113.
El vestuario
A veces a los profesionales del fútbol
les duele la cabeza. En ocasiones tienen discusiones con su mujer o a alguno de
sus hijos en la escuela le suspenden las matemáticas o las sociales. Y de vez
en cuando pueden tener pesadillas en el sueño. En definitiva, les ocurre, o les
puede suceder, lo que a cada uno de nosotros, a todos. Y, también, como cada
uno de nosotros, como cada ciudadano, han de ejercer sus obligaciones rindiendo
en el campo de juego de acuerdo a sus mejores condiciones sin que importe, más
allá de lo razonable, el dolor de cabeza, la discusión con la mujer, las malas
notas de los hijos o las pesadillas durmiendo. Nada diferente que al resto de
los empleados. Sin embargo estos trabajadores han de soportar cuatro niveles de
exigencia que en parte les diferencian del resto del mundo laboral. El primero
es en el que se mueven todos los asalariados tratando de cumplir lo mejor
posible la tarea para la que fueron contratados. El segundo está relacionado
con su actividad ante la gente, como ocurre a tantos profesionales cuya tarea
es ganarse el sustento tratando con el público. La tercera es que la modalidad
de su oficio consiste siempre en competir. Y la cuarta y decisiva es la
exigencia práctica de tener que vencer en la contienda en la que participan. La
sobrecarga les puede venir de esta última condición que es compleja y dura,
sobre todo si les duele la cabeza, han discutido con su mujer, a su hijo le han
suspendido en la escuela o tienen pesadillas al dormir. Como cualquiera. ¿Su
defensa colectiva? El vestuario, el grupo y el lugar que recoge sus alegrías y
sus penas. Como la sala de banderas, el claustro de profesores o el bar de la
esquina cuando no hay un sitio en la empresa para uso propio de algún
colectivo. Ese es, para bien y para mal, su santuario privado y, como diría
Cervantes, hablando del estómago, la oficina en la que se cuece la salud
deportiva de la empresa. Y es en ese espacio social y físico donde se
distribuyen las dosis de terapia si funciona bien, y las de fragmentación si el
ambiente es todo lo contrario. Pero un peligro, entre otros, incluso
inconsciente, como ya advirtió el otro día José Eugenio Lara, es amarrarse a
las palabras y las valoraciones, y olvidarse de producir determinaciones de lo
que verdaderamente importa, el triunfo.
1
de Noviembre de 2004. Écija,
1; Real Jaén, 0.
114.
Ver, oír y callar
José Jesús Aybar sustituyó a Juan Carlos Álvarez
Foto: Diario Jaén |
Digamos
que el episodio del partido de ayer no fue afortunado por tratarse atándose del
último de la clasificación ante un equipo como el nuestro cuyo objetivo era, y
a lo mejor sigue siendo, estar entre los primeros. Claro que hay que tener
presente que un nuevo entrenador supone un nuevo clima y un nuevo sistema
organizativo diferenciado, para bien o para mal, del anterior y un aprendizaje
de renovadas maneras de funcionamiento. Es lo que le ha ocurrido al nuevo
entrenador del Valencia cuando le han preguntado los jugadores de qué manera
van a defender los saques de esquina. Como el año pasado, respondió. El caso es
que, le aclararon, teníamos cinco formas diferentes de hacerlo. Eso es lo que
debe estar ocurriendo ahora al Real Jaén, que tiene que memorizar y mecanizar
el renovado sistema con el que ha de trabajar. Esperemos, pues, a ver qué pasa
en las próximas semanas. De momento lo más prudente es ver, oír y callar, que
parece la forma más suave de paciencia.
8
de Noviembre de 2004 Melilla,
0; Real Jaén, 0.
115.
A la espera
Icono que participaba en la búsqueda de la buena suerte
Foto: Diario Jaén
|
15
de Noviembre de 2004. Real Jaén, 0;
Tomelloso, 0.
116. Controlar la impaciencia
La
junta directiva del Real Jaén, a la vista de como se está desarrollando la competición
y de las calamidades deportivas, y, como consecuencia, económicas, que están
sufriendo la entidad y los aficionados, se ha rendido a la evidencia, como se
dice en estos casos, y anunció el otro día que ha modificado los objetivos para
este año; que el deseo de estar entre los equipos que jueguen la liguilla de
ascenso hay que dejarlo a un lado; que ahora se pretende quedar en la
clasificación final del campeonato en la primera mitad de la tabla; y que se va
a poner la mayor atención posible en preparar bien la próxima campaña con la
esperanza de conseguir entonces subir de categoría. Más o menos ha venido a
explicitar lo que en verdad estaban pensando los seguidores del equipo aunque
el sentimiento y la utopía no les dejaran reconocerlo.
Lo que pasa sin embargo es que en el
terreno deportivo como la tarea es precisamente competir siempre para ganar, se
consiga o no, las cosas se miden de otra manera y eso permite soñar a quien
tenga ganas de hacerlo, porque a veces son posibles los milagros, sobre todo
cuando la suerte tiene un papel tan importante en un juego como el del fútbol..
Si no, ¿para qué ir al partido?. ¿Cambiar los objetivos significa renunciar a
ascender? Si las cosas, por vaya usted a saber qué extrañas coincidencias, se
tornaran en favorables de buenas a primeras, ¿se desistiría de jugar la
liguilla de ascenso?. ¿Significa este nuevo proyecto que, conseguido un puesto
razonable en la parte alta de la tabla, el equipo se va a relajar por no
aspirar a más? Por supuesto que no y, además, no le sería permitido ni por la
afición, ni por las reglas y tampoco por la voluntad y profesionalidad propia
de los protagonistas. Por eso en el fondo lo que ha querido la directiva es
compensar el desánimo que ofrecen los resultados. Proponerse como nuevo
objetivo superar el listón medio de la clasificación significa que, si esto
ocurre, no tenemos que llevarnos un disgusto ni crearnos una decepción. Que en
esa circunstancia nos demos por contentos, que no es poco. O sea, que
controlemos la impaciencia, miremos a más largo plazo y nos acordemos de la
zorra y las uvas.
22
de Noviembre de 2004. Arenas
de Armilla, 0; Real Jaén, 1.
117.
Ni por santa Catalina
Al
final resultó que no era el comienzo del despegue o la recuperación, como más
de uno esperaba después de las circunstancias tan sorprendentemente favorables
ocurridas en Armilla: el Real Jaén era el peor equipo que ha pasado por ese
campo en todo el período que llevamos de liga, llegó a decir un cronista, se
supone, de la localidad. Verás cómo en noviembre, por Santa Catalina la santa
que prestó su colaboración a Fernando III en asuntos más graves que un partido
de fútbol, con el equipo ya asentado y bien estructurado y coincidiendo con su
fiesta empezamos la pendiente hacia arriba y, al mismo tiempo, favorecemos que
se consolide una institución social tan antigua y prestigiada como el Real
Jaén, que sufre en estos momentos una muy delicada situación, decía el
optimista de siempre, viendo cómo el club ha querido participar este año de
manera ostensible en la romería de la santa. En algo así confiaron bastantes
aficionados que acudieron en mayor número de lo habitual al campo del fútbol el
sábado. Pues ni por esas. Este equipo del Real Jaén, compuesto de profesionales
de currículo razonablemente aceptable, es incapaz de ganar un partido de
fútbol, circunstancia que está colaborando estrechamente a estrangular la
situación financiera, económica y social del club.
Un
equipo con el horizonte de ascender únicamente ha derrotado a dos de los
mejores y no está claro si esos triunfos son producto de la simple estadística
o un regalo de la famosa hija de Júpiter, Fortuna, lo que demuestra que también
los dioses tienen sus preferencias entre los grandes, como comentaba un
aficionado granadino el domingo anterior.
Por eso el empate del sábado ante el Badajoz tuvo un efecto sicológico
singularmente negativo en bastantes aficionados. Cuando parecía que se empezaba
a enderezar la cosa (si se habrá dicho veces lo de lo único que necesitamos en
un triunfo para empezar la escalada), el club vuelve a quedarse abajo y
enturbiado por quienes manifiestan públicamente su desacuerdo con la venta
parcial de acciones pero sin poner ni un gol ni un euro encima de la mesa. Lo
dicho: ni por Santa Catalina.