ENERO 2006


174. Los dos poderes de los aficionados

         El desacuerdo que, después de la ley de las Sociedades Anónimas Deportivas, se da entre los propietarios de un club, (que, naturalmente, por muy generosos que sean, miran, como se dice habitualmente, la peseta) y los aficionados (a los que, como es lógico, nunca parece suficiente lo que se gasta) es uno de los dilemas o de las contradicciones del fútbol tal como hoy se vive. De modo que ahí estamos, unos y otros, cada uno con su tarea, siendo, en unos casos, más amigos y, en otros, menos, por no decir, antagonistas. Planteado así, este problema no tiene solución, salvo que las cosas vayan bien en lo deportivo y los aficionados (entre los que casi siempre hay que incluir también a los propietarios) estén disfrutando con lo que hace el equipo. Sólo en ese caso hay armonía entre todos. Pero cuando los resultados y el juego no responden a lo esperado, surge la crisis, el mal ambiente, el enfado, la irritación y el berrinche. Y en esos momentos se rompen todos los equilibrios entre equipo, afición y club, y empiezan las estridencias entre unos y otros. Decía hace un par de semanas Ronaldo, refiriéndose a una situación de crisis como la que vive el Real Madrid, algo así como que es precisamente en esas circunstancias cuando los aficionados tienen la obligación de apoyar y ayudar al equipo. Pero no está tan claro que ello tenga que ser así. Porque, si el fútbol es un espectáculo, es el espectador el que ha de decidir su nivel de participación y conducta: es éste uno de los poderes que le quedan al aficionado. El aplauso hay que ganarlo o con los éxitos o con las actitudes. Como ya no son los dueños del club, una de las prerrogativas de los seguidores es la capacidad de manifestarse como lo consideren oportuno (por supuesto, dentro del respeto a todos e incluso de la cortesía y las buenas formas exigibles en todas las ocasiones). La otra fuerza que poseen está en ser imprescindibles porque ni tendría sentido un partido sin público y los dueños de los clubes apenas tendrían en ese caso algún beneficio social, que es una de las finalidades con las que hacen la inversión en fútbol. Como dice Vicente Verdú, la relación del hincha con su equipo es irracional. Pero ello no es óbice para que obedezca a patrones de comportamiento razonable y sensato. Pero no obstante esto, ¿el aficionado debe ser ajeno y quedar al margen por completo del manejo empresarial?

2 de Enero de 2006


175. El amante calvo

         No se ha repetido en Cartagena el resultado de la liga del año pasado. En aquella oportunidad, el Real Jaén, que andaba a trancas y barrancas como casi siempre en los últimos tiempos, ofreció con una victoria desahogada un cierto refresco a los aficionados. Aun faltaban unas semanas para comenzar el que sería un bueno y excelente período de triunfos, pero aquel éxito desahogó un poco a quienes apenas veían futuro al equipo: fue una especie de placebo que, como se sabe, es esa sustancia que por sí misma no cura pero produce un efecto positivo en el enfermo si éste la recibe convencido de que posee las cualidades que imagina. Ayer pudo haber ocurrido, al menos, algo parecido: hubo oportunidades y circunstancias suficientes para que se repitiera la historia, pero al final no fue así y el equipo sigue con sus dimes y diretes clasificatorios, cada vez con menos de cal y más de arena, cuando estamos prácticamente a mitad del recorrido, que llega el próximo domingo. Mientras, la impresión que tienen muchos aficionados es que ahora la atención está puesta en otras cosas y que priman los intereses empresariales sobre los deportivos como forma de arreglar estos últimos. Puede que no sea así pero la verdad es que ya se ha dicho demasiadas veces eso de que en forma de jugadores van a venir muchos y buenos salvadores de todo, de las cosas y los resultados; que desde entonces el equipo va a funcionar de otra manera; y que va a haber perdices para todos. Ojalá se cumplan todos estos propósitos, y el grupo social de aficionados y seguidores podamos disfrutar un buen rato de espléndidos momentos de alegría y entusiasmo. Lo que no parece conveniente es posponer mucho tiempo lo que aparenta ser una etapa de provisionalidad, por más que existan dificultades lógicas para conseguir fichar a nuevos profesionales que saquen las castañas del fuego. No vaya a ocurrirle al equipo lo que cuenta aquella fábula de Esopo que le pasó a un hombre que tenía dos queridas al mismo tiempo, una muy vieja y la otra, demasiado joven. Porque la mayor, para que no se notara que estaba con un hombre con muchos menos años le arrancaba los pelos negros, mientras que la otra, con objeto de que nadie se diera cuenta que tenía como amante a un viejo, le quitaba las canas. Con lo que al final, naturalmente, se quedó calvo.

9 de Enero de 2006.                Cartagena, 2; Real Jaén, 0.


176. Patatas y lechugas

         Se lamentaba VICA hace unos días, en las páginas de Diario Jaén, de lo desasistido de seguidores que suele estar el campo de La Victoria los días en que juega el equipo titular. Y para situar su queja recordaba la anécdota de aquel concejal que por los años sesenta amenazaba con sembrar el campo de patatas si esa era la voluntad del Ayuntamiento, dueño del estadio. Tiene razón VICA, y los que piensan y sienten como él, de la desazón que produce observar el escaso número de seguidores que acude a los partidos del Real Jaén, acrecentada esta visión pesimista con el aumento de localidades que ha supuesto el nuevo estadio en comparación con el anterior. Demasiado cemento, como les gusta decir a los aficionados castizos. Bien es verdad que pocas actividades deportivas, cuando menos quincenales, hay en la ciudad que aglutinen un número de espectadores semejante, por lo que desde ese parámetro son muchos quienes siguen los avatares y circunstancias del fútbol en comparación con otros espectáculos más o menos regulares. Pero hay que reconocer que, desde algunos llenos que se produjeron cuando el equipo estaba en la Segunda División, apenas pasan de mil, o tal vez dos mil, las personas que habitualmente asisten a La Victoria, aunque la calidad participativa y entusiasta, el entusiasmo y la pasión, razonable y extraordinaria sea del máximo nivel, que una cosa no quita la otra. Muy pocos desde luego, si nos fijamos en el número pero por supuesto nunca tan menguados como para plantar patatas, tampoco olivos ahora que el financiero del club se dedica a esta tarea en su vida profesional. La broma de VICA tiene su sentido y no hay que echarla en el olvido, en la búsqueda de nuevos y más cuantiosos seguidores. El caso es que hablando de verduras y hortalizas, podemos traer a colación aquellos versos de Campoamor en los que recuerda, o inventa, que cultivando lechugas Diocleciano, / ya decía en Salerno / que no halla mariposas en verano / el que mata gusanos en invierno. Que ¿cómo se siembra hoy para que mañana haya una amplia cosecha de muchos y animosos espectadores? Con los resultados, por supuesto. Y con el buen juego, igualmente por supuesto. Pero también con otras muchas cosas que a lo mejor de un tiempo acá se han olvidado o han quedado en un rincón. Y sería urgente recuperar.

16 de Enero de 2006.               Real Jaén, 2; Marbella, 2.


177. El linimento

No anda el Real Jaén en lugares brillantes y solemnes de la clasificación sino que deambula por los rincones oscuros e insalubres de los últimos puestos, donde nada bueno se encuentra. El equipo, desde que casi roza la gloria hace una eternidad cuando estuvo a punto de entrar en los puestos de la liguilla de ascenso, se ha ido acercando poco a poco al precipicio o, por lo menos, a sus alrededores. Y todo ello sin que nadie sepa por qué. ¿Qué ocurrió un día para que todo se viniera abajo como si algo se hubiera roto de manera aparentemente definitiva, cuando había empezado con los mejores augurios? Menos mal que ayer se frenó el desplome. Ya estuvo a punto la semana anterior con el Marbella pero, como si una fuerza más poderosa le hubiese atenazado la mente y la energía, estropeó el tesoro que tenía a la mano. Ahora hay que seguir con la tarea. Un buen amigo, Lorenzo Illanes, una de esas muchas personas que un tiempo trabajaron de manera discreta con la gente joven, cuenta que a veces para fortalecer el entusiasmo de los chavales ante los partidos de fútbol les ponía en las piernas con cierta teatralidad un linimento, y que eso le daba buenos resultados. Obviamente todo era sicológico pero les hacía crecerse, y en esa confianza en sí mismos y en sus capacidades, fundamentaban en buena medida sus éxitos. El linimento de marras no era sino una mezcla estable de algunas sustancias comunes como bálsamo tranquilo, tintura de árnica, alcanfor, esencia de trementina o aguarrás, aceite de oliva virgen, esencia de romero, salicilato de metilo y alcohol para disolverlo todo. En definitiva, nada. ¡Eso sí! fuerza y autoestima. Fortaleza de espíritu. Que de tanto hablar de lo físico se olvida en demasía que la salud sicológica es más decisiva aun. Y a lo mejor sólo en la carencia de energía anímica están todos los males del Real Jaén. Al menos eso sugería ayer más de un aficionado, comentando los últimos minutos del partido cuando el equipo dejó de enredar y enredar, y se decidió a mandar, empujar, instigar, apremiar y hasta tirar a puerta, algo que no había hecho hasta entonces. Aparte de algunos detalles técnicos, que siempre son de agradecer, quizá la mejor contribución que pueden hacer los nuevos sería provocar y reforzar el que el equipo se lo crea. Tal vez sea bastante.

23 de Enero de 2006.                 Real Jaén, 1; Sevilla B, 0.


178. ¡Qué frío!

La Casa de Jaén en Córdoba recibió al equipo 
y compartió con los directivos de ambos clubes
 un largo rato de convivencia    Foto: Diario Jaén
         Seguro que dentro de un largo tiempo, cuando un historiador tenga que hacer referencia al encuentro de fútbol que ayer jugó el Real Jaén en Córdoba con el equipo titular de esa ciudad, y encuentre el relato de las circunstancias previas al partido, pensará que algún gracioso se entretuvo en inventar una ficción bastante imposible, que los cronistas habían bebido más de la cuenta o, simplemente, que un duende aburrido se pasó un rato trastocando los datos de referencia. Y, sin ir tan lejos, dentro de unos meses, cuando el calor sobrepase los cuarenta grados, será curioso recordar que hubo un domingo del mes de Enero de este año del Señor de 2006 en el que estuvo casi a punto de suspenderse un partido de fútbol en la ciudad de los Califas... a causa de la nieve, de la nevada intensa y extensa que cayó unas horas antes de la señalada para tan magna y célebre competición deportiva. Y no sólo eso sino que, y esto ha sido mucho más significativo, los cientos de giennenses que estaban a punto de salir de Jaén a presenciar el acontecimiento no pudieron hacerlo, también por la misma causa. Vamos, que parece que nuestras dos antiguas ciudades han modificado de pronto su longitud y latitud geográficas, instalándose en los alrededores de algunos de los polos de la Tierra. Y así ha pasado lo que ha pasado: que esos tantos de aficionados de Jaén, que proyectaban hacer una excursión para hermanar lazos de afecto y hermanamiento deportivo con sus homónimos cordobeses, se encontraron de pronto con más dificultades que Aníbal cuando pasó los Pirineos camino de Roma con su ejército de elefantes, Cristóbal Colón mientras andaba buscando Catay, Marco Polo a Gengis Khan o los portugueses tratando de dar la vuelta al mundo. Porque todos estos, a pesar de las graves dificultades que les salieron al paso en su recorrido, consiguieron su objetivo, pero las peñas giennenses ni siquiera pudieron ponerse en movimiento. Menos mal que los miembros de la Casa de Jaén en Córdoba y unos pocos héroes avezados que, venciendo a la irritada Naturaleza, consiguieron llegar a Córdoba, se dieron los besos y abrazos previstos con los seguidores cordobeses y de esa forma se cumplió el rito. Parece como si Quevedo lo hubiera intuido cuando dijo aquello de que el hombre ha hecho lo que ha podido y Fortuna lo que ha querido.

30 de Enero de 2006.              Córdoba, 1; Real Jaén, 0.