DICIEMBRE 2004


118. Palimpsesto

         Aunque palimpsesto a primera vista pueda echar para atrás por ser una palabra un tanto extraña, complicada y larga, la verdad es que tiene un significado la mar de claro y sencillo: se refiere a algo tan habitual y tan común como borrar lo que está escrito para poner otra cosa en su lugar, lo que se hacía, por ejemplo, con la goma. Procedimiento que el ordenador ha sustituido en estos tiempos. Es una forma de rectificar. El diccionario viene a decir más o menos que palimpsesto es un manuscrito antiguo que conserva huellas de un texto anterior que fue borrado para escribir otra cosa en su lugar, algo que los escritores y, desde luego, los pintores han repetido montones de veces. De ahí que esta palabra haya pasado a utilizarse como símbolo de la acción de corregirse. 
         Haciendo teoría de esto, hay dos clases de rectificaciones. Una, cuando se hace de mala gana, sin gusto y porque no se tiene más remedio. Pero la otra es muy gustosa, deliciosa y placentera, como es el caso en el que estamos: el domingo anterior muchos aficionados se marcharon de La Victoria con una vivencia profundamente pesimista. Después de haber recuperado la ilusión con el triunfo en Granada, esperábamos que el rumbo empezara a enderezarse: aún hay tiempo, pensábamos. Pero luego la decepción consumió ese punto de esperanza y llevó a pensar y decir que este equipo, con jugadores con un buen currículo, era incapaz de ganar con solvencia. Fue una emoción de total desencanto. Pero ahora hay que corregir y colorear de verde toda esa flama triste y oscura. El triunfo de ayer en Cartagena nos hace rectificar otra vez, ahora con alegría, la percepción desencantada, recuperar de nuevo la confianza y esperar que se asienten las cosas de una vez por todas aunque haya, como es lógico, algún que otro tropezón.
Siempre se ha dicho que rectificar es de sabios y que nadie lo es en todas las ocasiones. Pues tachemos lo escrito y lo dicho, transformemos el texto en un palimpsesto suprimiendo el pesimismo de antes con todo el gusto del mundo. Aunque, eso sí, lo que hace falta es que cuando el ordenador pregunte si estamos seguros de ello, lo podamos confirmar en las próximas semanas.

6 de Diciembre de 2004.             Cartagena, 1; Real Jaén, 3.


119. ¿Una tesis doctoral?

No hubo suerte y la predicción no se cumplió. El equipo 
empató en casa 0.0     Foto: Diario Jaén
Que esto pasa de castaño oscuro es algo tan evidente que seguro que todo el mundo lo percibe así. El equipo del Real Jaén, en su estadio de La Victoria, viene incumpliendo sistemáticamente la vieja ley natural del fútbol que afirma que todos los equipos tienen tendencia a ganar muchos más partidos en su propio terreno que en campo contrario. Bien es verdad que esta norma ha rebajado el rigor de su cumplimiento desde que se implantaron los tres puntos por victoria por el menor interés que hoy ofrece el premio por el empate pero, a pesar de esta circunstancia, sigue estando plenamente vigente. Y aunque ahora se haya agravado en extremo el padecimiento, el caso no es algo reciente, de ahora, sino que esta particularidad viene cumpliéndose desde que se inauguró el nuevo estadio. Por ello, rotos los porcentajes que pudieran corresponder al azar y a la buena o mala suerte, el asunto deportivamente es tan significativo y, al mismo tiempo, tan decisivo para el equipo, el club y los aficionados que ya parece llegado el momento de que se inicie un estudio en profundidad que permita conocer los motivos que originan, no ya que el Real Jaén apenas sea capaz de ganar en su estadio sino de practicar además un juego de cierto nivel de calidad. El acontecer deportivo en el estadio de La Victoria es tan singular que apenas se percibe la presión del público como sustitutiva cuando no hay otra manera de apabullar tácticamente al contrario de turno. Por ello, dada la gravedad de la situación, parece imprescindible propiciar una investigación rigurosa, sólida y científica que permita averiguar por qué pasa lo que está pasando. Como se sabe, el conocimiento científico es aquel que busca las causas de algún acontecimiento o fenómeno (nunca mejor dicho en este caso en sus dos sentidos). Podría sugerirse a la Universidad que preste este servicio al club y a los aficionados, poniendo en marcha un grupo de trabajo o un seminario. Una tesis doctoral también podría valer. Desde luego que hipótesis de trabajo con verosimilitud que puedan enumerarse hay muchas, incluso algunas son muy palmarias.

13 de Diciembre de 2004.                 Real Jaén, 0; Díter Zafra, 0.

  
120. En señal de respeto

El fútbol, esa maquinaria que con tanto descaro nos envuelve y nos aprisiona con la excusa del ocio y del entretenimiento, que casi no nos deja respirar porque nos ahoga mañana, tarde y noche con sus noticias, sus pronósticos y sus resultados, y que se ha hecho universal e imprescindible de tanto acaparar mercados, pensamientos y esperanzas, de vez en cuando, alguna vez, por obligación o por necesidad se ve forzada a pararse, a detenerse. En esta ocasión ha sido por respeto y afecto. Y está bien quitarse el sombrero y descubrirse cuando una desgracia pasa ante nosotros porque es una forma de ejercer de solidarios, puede que sólo de manera simbólica, pero en estas circunstancias la vida apenas ofrece otras oportunidades de colaboración. Albert Camus, aquel escritor francés premio Nóbel de literatura, dejó dicho que cuanto de importante sabía acerca de la moral humana lo había aprendido en el fútbol. Porque éste, que como todos sabemos empezó como quien no quiere la cosa siendo simplemente un recreo, ha llegado a ser un sistema completo de vida, que produce valores y que, a pesar de todo el embrollo que arrastra, sabe que al final todo se reduce a personas, a seres humanos.
Asegura el escritor alemán Paul Ingendaay, en un prologo que le escribió al novelista Javier Marías para una publicación, que quienes escriben con regularidad sobre fútbol reconocen el carácter efímero de sus textos porque en seguida la temporada siguiente borra la que acaba de terminar y la hace perderse en un rápido olvido. Y esto es verdad, incluso parece excesiva la espera de una temporada cuando a la semana siguiente, en la jornada que viene a continuación, ya nadie se acuerda de lo escrito, ha cambiado el panorama de todo lo que parecía tan claro el domingo anterior y queda como desmentido lo que antes se había dicho. La prisa, la impaciencia y la fugacidad del balompié ya están exigiendo al término de un partido el comienzo del otro. Pero esta vez no es así. Porque ahora no estamos hablando de fútbol sino de personas. En esta circunstancia se trata de quedarse quietos en señal de respeto, de adhesión y fraternidad con quien un día decidió ser uno de los nuestros.

20 de Diciembre de 2004.


121. Secretos en el fútbol. 1. El arbitraje.

La autoridad de los árbitros, como la de todos los jueces, deriva del acuerdo colectivo de dar como válidas sus decisiones y, nos parezcan bien o mal, cumplirlas. A cambio los jueces deben ofrecer unas garantías suficientemente creíbles para que todos, dentro de lo que cabe, quedemos satisfechos de que su opinión será cuando menos imparcial y pretendidamente objetiva. Podemos imaginar, como ocurría antiguamente hasta que en 1872 apareció la figura del árbitro, lo que pasaba después de una jugada dudosa o discutible: además de los riesgos derivados de la tensión y el acaloramiento de jugadores y espectadores, había que detener el juego para discutir y decidir si la jugada en cuestión había sido o no penalti. Cuenta el escritor Eduardo Galeano que hasta 1891 el árbitro no entró al campo y sólo lo hizo después de que un importante periódico inglés hubiese publicado una espeluznante lista de jugadores muertos y de huesos rotos. La presencia de un juez neutral serenó la situación y las circunstancias del juego dejaron de ser mortales, aunque de vez en cuando haya alguna complicación. Bien es verdad que la inmediatez del veredicto complica las cosas pero eso de momento resulta inevitable y tal vez la técnica lo resolverá algún día. Hay sin embargo algún asunto suficientemente grave que afecta directamente a la credibilidad de todo el sistema: de entre las muchas y muy diferentes clases de jueces que existen en nuestro ordenamiento jurídico, son los únicos que no han de justificar sus sentencias, lo que les lleva al secreto. Incluso, al parecer, hasta serían castigados si lo hicieran. . (Tampoco tienen segunda instancia y sus decisiones son irrevocables) Y ¡claro! eso, además de ser una muestra de arbitrariedad autócrata y dictatorial del poder, produce un deterioro grave en su imagen y una inseguridad e incertidumbre en los aficionados y seguidores de los equipos, que desconocen por qué se tomaron determinadas decisiones. Y tienen todo el derecho del mundo a conocerlas. ¿Por qué ese secreto tan inquietante, sospechoso e innecesario? Las sentencias y sus motivaciones se podrán discutir y de hecho se discuten. Luego, se acatan y se cumplen. Pero se conocen.

26 de Diciembre de 2004.