174. Los dos poderes de los aficionados
El desacuerdo que, después de la ley de
las Sociedades Anónimas Deportivas, se da entre los propietarios de un club,
(que, naturalmente, por muy generosos que sean, miran, como se dice habitualmente,
la peseta) y los aficionados (a los que, como es lógico, nunca parece
suficiente lo que se gasta) es uno de los dilemas o de las contradicciones del
fútbol tal como hoy se vive. De modo que ahí estamos, unos y otros, cada uno
con su tarea, siendo, en unos casos, más amigos y, en otros, menos, por no
decir, antagonistas. Planteado así, este problema no tiene solución, salvo que
las cosas vayan bien en lo deportivo y los aficionados (entre los que casi
siempre hay que incluir también a los propietarios) estén disfrutando con lo
que hace el equipo. Sólo en ese caso hay armonía entre todos. Pero cuando los
resultados y el juego no responden a lo esperado, surge la crisis, el mal
ambiente, el enfado, la irritación y el berrinche. Y en esos momentos se rompen
todos los equilibrios entre equipo, afición y club, y empiezan las estridencias
entre unos y otros. Decía hace un par de semanas Ronaldo, refiriéndose a una
situación de crisis como la que vive el Real Madrid, algo así como que es
precisamente en esas circunstancias cuando los aficionados tienen la obligación
de apoyar y ayudar al equipo. Pero no está tan claro que ello tenga que ser
así. Porque, si el fútbol es un espectáculo, es el espectador el que ha de
decidir su nivel de participación y conducta: es éste uno de los poderes que le
quedan al aficionado. El aplauso hay que ganarlo o con los éxitos o con las
actitudes. Como ya no son los dueños del club, una de las prerrogativas de los
seguidores es la capacidad de manifestarse como lo consideren oportuno (por
supuesto, dentro del respeto a todos e incluso de la cortesía y las buenas
formas exigibles en todas las ocasiones). La otra fuerza que poseen está en ser
imprescindibles porque ni tendría sentido un partido sin público y los dueños
de los clubes apenas tendrían en ese caso algún beneficio social, que es una de
las finalidades con las que hacen la inversión en fútbol. Como dice Vicente
Verdú, la relación del hincha con su equipo es irracional. Pero ello no es
óbice para que obedezca a patrones de comportamiento razonable y sensato. Pero
no obstante esto, ¿el aficionado debe ser ajeno y quedar al margen por completo
del manejo empresarial?
2
de Enero de 2006
175. El amante calvo
No se ha repetido en Cartagena el
resultado de la liga del año pasado. En aquella oportunidad, el Real Jaén, que
andaba a trancas y barrancas como casi siempre en los últimos tiempos, ofreció
con una victoria desahogada un cierto refresco a los aficionados. Aun faltaban
unas semanas para comenzar el que sería un bueno y excelente período de
triunfos, pero aquel éxito desahogó un poco a quienes apenas veían futuro al
equipo: fue una especie de placebo que, como se sabe, es esa sustancia que por
sí misma no cura pero produce un efecto positivo en el enfermo si éste la
recibe convencido de que posee las cualidades que imagina. Ayer pudo haber
ocurrido, al menos, algo parecido: hubo oportunidades y circunstancias
suficientes para que se repitiera la historia, pero al final no fue así y el
equipo sigue con sus dimes y diretes clasificatorios, cada vez con menos de cal
y más de arena, cuando estamos prácticamente a mitad del recorrido, que llega
el próximo domingo. Mientras, la impresión que tienen muchos aficionados es que
ahora la atención está puesta en otras cosas y que priman los intereses
empresariales sobre los deportivos como forma de arreglar estos últimos. Puede
que no sea así pero la verdad es que ya se ha dicho demasiadas veces eso de que
en forma de jugadores van a venir muchos y buenos salvadores de todo, de las
cosas y los resultados; que desde entonces el equipo va a funcionar de otra
manera; y que va a haber perdices para todos. Ojalá se cumplan todos estos
propósitos, y el grupo social de aficionados y seguidores podamos disfrutar un
buen rato de espléndidos momentos de alegría y entusiasmo. Lo que no parece
conveniente es posponer mucho tiempo lo que aparenta ser una etapa de
provisionalidad, por más que existan dificultades lógicas para conseguir fichar
a nuevos profesionales que saquen las castañas del fuego. No vaya a ocurrirle
al equipo lo que cuenta aquella fábula de Esopo que le pasó a un hombre que
tenía dos queridas al mismo tiempo, una muy vieja y la otra, demasiado joven.
Porque la mayor, para que no se notara que estaba con un hombre con muchos menos
años le arrancaba los pelos negros, mientras que la otra, con objeto de que
nadie se diera cuenta que tenía como amante a un viejo, le quitaba las canas.
Con lo que al final, naturalmente, se quedó calvo.
9
de Enero de 2006. Cartagena,
2; Real Jaén, 0.
176. Patatas y lechugas
Se lamentaba VICA hace unos días, en
las páginas de Diario Jaén, de lo desasistido de seguidores que suele estar el
campo de La Victoria los días en que juega el equipo titular. Y para situar su
queja recordaba la anécdota de aquel concejal que por los años sesenta
amenazaba con sembrar el campo de patatas si esa era la voluntad del
Ayuntamiento, dueño del estadio. Tiene razón VICA, y los que piensan y sienten
como él, de la desazón que produce observar el escaso número de seguidores que
acude a los partidos del Real Jaén, acrecentada esta visión pesimista con el
aumento de localidades que ha supuesto el nuevo estadio en comparación con el
anterior. Demasiado cemento, como les gusta decir a los aficionados castizos.
Bien es verdad que pocas actividades deportivas, cuando menos quincenales, hay
en la ciudad que aglutinen un número de espectadores semejante, por lo que
desde ese parámetro son muchos quienes siguen los avatares y circunstancias del
fútbol en comparación con otros espectáculos más o menos regulares. Pero hay
que reconocer que, desde algunos llenos que se produjeron cuando el equipo
estaba en la Segunda División, apenas pasan de mil, o tal vez dos mil, las
personas que habitualmente asisten a La Victoria, aunque la calidad
participativa y entusiasta, el entusiasmo y la pasión, razonable y
extraordinaria sea del máximo nivel, que una cosa no quita la otra. Muy pocos
desde luego, si nos fijamos en el número pero por supuesto nunca tan menguados
como para plantar patatas, tampoco olivos ahora que el financiero del club se
dedica a esta tarea en su vida profesional. La broma de VICA tiene su sentido y
no hay que echarla en el olvido, en la búsqueda de nuevos y más cuantiosos
seguidores. El caso es que hablando de verduras y hortalizas, podemos traer a
colación aquellos versos de Campoamor en los que recuerda, o inventa, que
cultivando lechugas Diocleciano, / ya decía en Salerno / que no halla mariposas
en verano / el que mata gusanos en invierno. Que ¿cómo se siembra hoy para que
mañana haya una amplia cosecha de muchos y animosos espectadores? Con los
resultados, por supuesto. Y con el buen juego, igualmente por supuesto. Pero
también con otras muchas cosas que a lo mejor de un tiempo acá se han olvidado
o han quedado en un rincón. Y sería urgente recuperar.
16
de Enero de 2006. Real
Jaén, 2; Marbella, 2.
177.
El linimento
No
anda el Real Jaén en lugares brillantes y solemnes de la clasificación sino que
deambula por los rincones oscuros e insalubres de los últimos puestos, donde
nada bueno se encuentra. El equipo, desde que casi roza la gloria hace una
eternidad cuando estuvo a punto de entrar en los puestos de la liguilla de
ascenso, se ha ido acercando poco a poco al precipicio o, por lo menos, a sus
alrededores. Y todo ello sin que nadie sepa por qué. ¿Qué ocurrió un día para
que todo se viniera abajo como si algo se hubiera roto de manera aparentemente
definitiva, cuando había empezado con los mejores augurios? Menos mal que ayer
se frenó el desplome. Ya estuvo a punto la semana anterior con el Marbella
pero, como si una fuerza más poderosa le hubiese atenazado la mente y la
energía, estropeó el tesoro que tenía a la mano. Ahora hay que seguir con la
tarea. Un buen amigo, Lorenzo Illanes, una de esas muchas personas que un
tiempo trabajaron de manera discreta con la gente joven, cuenta que a veces
para fortalecer el entusiasmo de los chavales ante los partidos de fútbol les
ponía en las piernas con cierta teatralidad un linimento, y que eso le daba
buenos resultados. Obviamente todo era sicológico pero les hacía crecerse, y en
esa confianza en sí mismos y en sus capacidades, fundamentaban en buena medida
sus éxitos. El linimento de marras no era sino una mezcla estable de algunas
sustancias comunes como bálsamo tranquilo, tintura de árnica, alcanfor, esencia
de trementina o aguarrás, aceite de oliva virgen, esencia de romero, salicilato
de metilo y alcohol para disolverlo todo. En definitiva, nada. ¡Eso sí! fuerza
y autoestima. Fortaleza de espíritu. Que de tanto hablar de lo físico se olvida
en demasía que la salud sicológica es más decisiva aun. Y a lo mejor sólo en la
carencia de energía anímica están todos los males del Real Jaén. Al menos eso
sugería ayer más de un aficionado, comentando los últimos minutos del partido
cuando el equipo dejó de enredar y enredar, y se decidió a mandar, empujar,
instigar, apremiar y hasta tirar a puerta, algo que no había hecho hasta
entonces. Aparte de algunos detalles técnicos, que siempre son de agradecer,
quizá la mejor contribución que pueden hacer los nuevos sería provocar y
reforzar el que el equipo se lo crea. Tal vez sea bastante.
23
de Enero de 2006. Real
Jaén, 1; Sevilla B, 0.
178. ¡Qué frío!
La Casa de Jaén en Córdoba recibió al equipo
y compartió con
los directivos de ambos clubes
un largo rato de convivencia Foto: Diario Jaén
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