DICIEMBRE 2003


65. ¡Ojo con los sarracenos!

A cuentas de la expresión, antes tan de moda como un recurso fervoroso pero que ahora se utiliza menos, de lo del jugador número doce, propone Wenceslao Fernández Flores que, si el colectivo de la afición forma parte del equipo porque incluso tiene su número asignado, debería ser obligatorio que asistiera a todos los partidos, de la misma manera que lo hacen el resto de jugadores, hasta el punto de que éstos no deberían jugarse si no está presente. Bien es verdad que Fernández Flores, como recordarán los mayores, era un escritor y un humorista muy popular del siglo pasado, desconocedor de todo lo que significa el fútbol que, como ignoraba el sentido y el alcance de la jerga futbolera, tomaba al pie de la letra todas las expresiones que escuchaba cuando iba a un estadio.
         Pero esta manera de interpretar las cosas tiene su aquel y su intríngulis y no sería prudente justificar como una pura metáfora o un juego de palabras más o menos acertado lo que tiene pleno sentido en relación al fútbol, que a fin de cuentas es un deporte de masas (aunque las connotaciones desgraciadas de esta expresión hacen que su uso sea incómodo). El asunto es que, fuera de casa y guiados tal vez por este punto de vista, hay un buen grupo de seguidores del Real Jaén que acompañan al equipo en sus desplazamientos, lo que les permite calibrar con más precisión cómo está el nivel deportivo en el grupo, como fue el caso de ayer en Sevilla. El problema mayor está en nuestra casa, en nuestro campo donde somos muy pocos y hay que crecer como sea. La propuesta de la Junta Directiva, por ejemplo, de reclamar la presencia de los pequeños accionistas para darles algún tipo de protagonismo no puede ser ni más inteligente ni más prometedora. 
No es conveniente que nos olvidemos de que, como cuentan los libros antiguos, vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos / que Dios protege a lo malos / cuando son más que los buenos. Y esa es la cuestión: mientras seamos tan pocos, sobre todo en nuestra casa, mal pinta nuestro porvenir por más buenos que seamos.

1 de Diciembre de 2003.                     Sevilla B, 2; Real Jaén, 0.


66. Un purgatorio

         Este campo de fútbol de La Victoria, que de entrada se muestra tan elegante y señorial, parece que encierra un secreto que nadie acierta a descubrir. Conforme a su imagen, y a sus modos y maneras, debería expresarse como un sitio frío y distante, al estilo de los viejos protocolos, en el que los equipos que desde su inauguración lo visitan y juegan en él deberían tener bastantes dificultades para sobreponerse al entorno y conseguir un resultado positivo. Sin embargo la verdad es que en la práctica acontece todo lo contrario. Más que en un infierno, que mejor es no mentarlo, el nuevo estadio se ha convertido en una especie de duro purgatorio de penas que, a lo que se ve, estamos pagando sin saber muy bien de dónde proceden. En algunos momentos incluso la situación es tan extraña que, viéndose con claridad cómo nuestro equipo tiene todos los ases en el bolsillo para ganar la partida, en el último rato cuando todo está a punto de terminarse, se acaban enturbiando las cosas y la tranquilidad se transforma en un suspiro de temor. Es lo que ocurrió en el caso del partido de ayer. A pesar de que la entrada al campo estuvo endulzada, de que el desarrollo del juego mejoró de manera evidente y nada parecía estropear la función, al final casi se atragantan los mantecados que encontramos en la puerta.
         Es una mala pata lo que le pasa al equipo, sobre todo en la propia casa y especialmente en días en los que a primera vista se dan datos y circunstancias suficientes para confiar en que ya empieza el camino para arriba. Con una nueva directiva nacida de entre nosotros, haciendo las cosas con metodología exquisita, con respaldo, no por simbólico menos interesante, de empresas de las que habrá que empezar a hablar, ya sólo faltan dos cosas para quebrar la mala racha: que las cajas de ahorro asistan de verdad al club y que una buena goleada encienda la autoestima de los profesionales y el entusiasmo de la gente. Ayer estuvo a punto de que se diera esto último pero el infortunio lo impidió. Mientras, esperemos el empuje de las entidades financieras.
         Y no nos olvidemos de que del purgatorio se puede salir.

8 de Diciembre de 2003.                 Real Jaén, 1; Corralero (Fuerteventura), 0.


67. Colonizados.

Casi sin lugar a dudas el fútbol es en estos tiempos que corren uno de los sistemas sociales más caóticos, desconcertantes y enloquecidos desde el punto de vista económico, aunque bien es verdad que este desajuste es cada vez menos generalizado porque se van profesionalizando más las actuaciones y los procedimientos, y estas prácticas perversas van quedando más arrinconadas. Ayer mismo la prensa nacional incluía una información sobre nuevos sistemas financieros que los clubes responsables europeos están tratando de poner en circulación.
La iniciativa “Glorias por el club” pretendía estimular 
la presencia de la sociedad giennense en el Real Jaén.
Foto: Diario Jaén
El Real Jaén es actualmente un buena prueba de esa mejoría porque sus actuaciones llevan el signo de la prudencia, el reconocimiento de la verdadera situación económica del club y el propósito de cumplir seriamente con todas sus obligaciones, lo que le obliga a una forma de actuar seriamente alejada de cualquier tentación aturdida y manirrota. 
En estas estamos cuando las cajas de ahorro (será interesante conocer los gestos) se han negado a ayudar a una institución giennense que, si arrastra errores, conviene fijar de dónde proceden y, además, empieza a corregirlos. 
Al final de cuentas, casi todo este suceso viene a ser un simple problema de colonización, de avasallamiento de los de fuera que sufrimos en nuestra carne. La prueba es muy sencilla y asequible a todo aquel que quiera estar enterado: bastan como ejemplo los dispendios y la prodigalidad que tienen en actividades y sociedades deportivas en las ciudades de las que son originarias las entidades foráneas que han negado su apoyo al Real Jaén. Allí, en sus ámbitos de origen, parece que no les duelen prendas y los millones salen con sorprendente facilidad.
Es un poco lo de siempre, el no disponer de posibles por nosotros mismos ni gozar de una entidad financiera propia de peso histórico. Y también, porque a cada uno le duele lo suyo, haber tenido que prestar el club a gente de fuera. Esto es un episodio de colonización en el siglo XXI ante el que algo podíamos hacer. 

15 de Diciembre de 2003.       Playa Pájaras (Canarias), 2; Real Jaén, 1


68. La calma conquistada

         Por el ambiente que se vivía, hubiera podido parecer a un espectador externo y ajeno, que hubiese asistido al partido que el Real Jaén jugó el sábado, que todos los que por uno u otro motivo estábamos allí éramos seguidores de las doctrinas de unas filosofías antiguas que casi han acabado siendo de general aplicación y que suelen llamarse éticas o morales de emergencia.
         El caso es que estas teorías se diseñaron y desarrollaron en unas épocas en las que las cosas estaban especialmente confusas y convulsas, en momentos en los que apenas existía tranquilidad y los problemas se acumulaban y amontonaban por todos lados. Su pensamiento consiste en aconsejar que, precisamente cuando el barco parece que se va a ir a pique, es más necesario que nunca conseguir la serenidad, la calma y casi la inmutabilidad de ánimo, como una especie de sonrisa placentera ante la adversidad y el desequilibrio. Actitud que debe venir derivada tanto del esfuerzo personal como de la confianza en la buena disposición de los dioses, del destino. Un consejo que por otra parte han seguido en la historia muchos estrategas y hasta ha pasado a formar parte de la cultura común de la que todos participamos.
         Y en esas estamos, porque al Real Jaén, al que cada día y por cada esquina le salen contratiempos, conflictos y enredos, el sábado, por su esfuerzo y la buena voluntad del azar, todo le salía fácil y como natural. Y tan relajado discurrió todo que hasta el sobresalto de última hora apenas lo fue porque el equipo visitante, afortunadamente, falló el penalti.
         Aunque, como siempre hay que pedir más, había quien comentaba que, dada la bondad que el destino ofrecía ese día, hubiera sido interesante algo menos de calma, un poco más de nervio y la fortuna de algunos goles más para que los que andan rumiando si incorporarse como espectadores, acabaran decidiéndose. Pero eso hubiera sido romper ese equilibrio relajado que dominaba la situación. Que los dioses se molestan cuando los humanos nos excedemos, y no conviene enfadarlos ahora que a lo mejor con la entrada de año empiezan a ser buenos con nosotros.

22 de diciembre de 2003.            Real Jaén, 2; Cacereño, 0


69. El capitalismo virtual

Si ponemos sobre la mesa las cuentas de los clubes más poderosos, veremos en seguida que, salvo en casos excepcionales, su situación económica no es muy diferente de la del Real Jaén. Más ruido, más fama, más parafernalia pero, al final, trampas por todas partes aunque, por supuesto, mucho más crédito. Esta realidad fue además confesada el último verano por un buen número de clubes en una carta dirigida al Gobierno, al que pedían árnica y comprensión. Y es que el problema financiero del fútbol es lo que los expertos llaman estructural, es decir, que no está instaurado en unos u otros clubes sino que forma parte del sistema mismo por el uso y el abuso que se hace de los elementos afectivos que hay detrás de las gestas atléticas.
Porque en verdad el asunto de fondo es la mercancía que se obtiene con las inversiones que se hacen en el deporte. ¿En qué consiste el inmovilizado de las empresas deportivas? ¿Cuál es su patrimonio? Algo inmaterial, abstracto, incorpóreo: su historia, sus triunfos compartidos con sus derrotas, o sus éxitos adobados con sus fracasos. ¿Qué es en definitiva lo que vende el fútbol? Simplemente goles. Y también vicegoles y hasta no-goles. Es decir, emociones y sentimientos, pasiones, angustias, sugestión, embeleso... Y todo eso forma parte de lo que llama Vicente Verdú el capitalismo virtual, es decir, un negocio en el que al cliente no se le entregan objetos materiales y visibles sino que se le ofrece simplemente felicidad, satisfacción, gozo, deleite y complacencia, aunque luego no siempre se consiga.
Ese es el valor que encierra una institución histórica como el Real Jaén. Y también el motivo de que sea tan difícil y tan complejo hacer parroquianos y consumidores estables, por más que pocas actividades reunirán en Jaén mil asistentes a la semana. Por eso son mucho más interesantes de lo que parecen los mantecados o las migas que ofrecen a los que vamos a ver al Real Jaén. Y, por el símbolo que representan, es tan precisa y valiosa la colaboración de empresas ajenas al club.

29 de Diciembre de 2003.