9. No todo el que sube, llega al cielo
Una lesión interrumpe, a veces de manera significativa,
la
progresión profesional de un futbolista.
Foto: Diario Jaén
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4 de Noviembre de 2002. Sevilla B, 0; Real Jaén, 1.
10. Mobbing en el fútbol
El fútbol, como todo deporte
profesional de competición, encierra muchas contradicciones teóricas porque se
ponen sobre la mesa vectores o propuestas que en principio parecen tener poca
concordancia entre sí. Un ejemplo, entre otros, puede ser el contexto o el
ambiente laboral. Hay que tener presente que sus agentes principales, los
deportistas, son profesionales con todas las cargas y beneficios que acarrea
cualquier trabajo: un salario que ha de proporcionar la parte contratante y
naturalmente a cambio una tarea a realizar. Por supuesto que para cumplir su
quehacer todo el mundo necesita un clima que le permita producir de manera
razonable y natural. Es precisamente en estos años en los que se empieza a
popularizar el término mobbing como expresión del acoso laboral, una
circunstancia que hasta se considera un delito. En esto estamos como en todas
las profesiones. Pero la diferenciación es que esta actividad no sólo debe
estar exenta de mobbing sino que además los profesionales exigen, porque es
parte del sistema, ser animados y jaleados por la gente, algo que de ninguna
manera tendría sentido en otros trabajos. Bueno, pues aceptemos esta
contradicción y aprovechemos que estamos en alza en el Real Jaén para ayudar a los
jugadores a aumentar su autoestima. Y reconozcamos que quizá se la hemos
deteriorado en las primeras semanas de la liga, colaborando, con las críticas
generalizadas a su falta de categoría técnica, a que los resultados hayan sido
malos. Porque ¿también hay que exigir resultados como a los demás
profesionales?
11
de Noviembre de 2002. Real Jaén,
2; Écija, 1.
11. Los tres partidos
En un libro de reciente aparición,
Jorge Valdano dice que ante un partido convencional el jugador de fútbol en
realidad juega tres partidos. El primero es el que sueña antes de salir al
campo y en el que se ve a sí mismo haciendo el perfil y el desarrollo de un
triunfo incontestable: si sumáramos, asegura Valdano, los goles imaginarios que
mete cada miembro de un equipo, el resultado sería bochornoso. El segundo
partido es el que real y verazmente ejercita en el terreno de juego y en el que
el azar, el destino, la calidad técnica y hasta los imponderables acaban
imponiendo un desarrollo y un resultado. Por último, una vez finalizado éste,
el jugador empieza a revivir en su interior el período de disección, la
autopsia, el análisis detenido de las vivencias recientes. Tres partidos que
inevitablemente juega el jugador pero tres partidos que también y a la fuerza
vive el seguidor del equipo, el aficionado, aunque bien es verdad que de otra
forma, lo que no resta intensidad emocional: porque asiste al campo en la
esperanza, el sueño y la expectativa de presenciar el triunfo de su equipo; que
padece o goza de un partido real; y que sale del campo con el recuerdo del
éxito o del fracaso, y lamentando o reiterando la jugada que fue o la que pudo
haber sido y no acabó siendo, la jugada futulibre. Tres partidos por tanto del
jugador y tres partidos del aficionado. Que, a pesar de errores y desaciertos,
es imprescindible que sigan manteniendo las expectativas que los equipos
giennenses se hicieron al comienzo de la liga.
17
de Noviembre de 2002.
Extremadura, 1; Real Jaén, 1.
12. Como el sastre de Campillo
Al
parecer y según se observa a través del tiempo y los avatares deportivos, el
Real Jaén, cuando juega en su campo, ejerce la muy noble y poco frecuente
virtud de la magnanimidad, cualidad sin duda propia de gente de elevada
alcurnia de espíritu. Como si fuera una lección aprendida que se repite
miméticamente cada quincena desde que se estrenó el nuevo estadio, el proceso
de los partidos se mueve en un esquema que ya sabemos de memoria: esfuerzo,
interés, ganas de agradar, profesionalidad, presión sobre el equipo visitante
incluyendo sonados vicegoles y temple sonriente entre los espectadores. Pero
después, según se va intuyendo en el horizonte el final de la partida, como el
sastre de Campillo que cosía de balde y además ponía el hilo, obsequia al
equipo contrario con la oportunidad de llevarse el triunfo. Es lo que ocurrió
ayer y viene acaeciendo desde aquel día en que, jugando con el Ejido, se
inauguró el nuevo campo. Menos mal que esta vez el destino, apabullado quizá
porque ya hubiera sido excesivo, se ha comportado como casero y ha jugado con
el Real Jaén, evitando que de nuevo una generosidad acostumbrada acabara todo
en desastre. Porque lo que no quedó demasiado claro en el campo en la jugada
decisiva parece que fue lo que las apariencias negaron. De todas formas todo
este proceso reiterado y recurrente algún día tendrá que acabar, aunque sea
volviendo a lo que siempre fue el fútbol y que orientaba los pronósticos: ganar
en casa y tratar, cuando menos, de empatar a domicilio, como se decía antes.