AGOSTO 2003


48. El dueño y los aficionados

Aparecía el otro día en un periódico de tirada nacional una carta dirigida al presidente de un club de fútbol muy importante. La escribía un aficionado y seguidor del mismo, una de esas personas que sienten como algo propio lo que se llama con expresión tópica los colores del club. En ella le reconvenía y le llamaba la atención, de manera amable y cortés desde luego, porque a su juicio el presidente había cometido una equivocación al tomar cierta decisión basándose no tanto en los sentimientos que caracterizan al equipo y a los aficionados sino apoyándose en razones económicas. Se equivocó, sr. presidente, le decía, porque la identidad del club está por encima de cualquier criterio para decidir, no tenía usted razón en ese momento. La pregunta clave en este pequeño rifirrafe es ésta: ¿yerra el presidente cuando toma una decisión deportiva en razón de sus intereses mercantiles y comerciales o lo hace el aficionado cuando reclama una mayor presencia del sentimiento colectivo del club? ¿Quién de los dos disparata o desatina? Desde luego que los dos y ninguno. Únicamente un equilibrio razonable entre los dos poderes, el del dinero y el del sentimiento, puede mantener vivos a los clubes de fútbol. Si cualquiera de los dos quisiera imponerse, se acabaría todo el tinglado. No se entiende por eso cómo no se cuida con más detalle, casi con mimo, a los seguidores, sobre todo a aquellos que tienen a gala serlo desde siempre. Un desbarajuste en este sentido puede dejar vacíos los campos de fútbol.

4 de Agosto de 2003.


49. Consejeros

Dicen que la experiencia y los buenos consejos son una fuente de sabiduría para andar por la vida con provecho y algo de éxito. La experiencia porque nos enseña lo que pasa cuando pasa lo que pasa, y los consejos porque son como la experiencia de otros que ya han deambulado, y seguramente tropezado, por rincones por los que transitamos nosotros. Por eso, aunque hay muchos refranes que se burlan de los que dan consejos gratuitos y sin mucho calibre, toda la gente prudente pide y reclama una opinión o un asesoramiento, como se dice ahora de manera más moderna, de quienes piensan que saben más de la vida y de las cosas. Y eso fue lo que hizo el presidente del Real Jaén al comienzo de la temporada pasada. Tras confesar de manera honesta sus márgenes de desconocimiento del fútbol, aseguró, y así lo hizo, que ya tenia previsto un equipo de asesores que le aconsejarían lo mejor para el club y el equipo. El problema vino después, como ya es sobradamente conocido, porque la suerte no le acompañó y tuvo unos guías equivocados que casi nos llevan a la Tercera División. Por la razón que fuese, esos asesores no acertaron en la planificación del equipo y tuvimos una temporada que es mejor olvidarla. Este año sigue con la idea de buscar expertos que le recomienden y para ello ha creado un consejo asesor, del que espera, y todos nosotros también por la cuenta que nos trae, que acierte a la hora de proponer acciones razonables y beneficiosas para el equipo.

11 de Agosto de 2003.


50. Sociedades anónimas deportivas

Las crónicas explican que los motivos que llevaron a las autoridades públicas a aprobar la transformación de los clubes en sociedades anónimas deportistas eran el despilfarro y el derroche en que estaban metidos. Y que, con el propósito de evitar las alegrías financieras de los directivos, no vieron otro camino sino responsabilizarles a ellos y a su bolsillo de tanto desatino, esperando que de esa forma serian mucho más prudentes. Y que una consecuencia perversa de esa decisión fue que hubo que olvidar la idea romántica y sentimental de que los clubes pertenecen a la sociedad, a sus aficionados o a sus seguidores. Ahora, pasado el tiempo, la experiencia nos apunta que la dilapidación no sólo no se ha corregido sino que sigue en un aumento cada vez más escandaloso. Los clubes por el contrario sí que se han convertido en verdaderas empresas privadas mientras los socios y ciudadanos no tienen apenas nada que decir ya que su contribución económica, a través de las cuotas o las entradas, es escasamente relevante con los excesos que se viven en el fútbol. Aunque no lo digamos mucho por lo desagradable que resulta recordarlo, el fútbol es un negocio particular. Sin embargo la historia y los hechos dicen otra cosa: ¿Cómo se justifica si no la subvención pública del Ayuntamiento? ¿Y el patrimonio que representa el contenido de la carta que apareció el pasado jueves en este Diario? Y ya decía Cervantes que ninguna historia es mala como sea verdadera.

18 de Agosto de 2003.


51. Otra solución (funcionarial) para el fútbol

Para nuestro propósito de proponer algo que mejore las estructuras del fútbol y facilite su consistencia, podemos partir del reconocimiento de dos realidades cuya existencia es evidente y conocida de todos. La primera es que el fútbol es un sistema que cumple una imprescindible función social, que de momento no tenemos con qué sustituir y cuya pérdida sería una catástrofe para las relaciones sociales, el solaz y el descanso de los ciudadanos. La segunda realidad hace referencia a la estructura de las instituciones que lo organizan, es decir, los clubes, y consiste en que en este momento la deuda de estas entidades con la Hacienda y otros organismos públicos es tan monstruosa que podemos decir que de alguna manera nuestros impuestos son uno de los sostenedores más importantes que están financiando el funcionamiento, incluido el despilfarro, del fútbol. A la vista de estas dos circunstancias parece sensato concluir que esta situación tan anómala debe ser corregida lo antes posible y debe solucionarse de una vez por todas con carácter definitivo y sin ningún tapujo. Y así, puesto que el refranero asegura que a grandes males, grandes remedios, una solución muy simple sería reconocer las cosas como están, nacionalizar el fútbol, hacer funcionarios del Estado a todos los jugadores y establecer como sistema de acceso a esta profesión la del sistema general, las oposiciones. De esta forma garantizaríamos a los aficionados y al público en general la continuidad del espectáculo y todos seríamos tan felices que hasta comeríamos perdices.

25 de Agosto de 2003.