13.
Las cuentas de doña Truhana o la lechera
Si hay una actividad social
en la que los interesados, cualquiera que sea el nivel en el que estemos, no
paramos de hacer cuentas, es el fútbol. Tanto antes como después de cada
partido, no dejamos de sumar, más bien que de restar, en un ejercicio mental
que ya quisiera para sí doña Truhana o la lechera, que por esos y otros nombres
es conocida. Y lo hacemos no ya para resolver los problemas económicos o ver
cómo se pueden pagar las deudas que en un quehacer tan quebradizo, tal como
está organizado el fútbol, debe ser tarea principal. Ajenos casi todos a tan
perentoria necesidad, aplicamos los ejercicios contables únicamente a los
resultados deportivos para calcular cuántos puntos necesitamos para alcanzar la
gloria y soñar con conseguirla a la vuelta de la esquina. Pero lo que ocurre es
que en nuestras ansias de alegría nos olvidamos de la realidad de la misma
manera que la lechera lo hacía de las leyes del mercado y de la física y así
nos pasa lo que nos pasa: que entre los tres equipos jaeneros sólo hemos
conseguido un punto aunque, eso sí, digno de todo tipo de encomio y alabanza.
El problema está en eso, en que, si hacemos caso a los precavidos, tenemos que
seguir el consejo que el antiguo narrador de cuentos nos inspira a propósito
precisamente del cántaro de leche o de miel, según se prefiera: que hay que
encomendarse a las cosas ciertas y alejarse de las confianzas vanas. Pero
entonces, si no soñamos ¿para qué vamos al fútbol, aunque se nos derrame la
leche o la miel?
2 de Diciembre de 2002. Mérida, 1; Real Jaén, 0
14. La rutina
Decía
Yiyo, aquel torero madrileño que tuvo la mala fortuna de morir joven de una
cornada, que uno de los problemas más graves con los que se enfrenta un torero
en su calidad de responsable de un espectáculo público es la rutina, esa
cualidad que hace del trabajo algo monótono, igual a si mismo cada día y por
tanto aburrido. Y esa era una opinión de alguien que en su quehacer profesional
ordinario jugaba cada día y cada jornada con la muerte en los talones, lo que
viene a significar que, si eso ocurre en una profesión tan peligrosa,
cualquiera de nosotros, que hacemos otros trabajos menos arriesgados, podemos
caer con mayor razón en una situación tal. Y esta tentación es la que amenaza
al deporte y, naturalmente, al fútbol, cuando éste se ejercita de manera
mecánica, continuada y casi rítmica: todos los domingos partido caiga quien
caiga. Y no es que la rutina tenga que ser mala necesariamente, que discusiones
teóricas sobre el particular ha habido muchas y de muy alto copete intelectual,
pero qué duda cabe que, cuando el fútbol se convierte en burocracia, acaba
siendo vacío. Y eso empieza a ser algo habitual en el Real Jaén. Bien es verdad
que esta vez ha resuelto el trámite administrativo de manera favorable con un
triunfo claro pero lo demás ha sido de gestión pesada, de juego embarullado en
un campo que vaya usted a saber por qué se ha acortado, sin imaginación y, como
no podía ser de otra manera, con su expulsión acostumbrada. Lo que no está en
contradicción con el esfuerzo de los profesionales.
9
de Diciembre de 2002. Real
Jaén, 2; Melilla, 0.
15. De vacas, cigarras...
Ensayemos
una teoría optimista respecto a la situación, resultados y méritos deportivos
del Real Jaén en las últimas semanas: Para eso pongamos sobre la mesa uno de
los principios que todos los que se consideran expertos aplican a todos los
equipos a lo largo de la Liga, que consiste en asegurar que, salvo trayectorias
excepcionales, una vez metidos en lo que llamaríamos la normalidad, a todo el
mundo le viene su momento de crisis y, como a los cerdos, su San Antón. Que la
monotonía y la baja forma es una enfermedad por la que hay que pasar
necesariamente en algún momento de la competición. Bien, para no desanimarnos
demasiado, podemos creernos que esto es lo que ocurre ahora. Claro que, si
aplicamos esta teoría, habremos de reconocer que el hecho de que, en vez de
estar optando por el ascenso, tengamos que mirar todas las semanas hacía abajo
en la clasificación a pesar del vértigo que sufrimos, es consecuencia
de las primeras jornadas en las que no guardamos nada en la mochila para la época mala. Al Real Jaén le ha pasado como
a la cigarra, que hemos pasado un tiempo ocupados únicamente en jalear y gritar
a todos los vientos que nuestro objetivo era subir y no hemos tenido tiempo de
hacer lo necesario y conveniente para conseguir eso precisamente. Y ahora,
cuando llegan las vacas flacas, ni hay trigo en el granero ni carne en la
nevera para las emergencias inevitables. Aunque, si queremos ser optimistas
hasta el final, podemos esperar que, pasado este mal trance, todo será ya coser
y cantar. O sea, tras el mercado de invierno.
16
de Diciembre de 2002. Ceuta, 1; Real Jaén, 0
16.
Fútbol alevín
Unos días antes de comenzar
la liga de fútbol, este periódico publicó una carta abierta al presidente del
Real Jaén en la que un aficionado le reconvenía de manera amable y cooperativa
por haber diseñado un equipo, de gestión y deportivo, en el que no se incluía a
nadie de Jaén, en el que ningún componente sabía dónde está la Carrera. Y estaba
justificado ese tirón de orejas. Porque los aficionados al Real Jaén no
acababan de entender la torpeza de quienes planificaban una tarea ajena por
completo a cualquier clave cultural de la ciudad en la que residen y cuyo
nombre ostenta. Se podía ser más o menos entendido en cuestiones futbolística,
incluso en sociología dadas las resonancias que el fútbol genera más allá de lo
que es en sí mismo, pero lo que resultaba inexplicable es que ni el presidente
ni ninguno de sus colaboradores se diese cuenta de que ese abandono podría
suponer el final de la institución. Pues las cosas son como son y hoy hay que
decir gustosamente que se están dando pasos en la dirección correcta de acercar
a la gente, a nosotros, al club de fútbol. Quizá este proceso se esté haciendo
de manera demasiado cautelosa pero probablemente lo mejor que ocurrió el
viernes en La Victoria fue el partido alevín que una treintena de chicos
jugaron durante el período de descanso de los mayores, una iniciativa que
merece institucionalizarse por los muchos beneficios deportivos y sociales que
se derivarían de ello. Y facilitaría una vinculación fluida entre la ciudad, el
club y el futuro.
23 de Diciembre de 2002. Real Jaén, 3; Motril, 1.
17. Un par de avisos
No
pintan bastos, al menos de momento, para los equipos giennenses de fútbol
encuadrados en la segunda división B. Y aunque es verdad que mucha gente no
quiere ver a sus hijos con buenos principios por si acaso, también lo es que de
diestro a diestro, el más presto, o sea, que el que da primero, da dos veces.
El caso es que, refrán arriba o refrán abajo, por ahora ninguno de los tres
equipos está en claro camino de alcanzar los objetivos propuestos,
especialmente el Real Jaén que, de aspirar al ascenso, de momento está a ver si
abandona con cierta seguridad los puestos que llevan a la tercera división. Y
esta situación, compartida por los tres, crea zozobra y desasosiego en todos
los que de alguna manera tienen que ver con el asunto. Pero en esta pausa será
útil, al menos como terapia para evitar sobresaltos, tener presente estos dos
avisos. El primero, que habrá que recordar que esto es al fin y al cabo una
competición y en estas circunstancias no se puede esperar desde el principio
una vida tranquila y serena. Lo contrario sería monótono, aburrido y demasiado
previsible hasta para hastiarnos del todo. Porque el fútbol, más o menos como
la vida en general, está a fin de cuentas lleno de alegrías y sinsabores,
adobado con esperanzas aunque también con malos tragos y con penas que, como se
sabe que ocurre con los duelos, con pan son menos. Y éste del pan necesario es
el segundo aviso. Que aquello ya citado que quien da primero, da dos veces, es
nada más y nada menos que un pensamiento de Séneca.