NOVIEMBRE 2004


113. El vestuario

         A veces a los profesionales del fútbol les duele la cabeza. En ocasiones tienen discusiones con su mujer o a alguno de sus hijos en la escuela le suspenden las matemáticas o las sociales. Y de vez en cuando pueden tener pesadillas en el sueño. En definitiva, les ocurre, o les puede suceder, lo que a cada uno de nosotros, a todos. Y, también, como cada uno de nosotros, como cada ciudadano, han de ejercer sus obligaciones rindiendo en el campo de juego de acuerdo a sus mejores condiciones sin que importe, más allá de lo razonable, el dolor de cabeza, la discusión con la mujer, las malas notas de los hijos o las pesadillas durmiendo. Nada diferente que al resto de los empleados. Sin embargo estos trabajadores han de soportar cuatro niveles de exigencia que en parte les diferencian del resto del mundo laboral. El primero es en el que se mueven todos los asalariados tratando de cumplir lo mejor posible la tarea para la que fueron contratados. El segundo está relacionado con su actividad ante la gente, como ocurre a tantos profesionales cuya tarea es ganarse el sustento tratando con el público. La tercera es que la modalidad de su oficio consiste siempre en competir. Y la cuarta y decisiva es la exigencia práctica de tener que vencer en la contienda en la que participan. La sobrecarga les puede venir de esta última condición que es compleja y dura, sobre todo si les duele la cabeza, han discutido con su mujer, a su hijo le han suspendido en la escuela o tienen pesadillas al dormir. Como cualquiera. ¿Su defensa colectiva? El vestuario, el grupo y el lugar que recoge sus alegrías y sus penas. Como la sala de banderas, el claustro de profesores o el bar de la esquina cuando no hay un sitio en la empresa para uso propio de algún colectivo. Ese es, para bien y para mal, su santuario privado y, como diría Cervantes, hablando del estómago, la oficina en la que se cuece la salud deportiva de la empresa. Y es en ese espacio social y físico donde se distribuyen las dosis de terapia si funciona bien, y las de fragmentación si el ambiente es todo lo contrario. Pero un peligro, entre otros, incluso inconsciente, como ya advirtió el otro día José Eugenio Lara, es amarrarse a las palabras y las valoraciones, y olvidarse de producir determinaciones de lo que verdaderamente importa, el triunfo.

1 de Noviembre de 2004.                Écija, 1; Real Jaén, 0.

        
114. Ver, oír y callar

José Jesús Aybar sustituyó a Juan Carlos Álvarez
Foto: Diario Jaén
Como todos los aficionados al fútbol saben, no le van bien últimamente los resultados y los acontecimientos al Deportivo de La Coruña. En esas circunstancias algunos expertos hablan de que la rutina de un mismo entrenador y un equipo casi idéntico durante muchos años es la causa de esta situación. Otros, por el contrario, incluido el propio Irureta, sabiendo que las cosas vivas no son eternas y siempre tienen un principio y un final, dicen que a lo mejor están al final de un ciclo que ahora las cosas tendrán que reconducirse en busca de otras metas de interés deportivo para el club. Y es esta explicación la que parece más probable. Caducan las ideas, las personas, los proyectos, y es ley de vida que todo acabe agotándose. Al fin y al cabo así es el mundo y de esta manera se comporta. Todo es terminar y empezar otra vez, que es lo que está haciendo el Real Jaén no sólo en el aspecto deportivo sino, por lo que se sabe, también en el terreno organizativo y económico. Sin que pueda hablarse de un nuevo proyecto de totalidad, sí que se puede decir que pintan horizontes y perspectivas renovadas en el club y en el equipo. Precisamente ayer se inició, por cierto con no muy buen pie, un ciclo deportivo.
Digamos que el episodio del partido de ayer no fue afortunado por tratarse atándose del último de la clasificación ante un equipo como el nuestro cuyo objetivo era, y a lo mejor sigue siendo, estar entre los primeros. Claro que hay que tener presente que un nuevo entrenador supone un nuevo clima y un nuevo sistema organizativo diferenciado, para bien o para mal, del anterior y un aprendizaje de renovadas maneras de funcionamiento. Es lo que le ha ocurrido al nuevo entrenador del Valencia cuando le han preguntado los jugadores de qué manera van a defender los saques de esquina. Como el año pasado, respondió. El caso es que, le aclararon, teníamos cinco formas diferentes de hacerlo. Eso es lo que debe estar ocurriendo ahora al Real Jaén, que tiene que memorizar y mecanizar el renovado sistema con el que ha de trabajar. Esperemos, pues, a ver qué pasa en las próximas semanas. De momento lo más prudente es ver, oír y callar, que parece la forma más suave de paciencia.

8 de Noviembre de 2004                             Melilla, 0; Real Jaén, 0.


115. A la espera

Icono que participaba en la búsqueda de la buena suerte
Foto: Diario Jaén
A la vista de lo que está haciendo (y, sobre todo, dejando de hacer) el Real Jaén, lo lógico sería ahondar el disgusto, la decepción, el enfado, el berrinche y otros sinónimos por el estilo, que al fin y al cabo el fútbol que se ve en La Victoria, en vez de servir, como tantas veces se ha dicho, de descanso de los menesteres con que la vida nos obsequia y hasta de terapia porque sirve de desahogo, es por el contrario una fuente de tensión, desagrado, contrariedad y padecimiento. El equipo parece cegado al estilo de cuando se va la luz;  como si hubiera perdido el mapa que indica la dirección y la velocidad por la que debe transitar para hacer el camino previsto en la ruta; abonado como cliente distinguido al cenizo; metido desde hace años en su tarea deportiva en un agujero negro de esos en el que caen los astros y en los que nos sacan y aspiran cualquier objeto de valor, sea en forma de materia sea de energía, que haya en nuestro campo de acción, en nuestro campo gravitatorio. Sin embargo el matiz significativo que arrastra esta situación es que estamos viviendo una etapa singular, una vida por empezar caracterizada por la llegada de un técnico nuevo y por tanto de un proyecto que está empezando a perfilarse. Bien es verdad que los pases iniciales y los lances de muleta para recoger el primer toro no están siendo prometedores, que al menos de momento no parece que empiecen a dar resultados las dosis inaugurales de la nueva terapia pero, a pesar de todo, es imprescindible y necesario no acumular cansancios y pesadumbres, y penas de años, meses y semanas anteriores y esperar a ver qué resulta del trabajo del equipo que se acaba de hacer cargo de la tarea deportiva. Aun no han tenido tiempo de diseñar y, menos aun, de aplicar un perfil propio y desconocemos el estilo que podrá adquirir en el deambular que acaba de nacer por la competición. Por supuesto que cabe pasar la temporada, como en campeonatos anteriores, dedicándonos a soñar, que es una forma de entretenerse sin resolver nada, pero también podemos creer que todas las nuevas circunstancias del club y del equipo nos pueden llevar, como al Lazarillo de Tormes, a incluirnos entre los buenos.

15 de Noviembre de 2004.      Real Jaén, 0; Tomelloso, 0.
  

116. Controlar la impaciencia

La junta directiva del Real Jaén, a la vista de como se está desarrollando la competición y de las calamidades deportivas, y, como consecuencia, económicas, que están sufriendo la entidad y los aficionados, se ha rendido a la evidencia, como se dice en estos casos, y anunció el otro día que ha modificado los objetivos para este año; que el deseo de estar entre los equipos que jueguen la liguilla de ascenso hay que dejarlo a un lado; que ahora se pretende quedar en la clasificación final del campeonato en la primera mitad de la tabla; y que se va a poner la mayor atención posible en preparar bien la próxima campaña con la esperanza de conseguir entonces subir de categoría. Más o menos ha venido a explicitar lo que en verdad estaban pensando los seguidores del equipo aunque el sentimiento y la utopía no les dejaran reconocerlo. 
         Lo que pasa sin embargo es que en el terreno deportivo como la tarea es precisamente competir siempre para ganar, se consiga o no, las cosas se miden de otra manera y eso permite soñar a quien tenga ganas de hacerlo, porque a veces son posibles los milagros, sobre todo cuando la suerte tiene un papel tan importante en un juego como el del fútbol.. Si no, ¿para qué ir al partido?. ¿Cambiar los objetivos significa renunciar a ascender? Si las cosas, por vaya usted a saber qué extrañas coincidencias, se tornaran en favorables de buenas a primeras, ¿se desistiría de jugar la liguilla de ascenso?. ¿Significa este nuevo proyecto que, conseguido un puesto razonable en la parte alta de la tabla, el equipo se va a relajar por no aspirar a más? Por supuesto que no y, además, no le sería permitido ni por la afición, ni por las reglas y tampoco por la voluntad y profesionalidad propia de los protagonistas. Por eso en el fondo lo que ha querido la directiva es compensar el desánimo que ofrecen los resultados. Proponerse como nuevo objetivo superar el listón medio de la clasificación significa que, si esto ocurre, no tenemos que llevarnos un disgusto ni crearnos una decepción. Que en esa circunstancia nos demos por contentos, que no es poco. O sea, que controlemos la impaciencia, miremos a más largo plazo y nos acordemos de la zorra y las uvas.

22 de Noviembre de 2004.                 Arenas de Armilla, 0; Real Jaén, 1.


117. Ni por santa Catalina

Al final resultó que no era el comienzo del despegue o la recuperación, como más de uno esperaba después de las circunstancias tan sorprendentemente favorables ocurridas en Armilla: el Real Jaén era el peor equipo que ha pasado por ese campo en todo el período que llevamos de liga, llegó a decir un cronista, se supone, de la localidad. Verás cómo en noviembre, por Santa Catalina la santa que prestó su colaboración a Fernando III en asuntos más graves que un partido de fútbol, con el equipo ya asentado y bien estructurado y coincidiendo con su fiesta empezamos la pendiente hacia arriba y, al mismo tiempo, favorecemos que se consolide una institución social tan antigua y prestigiada como el Real Jaén, que sufre en estos momentos una muy delicada situación, decía el optimista de siempre, viendo cómo el club ha querido participar este año de manera ostensible en la romería de la santa. En algo así confiaron bastantes aficionados que acudieron en mayor número de lo habitual al campo del fútbol el sábado. Pues ni por esas. Este equipo del Real Jaén, compuesto de profesionales de currículo razonablemente aceptable, es incapaz de ganar un partido de fútbol, circunstancia que está colaborando estrechamente a estrangular la situación financiera, económica y social del club.
Un equipo con el horizonte de ascender únicamente ha derrotado a dos de los mejores y no está claro si esos triunfos son producto de la simple estadística o un regalo de la famosa hija de Júpiter, Fortuna, lo que demuestra que también los dioses tienen sus preferencias entre los grandes, como comentaba un aficionado granadino el domingo anterior.  Por eso el empate del sábado ante el Badajoz tuvo un efecto sicológico singularmente negativo en bastantes aficionados. Cuando parecía que se empezaba a enderezar la cosa (si se habrá dicho veces lo de lo único que necesitamos en un triunfo para empezar la escalada), el club vuelve a quedarse abajo y enturbiado por quienes manifiestan públicamente su desacuerdo con la venta parcial de acciones pero sin poner ni un gol ni un euro encima de la mesa. Lo dicho: ni por Santa Catalina.

29 de Noviembre de 2004.               Real Jaén, 1; Badajoz, 1.