer ante el
titular de Villanueva de la Serena, por su aparente facilidad y el enorme
riesgo que encerraba, era un encuentro terriblemente peligroso, endemoniado.
Cuando terminó la primera parte sin haber adquirido ventaja, algún aficionado
un poco malandrín comentaba irónicamente que el retraso con el que se puso en
marcha el marcador no había sido un buen augurio. Pero, al final, se ganó y
durante la semana hay que celebrarlo. ¿De qué manera? Nuestros padres
culturales, los romanos, tenían establecido un código de honores para cuando un
líder militar conseguía un éxito sobre el enemigo. Sus responsables entendían
que no todas las conquistas encerraban el mismo mérito o la misma dificultad,
ni se obtenía de idéntica manera. En consecuencia había que graduar la
ceremonia de la exaltación y de la gloria. Los responsables del protocolo
valoraban cada circunstancia y le ofrecían al vencedor bien una ovación o bien
un triunfo. En la primera, que era de rango inferior, el general entraba en la
ciudad a caballo o a pie, coronado de mirto, rodeado de músicos y se
sacrificaba a los dioses una oveja. En el triunfo, por el contrario, el jefe
militar aparecía arrollador sobre un carro, la corona que se le colocaba era
laurel, venía rodeado de sus tropas y el sacrificio que se hacía era de un
buey. Pues eso. Si tuviéramos que evaluar el botín de ayer por el resultado,
todo estupendo. Pero, en cuanto a la forma en que se desarrolló, la dificultad
que arrastraba, y la manera escuálida en que se produjo, habríamos de clasificarlo como de menor nivel
porque, si bien es verdad que se perdieron muchas ocasiones de gol, a fin de
cuentas se abrió el marcador en un resbalón inocente del portero. Cuando se
esperaba una tarde espléndida, la cosa se apañó en una victoria humilde que,
ante el calendario que espera en las próximas semanas, esperemos que haya sido
accidental. Al fin y al cabo deja al equipo bastante bien situado pero con la
servidumbre y el menester de grandes proezas ante el calendario que se espera
en las próximas semanas. Confiando en que será así y de esa forma, podemos ir
mientras tanto preparando un supertriunfo especial no con un buey sino con una
hecatombe en que consistía en el sacrificio de cien bueyes. Y con mirto, laurel
y muchas bandas de música. Una verdadera traca de final de liga con la que aún
sueñan los aficionados.
19
de Marzo de 2007 Real Jaén, 2;
Villanovense (Vva. de la Serena), 1
236. Se tocó el cielo
¡Hay que ver la cantidad de
satisfacciones, y también de disgustos, que hoy día proporciona el fútbol y
cómo incluso modifica parámetros tan serios y rigurosos como son la economía o
las tendencias sociales! Esta actividad, al mismo tiempo tan sencilla –basta
con hacer gol- y tan compleja por todo lo que acarrea, es capaz de originar en
la gente intensas sensaciones individuales y colectivas. Los artículos y
publicaciones sobre la repercusión y la influencia que el último campeonato del
mundo produjo en el país donde se jugó son de lo más interesante: “el Mundial levanta la moral de Alemania”,
rezaba un titular de la prensa. O éste otro: “El Gobierno devuelve al país su
peso internacional y la confianza económica”. Y esa prosperidad y ventura viene
únicamente por jugar; conseguir el título ya es el no va más. Altísima
autoestima si se gana pero decepción y desesperanza total si se pierde.
Escribía hace unos días en El País John Carlin que ha habido estudios médicos
publicados “demostrando la correlación entre el estrés futbolero y el estrés
corporal, la tensión en los partidos y la tensión arterial, resultados
difíciles de digerir y problemas digestivos. Todo indica que en las grandes
finales, por ejemplo, la incidencia de infartos es apreciablemente mayor entre
los aficionados de los equipos perdedores que en los ganadores. Incluso se ven
afectados los niveles relativos de testosterona”. Afortunadamente esta
situación límite no la vivimos los seguidores del Real Jaén, que por lo general
somos más prudentes, templados y juiciosos. No existe, que se sepa, ninguna
estadística del SAS que haya informado de un aumento de suicidios al hilo del
descenso de categoría, que es la mayor desgracia que puede acontecer a un
aficionado. Pero eso no quita que no se lleven los seguidores sus malos ratos.
Y también que se sumerjan en la suma felicidad, según los resultados del
equipo. No es lo mismo volver de Marbella por la noche con la sensación de que
ha merecido la pena el esfuerzo, felices y satisfechos cantando de alegría, que
hacerlo con el rostro lánguido, la mirada perdida y el espíritu por los suelos.
Ver la vida como una sonrisa que con un quejido, aunque sea por martinetes.
Ayer con el valiosísimo triunfo se tocó el cielo. Esperemos que en las próximas
semanas se confirme la máxima prosperidad, de momento con la liguilla de
ascenso.