70.
Hacer pronósticos
Como
todo el mundo sabe, el espíritu humano ha estado indagando en todo momento qué
va a ocurrir en el futuro. Temeroso de la ira y el malhumor de los dioses, a
los que siempre creyó como muy propensos a fastidiar, desde el principio ocupó
parte de su tiempo en averiguar los acontecimientos que aguardan a la vuelta de
la esquina. La cuestión no era una bagatela sino una de las tareas más
importantes de su vida. Si uno se entretiene leyendo libros sobre los antiguos,
tendría muchas dudas sobre cuál fue la profesión más antigua de la humanidad.
En esta ocupación se buscaban los
momentos más favorables para hacer las predicciones porque en el fondo, aunque
normalmente casi nunca se dijera así, de lo que en verdad se trataba no era
tanto de saber lo que iba a pasar cuanto del intento de evitar el porvenir si
se presentaba malo o, al menos, arreglarlo lo más posible. En el fondo lo que
importaba era sacudirse las desgracias que el vaticinio pudiera predecir.
Bastantes
eran los problemas que resolvían estos pronósticos pero muchos otros lo que
presentaban, especialmente cuando se producía contradicción entre dos augurios.
Menuda discusión si el croar de las ranas anunciaba victoria pero las vísceras
de las aves aseguraban una derrota sin paliativos. O si el canto del ruiseñor
prometía una boda feliz pero el sentido del humo del fuego sagrado presagiaba
riñas y disputas sin fin.
El
caso es que, pasados los siglos, seguimos haciendo lo mismo, tratando de
librarnos de lo mismo y ocupándonos de lo mismo. Lo único que nos diferencia de
los antiguos son las técnicas y los procedimientos pero en todo lo demás
estamos como siempre. ¿Qué hacer cuando dos pronósticos nos vaticinan lo
contrario?
Pongamos
un ejemplo: en Agosto los cantos de sirena nos aseguraban que el Real Jaén, con
el equipo que había formado, jugaría la liguilla de ascenso. En la mitad exacta
del camino en que nos encontramos el demonio de los números dice que de eso
nada y ayer se confirmó de nuevo. El mismo problema que los antiguos. Que ¿cómo
lo resolvían? Lo sabremos de manera absolutamente segura en el próximo mes de
Junio cuando acabe la competición.
5
de Enero de 2004. Extremadura,
2; Real Jaén, 1.
1. Si se pueden exigir resultados
La
pregunta es compleja y difícil de contestar: ¿qué resultados tienen que
exigirse por su actividad profesional a los futbolistas, y en general a todos
los deportistas, en el momento de la competición? Que el futbolista, y el
entrenador por supuesto, es un trabajador que cobra un sueldo por realizar un
trabajo nadie lo duda. Entonces ¿qué provecho o beneficio tiene que producir su
esfuerzo? ¿Tal vez el triunfo como la única forma de hacer su tarea, de
responder a ese salario y de cumplir su compromiso laboral?
Esta
es la cuestión. Porque en cualquier trabajo profesional se reclama, como no
podía ser de otra manera, un determinado rendimiento. No tendría sentido otra
cosa y ningún trabajador, salvo en casos excepcionales, puede argumentar al
término de su jornada que la mala suerte o el azar le han impedido hacer
aquello que debía hacer. Y menos aun si esta explicación se convirtiese en
habitual. Pero en el deporte ejercitado no por placer sino como producto de un
contrato laboral, ¿se puede hacer lo mismo? ¿cabe plantear las mismas
exigencias?.
La
pregunta de todas formas también vale para otros profesionales a los que en
principio la sociedad y las leyes únicamente les reclaman que hagan lo posible
para que las cosas salgan bien pero nunca resultados positivos automáticos. El
caso, por ejemplo, de un abogado a quien no se le impone que gane el pleito o a
un médico a la hora de curar una enfermedad. Mientras que, por el contrario, a
un arquitecto no se le perdona que se le caiga una casa. De donde se puede
deducir que hay dos clases de trabajos: uno es el de aquellos en los que tiene
que haber resultados tangibles y objetivos (hacer un coche, encuadernar un
libro, pintar una casa o poner ladrillos en un edificio a construir...) que son
la mayoría; y otros en los que los protagonistas sólo tienen que hacer el
esfuerzo, aunque al final no se produzca el resultado deseado.
¡Qué
mala pata para todos, incluidos los jugadores y el entrenador, que en el fútbol
el resultado, porque no es automático, no sea exigible!
12
de Enero de 2004. Villanovense,
1; Real Jaén, 2.
72.
Ir de visita
Nos
ocurre, con más frecuencia de lo que nos gustaría, que tenemos la mala pata de
hacer el ridículo precisamente cuando más necesitamos el triunfo o, al
contrario, pasar como reyes en momentos de escaso interés para nuestro
provecho. Bien es verdad que siempre resulta grato quedar bien, sea donde y
como sea, pero todos vivimos ocasiones en las que nos fastidia especialmente
que las cosas se nos tuerzan o nos proporcionen algún que otro disgusto. Y una
historia de este calibre le está pasando factura de manera habitual al Real
Jaén esta temporada.
Porque
lo lógico es pensar, y todos estamos seguros de ello, que el equipo esté
interesado, muy interesado, en hacer las cosas bien cuando juega en casa, ante
sus seguidores y aficionados. No se trata de jugar mal en campos ajenos pero
eso de demostrar a los nuestros lo listos y lo sabios que somos es una
tendencia natural que todos poseemos y no vale aquí el dicho que asegura que
donde hay confianza, da asco. Pero la verdad es que, salvo en un par de casos
que es mejor olvidar, el equipo ha realizado a domicilio partidos que ya
quisieran conjuntos de primera categoría. Es probable que quienes asisten con
regularidad al campo de La Victoria puedan tener sus dudas, pero los que han
tenido la oportunidad de verles jugar fuera más de una vez pueden dar fe de la
calidad técnica, la belleza, y el buen juego de todo el equipo, a veces al
margen del resultado. Los dos últimos partidos (Almendralejo y Villanueva de la
Serena) son un estupendo ejemplo.
¿Por
qué ocurre este fenómeno? ¿qué razones puede haber para este cambio de
fisonomía? ¿será que les pasa lo que a todos que, cuando estamos de visita,
parece que nos esforzamos más para quedar mejor?.
¿No
será que están enfadados con nosotros y no lo sabemos? ¿habrá por ahí algún
demonio maligno incordiando? ¿acaso el estadio tiene un gafe de mala sombra?
¿los estará fastidiando el inconsciente? ¿será consecuencia de cuestiones
estratégicas?. Ayer pudo causarlo el aire frío de Jabalcuz pero ¿en otras
ocasiones?. Ya tienen tarea a investigar los técnicos.
19
de Enero de 2003. Real
Jaén, 1; Ceuta, 1.
73.
Los buenos modales
En el fútbol no siempre
reinaron los que hoy llamamos buenos modales. Cuenta el escritor uruguayo
Eduardo Galeano que, durante la Edad Media, el fútbol dejaba un tendal de
víctimas. Se disputaba en montoneras y no había límite de jugadores ni de
tiempo ni de nada. Un pueblo entero pateaba la pelota contra otro pueblo,
empujándola a patadas y a puñetazos hacia la meta que, por entonces, era una
lejana rueda de molino, y que los partidos se extendían a lo largo de varias
leguas, durante varios días, a costa de varias vidas. Todas estar
circunstancias motivaron que los reyes ingleses prohibiesen en más de una
ocasión estos lances sangrientos por plebeyos, alborotadores, estúpidos y de
ninguna utilidad, aunque reconoce el propio autor que cuanto más lo prohibían,
más se jugaba.
La verdad es que la cultura, por una parte, y la evolución
de la vida, por otra, han ido después cambiando este panorama, dulcificando las
normas y las leyes de este deporte, haciéndolo cada vez más templado y más
educado, aunque en algunos casos, como en el del penalti, se haya ido hacia
atrás en cuanto a gentileza: todavía pueden recordar los mayores cómo,
hasta no hace demasiadas décadas, cuando
un jugador marcaba un gol de penalti, por respeto al portero contrario, nunca
lo celebraba. El caso es que, como no podía ser de otra manera, el fútbol se ha
ido humanizando y racionalizando con reglas del juego que en nada tienen que
ver con lo que cuenta el escritor uruguayo.
Además este proceso también
ha afectado a la vida social que se ha creado en su entorno y han aparecido
rituales y costumbres la mar de interesantes y positivas. En la circunstancia
de un partido como el de ayer entre el Linares y el Real Jaén, después de
animar el ambiente para que la gente acudiese vibrante al partido, todo han
sido llamadas a las buenas formas y al respeto al contrincante, incluyendo
comidas y ritos de armonía y amabilidad. Como debe ser. Y, desde la estrategia
y la táctica hasta el destino, todos han querido sumarse a ese clima, tratando
de que nadie metiera un gol y fastidiase el ambiente. Son los buenos modales.