118. Palimpsesto
Aunque palimpsesto a primera vista
pueda echar para atrás por ser una palabra un tanto extraña, complicada y
larga, la verdad es que tiene un significado la mar de claro y sencillo: se
refiere a algo tan habitual y tan común como borrar lo que está escrito para
poner otra cosa en su lugar, lo que se hacía, por ejemplo, con la goma.
Procedimiento que el ordenador ha sustituido en estos tiempos. Es una forma de
rectificar. El diccionario viene a decir más o menos que palimpsesto es un
manuscrito antiguo que conserva huellas de un texto anterior que fue borrado
para escribir otra cosa en su lugar, algo que los escritores y, desde luego,
los pintores han repetido montones de veces. De ahí que esta palabra haya
pasado a utilizarse como símbolo de la acción de corregirse.
Haciendo teoría de esto, hay dos clases
de rectificaciones. Una, cuando se hace de mala gana, sin gusto y porque no se
tiene más remedio. Pero la otra es muy gustosa, deliciosa y placentera, como es
el caso en el que estamos: el domingo anterior muchos aficionados se marcharon
de La Victoria
con una vivencia profundamente pesimista. Después de haber recuperado la
ilusión con el triunfo en Granada, esperábamos que el rumbo empezara a
enderezarse: aún hay tiempo, pensábamos. Pero luego la decepción consumió ese
punto de esperanza y llevó a pensar y decir que este equipo, con jugadores con
un buen currículo, era incapaz de ganar con solvencia. Fue una emoción de total
desencanto. Pero ahora hay que corregir y colorear de verde toda esa flama
triste y oscura. El triunfo de ayer en Cartagena nos hace rectificar otra vez,
ahora con alegría, la percepción desencantada, recuperar de nuevo la confianza
y esperar que se asienten las cosas de una vez por todas aunque haya, como es
lógico, algún que otro tropezón.
Siempre
se ha dicho que rectificar es de sabios y que nadie lo es en todas las
ocasiones. Pues tachemos lo escrito y lo dicho, transformemos el texto en un
palimpsesto suprimiendo el pesimismo de antes con todo el gusto del mundo.
Aunque, eso sí, lo que hace falta es que cuando el ordenador pregunte si
estamos seguros de ello, lo podamos confirmar en las próximas semanas.
6
de Diciembre de 2004. Cartagena,
1; Real Jaén, 3.
119. ¿Una tesis doctoral?
No hubo suerte y la predicción no se cumplió. El equipo
empató en casa 0.0 Foto: Diario Jaén
|
13
de Diciembre de 2004. Real
Jaén, 0; Díter Zafra, 0.
120. En señal de respeto
El
fútbol, esa maquinaria que con tanto descaro nos envuelve y nos aprisiona con
la excusa del ocio y del entretenimiento, que casi no nos deja respirar porque
nos ahoga mañana, tarde y noche con sus noticias, sus pronósticos y sus
resultados, y que se ha hecho universal e imprescindible de tanto acaparar
mercados, pensamientos y esperanzas, de vez en cuando, alguna vez, por
obligación o por necesidad se ve forzada a pararse, a detenerse. En esta
ocasión ha sido por respeto y afecto. Y está bien quitarse el sombrero y
descubrirse cuando una desgracia pasa ante nosotros porque es una forma de
ejercer de solidarios, puede que sólo de manera simbólica, pero en estas
circunstancias la vida apenas ofrece otras oportunidades de colaboración.
Albert Camus, aquel escritor francés premio Nóbel de literatura, dejó dicho que
cuanto de importante sabía acerca de la moral humana lo había aprendido en el
fútbol. Porque éste, que como todos sabemos empezó como quien no quiere la cosa
siendo simplemente un recreo, ha llegado a ser un sistema completo de vida, que
produce valores y que, a pesar de todo el embrollo que arrastra, sabe que al
final todo se reduce a personas, a seres humanos.
Asegura
el escritor alemán Paul Ingendaay, en un prologo que le escribió al novelista
Javier Marías para una publicación, que quienes escriben con regularidad sobre
fútbol reconocen el carácter efímero de sus textos porque en seguida la
temporada siguiente borra la que acaba de terminar y la hace perderse en un
rápido olvido. Y esto es verdad, incluso parece excesiva la espera de una
temporada cuando a la semana siguiente, en la jornada que viene a continuación,
ya nadie se acuerda de lo escrito, ha cambiado el panorama de todo lo que
parecía tan claro el domingo anterior y queda como desmentido lo que antes se
había dicho. La prisa, la impaciencia y la fugacidad del balompié ya están
exigiendo al término de un partido el comienzo del otro. Pero esta vez no es
así. Porque ahora no estamos hablando de fútbol sino de personas. En esta
circunstancia se trata de quedarse quietos en señal de respeto, de adhesión y
fraternidad con quien un día decidió ser uno de los nuestros.
20
de Diciembre de 2004.
121.
Secretos en el fútbol. 1. El arbitraje.
La autoridad de los
árbitros, como la de todos los jueces, deriva del acuerdo colectivo de dar como
válidas sus decisiones y, nos parezcan bien o mal, cumplirlas. A cambio los
jueces deben ofrecer unas garantías suficientemente creíbles para que todos,
dentro de lo que cabe, quedemos satisfechos de que su opinión será cuando menos
imparcial y pretendidamente objetiva. Podemos imaginar, como ocurría
antiguamente hasta que en 1872 apareció la figura del árbitro, lo que pasaba
después de una jugada dudosa o discutible: además de los riesgos derivados de
la tensión y el acaloramiento de jugadores y espectadores, había que detener el
juego para discutir y decidir si la jugada en cuestión había sido o no penalti.
Cuenta el escritor Eduardo Galeano que hasta 1891 el árbitro no entró al campo
y sólo lo hizo después de que un importante periódico inglés hubiese publicado
una espeluznante lista de jugadores muertos y de huesos rotos. La presencia de
un juez neutral serenó la situación y las circunstancias del juego dejaron de
ser mortales, aunque de vez en cuando haya alguna complicación. Bien es verdad
que la inmediatez del veredicto complica las cosas pero eso de momento resulta
inevitable y tal vez la técnica lo resolverá algún día. Hay sin embargo algún
asunto suficientemente grave que afecta directamente a la credibilidad de todo
el sistema: de entre las muchas y muy diferentes clases de jueces que existen
en nuestro ordenamiento jurídico, son los únicos que no han de justificar sus
sentencias, lo que les lleva al secreto. Incluso, al parecer, hasta serían
castigados si lo hicieran. . (Tampoco tienen segunda instancia y sus decisiones
son irrevocables) Y ¡claro! eso, además de ser una muestra de arbitrariedad
autócrata y dictatorial del poder, produce un deterioro grave en su imagen y
una inseguridad e incertidumbre en los aficionados y seguidores de los equipos,
que desconocen por qué se tomaron determinadas decisiones. Y tienen todo el
derecho del mundo a conocerlas. ¿Por qué ese secreto tan inquietante,
sospechoso e innecesario? Las sentencias y sus motivaciones se podrán discutir
y de hecho se discuten. Luego, se acatan y se cumplen. Pero se conocen.