ENERO 2005


122. Secretos en el fútbol. 2. Los entrenadores

En el fútbol no sólo los árbitros guardan el secreto, discutible y probablemente ilegítimo, sobre las razones que les llevan a tomar sus decisiones sino que hay otro colectivo que igualmente lo maneja y lo utiliza como una forma normal de actuación, el de los técnicos, representados en la figura, hoy considerablemente fortalecida, del entrenador. Los motivos que les llevan a tomar sus resoluciones quedan ajenos al conocimiento, al menos, del público en general. Incluso cuando se les pregunta sobre cualquier decisión eluden responder, justificándolo todo en que es una cuestión técnica, sin que quede muy claro lo que quiere decir esa expresión tan ambigua. Pero lo que resulta aun más sorprendente es que este mismo juego de ocultismo se mantenga dentro de la propia estructura interna de los clubes: no me ha dicho nada el entrenador, aseguran muchos jugadores cuando se les preguntan por qué no están convocados a un partido. La pizarra en la que se escriben los nombres de los elegidos es el ejemplo material de cómo parecen irracionales las relaciones en un colectivo que no llega a la treintena de personas. ¿Tan poca seguridad en si mismos tienen los entrenadores como para temer que, si dan explicaciones, se deteriore su autoridad, que además tienen garantizada por contrato?. 
         Todos los colectivos que manejan el secreto como un elemento del trabajo creen tener sus justificaciones. Pero este instrumento, que en la historia ha sido una excesiva y considerable fuente de poder y de abusos, no vale de manera absoluta en este caso. Por supuesto que nadie puede desear que antes de un partido se publique el sistema de juego previsto. Tampoco necesitan explicación detallada otros aspectos. Pero cuando se deciden asuntos de importancia como, por ejemplo, una retirada fulminante del equipo de un profesional o su exclusión permanente, al menos hay que dejar a salvo su dignidad como persona y como trabajador, y evitar que los dimes y diretes deterioren su imagen.

3 de Enero de 2004.


123. ¿Solución a la vista?

         Hay que ver cómo entre todos hemos complicando esto del fútbol. Lo que en principio era un simple juego de dos grupos compitiendo con un balón de testigo de sus éxitos y sus fracasos, poco a poco, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, se ha vuelto complejísimo: sistemas financieros, deudas públicas y privadas, recalificación de terrenos, legiones de periodistas especializados, ciudades y pueblos sufriendo o gozando según les vayan las cosas a su equipo, y hasta decisiones jurídicas sobre los profesionales, los semiprofesionales o sobre el público. Y en el fondo de este caos y este lío la amenaza de ruina de lo que rodea este deporte. Todas las estructuras del fútbol, incluido lo que ocurre en el terreno de juego, parecen un objeto que está a punto de desmoronarse en cualquier momento por motivos económicos o desinterés de la gente aunque luego al final siempre surge algo imprevisto que aplaza la hecatombe.
Tenemos en el Real Jaén a los jugadores que llevan tres meses sin percibir el salario mensual (además, quizá, de algunos pagos por otros conceptos como, por ejemplo, la ficha), una situación que cualquiera ve como lamentable e imposible de sostener. La junta directiva, preocupada lógicamente por este grave desastre, tratando de conseguir fondos para resolver la situación. Las entidades bancarias (seguramente sólo algunas) negándose a prestar dinero, se supone que porque ven peligrar la operación ya que, aun reconociendo la buena voluntad de los responsables del club, éste no tiene demasiada cotización económica ni social: de momento no hay patrimonio y el escaso número de aficionados que acuden al estadio de La Victoria es signo de debilidad ciudadana. Mientras tanto, como el equipo, al menos hasta ahora, se ha movido deportivamente de manera ramplona y con escaso éxito de resultados, los aficionados no sólo no aumentan sino que puede que hayan disminuido, con lo que menos ingresos, menos empuje social, menos posibilidad de endeudamiento. Una especie de equilibrio inestable, de rueda de desventuras, que, a lo mejor, el penalti de ayer empieza a solucionar. ¡Ojalá! Y amén.

10 de Enero de 2005.              Real Jaén, 1; Algeciras, 0. 


124. Como dijo Horacio

El equipo del Real Jaén de momento sigue perdido en el laberinto de la clasificación. Bien es verdad, y nadie parece negarlo en serio de manera convincente, que su trabajo colectivo mejora y progresa pero no está claro si, a la vista de las consecuencias y los resultados de estos esfuerzos, éste es suficientemente adecuado. De entrada no lo parece porque no llega a alejarse del todo del abismo que le amenaza y le deja ahí en medio de una tormenta sin especiales armas de defensa. No parece capaz de dimitir del síndrome de la debilidad sino que anda ahí sin más, como aspirando únicamente a ser uno de tantos, de los del montón, como si esa fuera una virtud digna de ser deseada. Es como ir en la rutina y a la rutina, sin pretensiones, una manera bastante chabacana de sobrevivir sin más aliento. Como si los miembros del equipo hubiesen leído, analizado y tratasen de aplicar el famoso texto del poeta latino Horacio en el que éste elogia lo que podríamos traducir como la excelente mediocridad, la virtud de ser de la masa, de los medianos: con más violencia azota el viento los pinos de mayor tamaño, las torres más altas caen de manera más espectacular y los rayos hieren las cumbres de los montes, dice en algunos de sus versos; por eso vivirás mejor si no te arriesgas a navegar por alta mar ni tampoco te pegas demasiado a la costa, porque en ambas situaciones hay más peligros de los necesarios. Si estás en los puestos altos de la tabla de clasificación, fijarán en ti su atención, estudiarán con más detalle tus virtudes y, sobre todo, tus defectos para aprovecharlos en su beneficio. Aunque tampoco es bueno moverse por la cola ya que cualquier tropiezo, cualquier roca bajo el mar puede destrozar del todo tu barquilla y a ver entonces qué se hace. Es decir, como en La Venganza de Don Mendo, para ganar a la siete y media hay que ser muy prudentes: el no llegar da dolor pero, si te pasas, ¡ay de ti!, si te pasas, es peor. Bien es verdad que en los estadios de los equipos contrincantes se realza siempre la visita del Real Jaén: es uno de los grandes del grupo, repiten en casi todos los campos, y por eso no es infrecuente que declaren medio día del club cuando les llega esa visita. Pero eso es ya otro cantar.

17 de Enero de 2005.         Lorca, 2; Real Jaén, 1.


125. El final de la fábula

         Y el caso fue que aquel rey, que tenía dos hijos, llamados CD Linares y Real Jaén, y únicamente seis dinares para regalarles, en el primer reparto que las viejas leyes del reino mandaban y tras el debate que ambos mantuvieron, acabó dando la mitad de esa herencia a uno de ellos, al ver que aportó en aquel momento mejores y más convincentes razones. Después, cuando correspondía completar la cesión de los otros tres dinares que le quedaban, de acuerdo a los mismos preceptos y tras una nueva lid entre ellos, al bueno del rey le asaltaba el mismo disgusto que en la ocasión anterior: si quería tratar por igual a los dos hijos, en la cuenta global se tenía que perder uno de los tres dinares, lo que le hacía dudar mucho sobre qué hacer. Al final, en esta segunda oportunidad decidió optar por esta alternativa y dio a cada hijo uno de los tres dinares de que disponía.
Sin embargo el rey estaba muy triste porque veía que los dos andaban pobres y necesitados de fortuna y de éxito, sus negocios no les iban muy bien y apenas obtenían más beneficios que cubrir gastos. Bien es verdad que se venían librando del déficit y que no perdían dinero pero sus ganancias eran tan escasas que sobre su cabeza se cernía el peligro de caer en el pozo de la ruina y el desastre, que hasta ahora habían conseguido evitar. Y no es que ambos no se esforzaran y trataran de buscar réditos a sus afanes pero la verdad es que parecía como si estuvieran tocados de una mala y desgraciada fatalidad que no les dejaba ni a sol ni a sombra. De todas maneras el rey siempre había sido sabedor de la menguada y escasa cuantía de su fortuna y de que, con los dinares que legaba a sus hijos, éstos no disponían de recursos suficientes para sus negocios sino que para su mejor provecho necesitaban de esfuerzo, trabajo, inteligencia y también, por supuesto, de fortuna. Y en estas virtudes tenía depositadas su confianza, su optimismo y la ilusión de que, al final del trayecto, ambos obtuvieran tantos rendimientos que pudieran aspirar a negocios de mayor fama y envergadura. Pero el pergamino que narra esta fábula no cuenta cómo terminó la historia.

24 de Enero de 2005.                      Linares, 0; Real Jaén, 0. 


 126. Penélope y la yenka

Casi todo el mundo ha oído hablar de Penélope. Además de una famosa y comentada actriz de estos días, Penélope fue, hace ya muchos siglos, la esposa de Ulises, un héroe de la guerra de Troya que, por desacuerdo entre los dioses, no conseguía volver a su tierra y a su casa, una vez acabados los acontecimientos bélicos. La Odisea es precisamente la historia de este retorno tan complicado. Y el caso es que, mientras Ulises andaba con esos líos, su mujer vivía ansiosamente pendiente de su regreso pero rodeada de pretendientes que le insistían una y otra vez en que eligiera a uno para esposo ya que el suyo, a la vista de la tardanza excesiva, tenía trazas de haberse muerto. Mientras Penélope tejía supuestamente el sudario para el cuerpo de su marido, en realidad, para dar carrete a la situación, deshacía por la noche lo que hilaba durante el día.  Desde entonces, por ese tejer y destejer, ha pasado a ser el símbolo de quienes constantemente hacen y deshacen cualquier proyecto o cualquier tarea que tienen entre manos, los que pierden, retrocediendo cada paso que antes han avanzado. Y, al revés, quienes son capaces de recuperar lo que previamente se les ha escapado de la mano. 
         Y en esas parece estar el Real Jaén: deshaciendo un día lo que antes ha conseguido o, al revés, recuperando lo perdido en otros sitios. Como jugando a lo de ahora sí, ahora no. Rehaciendo ante el Alcalá lo que se desperdició en Talavera y en Lorca, por no hablar de Linares. Como Penélope. Y como la yenka, aquel baile que se caracterizaba, entre otras circunstancias, por lo de adelante y atrás, que es una forma de seguir en el mismo sitio. Por supuesto, a diferencia de ella a la que sólo le interesaba enredar y entretener, sin quererlo ni buscarlo. Pero a fin de cuentas, hasta el momento, enmarañando y liando las cosas, en los resultados y en el juego, de manera que todo queda igual. Como estaba. Es decir, en una molesta vulgaridad, de la que por ahora no se ve cómo se pueda salir. Ayer tocó tejer, aunque poco y por los pelos. ¿Habrá manera de acabar por fin con este tejemaneje y ver de una vez por todas entrar triunfante a Ulises para gusto y satisfacción de todos?

31 de Enero de 2005                     Real Jaén, 1; CD Alcalá, 0.