22. El amigo pesimista
La
experiencia enseña que casi todos tenemos un amigo pesimista. Aquel que nos
sirve de advertencia para que vivamos precavidos y no creamos que todo el monte
es orégano, porque piensa que las cosas no van a mejorar mucho en el futuro. Y
es este amigo el que ya lo había anunciado hace bastante tiempo. Veréis,
aseguraba, cómo el Real Jaén no fichará a ningún jugador en el mes de enero.
Aducirá cualquier justificación, la que fuere, pero seguro que no se reforzará
en el llamado mercado de invierno. Puede que sea por desconfianza en los
asesores, por controlar el gasto o por cualquier otra razón pero os aseguro que
terminará la liga con lo puesto, con el equipo que hay. Nuestro razonamiento para
contradecirle dialécticamente era clarísimo: si el club, y especialmente su
presidente, está gastando su dinero, habrá que pensar que lo hace buscando una
rentabilidad, que desde luego no tiene por qué ser única y necesariamente
económica. No tiene sentido actuar de esta manera si luego la gente en general
vive al margen del equipo y además los escasos aficionados que quedan están
enfadados. En esas condiciones, ¿qué beneficio está ofreciendo el equipo a sus
patronos? Lo lógico será que ya que está invirtiendo, ello le sea rentable. Y
el único camino es un equipo competitivo que ilusione y tenga más horizontes
que el no descender a la Tercera División. Pero el amigo pesimista insistía en
lo mismo. Ya veréis cómo habrá alguna excusa pero el club no se reforzará en
Enero. Y así ha sido.
3
de Febrero de 2003. Real
Jaén, 1; Jerez de los Caballeros, 0.
23. Cádiz, uno y medio; Real Jaén, tres
y medio.
Éstos
han sido los goles conseguidos por cada equipo en la doble confrontación
liguera y, sin embargo, los gaditanos se han quedado, legítimamente por
supuesto, con los seis puntos en juego. La explicación es muy simple: en la
visita del Cádiz al estadio de La Victoria hubo que contarle a los amigos que,
aunque el Real Jaén había metido tres goles, al final había perdido porque dos
de ellos los había hecho en su propia portería y, en cuanto al partido del
pasado viernes, hay que repartir como buenos hermanos el mérito del primero. Y
no es la única vez que aparecen estos dislates de mala pata en lo que llevamos
de temporada sino que se han repetido de una u otra forma en más ocasiones.
Parece como si el teorema de Ginsberg y todos sus corolarios, especialmente
esos tan conocidos como el de la mantequilla y el de salir mal los
acontecimientos, hubiesen caído en el equipo como buitres. Pero no podemos
tirar la toalla. Todavía nos queda aplicar algún remedio social, alguna terapia
comunitaria que cambie el sentido de los resultados. Y a lo mejor, sin más
historias, la solución más sencilla es olvidarnos de tensiones y tomarnos las
cosas con humor, que es un sentimiento muy prudente, porque el fútbol a fin de
cuentas es un juego de irrealidades que no altera ni en lo bueno ni en lo malo
nuestra vida. Y de esta forma, además de estar más tranquilos y relajados
todos, también los profesionales que trabajarían sin presión como aconsejan los
sicólogos en trances difíciles, puede que nos topemos, como quien no quiere la
cosa, con el éxito.
10
de febrero de 2003. Cádiz, 2; Real Jaén,
0
24. De lenguajes gloriosos
En
una mesa redonda de periodistas deportivos, celebrada recientemente, para
deliberar sobre si se puede afirmar que hay una violencia específica en el
fútbol, independientemente de la que se da en la sociedad, y si, en el caso de
que la hubiere, ellos tienen cierta responsabilidad, algunos de los ponentes
defendieron la teoría de que hay una especie de acuerdo implícito entre este
tipo de prensa y sus lectores habituales de forma que se entiende que, cuando
utilizan palabras y términos heroicos, sublimes o épicos, éstos nunca deben
interpretarse en sentido literal sino que son una especie de metáfora o
simbolismo; que si hablan, por ejemplo, de que los jugadores están dispuestos a
morir en el campo, por supuesto que nadie que esté en sus cabales puede
concluir que se trata efectivamente de muerte real; o que referirse a triunfos
históricos, espléndidos o infinitos es una manera de hacer poesía y cualquier
persona sensata así lo entiende. El asunto sin duda es complejo y todo seguidor
de fútbol está en su derecho de opinar sobre este tipo de literatura pero lo
malo es que entre nosotros estas discusiones de lenguajes gloriosos sólo pueden
producir nostalgia. Nuestra situación deportiva es tan triste que hace ya
demasiado tiempo que en el Real Jaén los periodistas profesionales no tienen
oportunidad de emplear expresiones heroicas, sublimes o épicas. Y es una pena
pero así son las cosas y no nos queda otra solución, mientras se construye un
nuevo futuro, que echar mano de historias rutinarias. Lo que hace falta es que
éstas al menos sean positivas.
17
de Febrero de 2003. Real Jaén, 1; Betis B,
0.
25. Los ojalateros
Parecía el viernes pasado,
en el partido que el Real Jaén jugó en Algeciras, que los jugadores del Real
Jaén querían ser ojalateros. No hojalateros, que eso es otra cosa muy distinta
como todo el mundo sabe, sino ojalateros, escrito así sin la hache inicial, de
los del “dice el padre prior que bajéis al huerto, que trabajéis y que después
merendaremos”. Sin crear una sola clara ocasión de gol en todo el partido y por
tanto sin ninguna posibilidad de marcar en la portería contraria, el equipo se
quedó como simple espectador de su propio destino cuando un defensa del
Algeciras, enfrentado solo con el balón y sin que nadie le acosara, puso el uno
en el casillero giennense: por una vez íbamos a tener la suerte de nuestra
parte. Pero al final fue el árbitro el que tomó otra iniciativa, esta vez en
contra de nuestro equipo, y cedió la ventaja a los contrarios. Era tan tarde
que ya no hubo tiempo de intentar de nuevo ni lo de ojalatero ni alguna otra
alternativa. Lo de ojalatero viene del lenguaje militar referido a los que
desde fuera, como en el caso del mensajero del prior, estimulan a otros al trabajo
y luego se apuntan a disfrutar de la victoria: ojalá ataquen ellos y ojalá
ganemos nosotros. La palabra hace tiempo que tuvo éxito y el diccionario la da
como referida al que únicamente se limita a desear el éxito de su partido o
grupo sin colaborar en ello. El Real Jaén pudo esta vez haber ganado sin tirar
nunca a puerta y lo habría merecido como compensación a otros partidos
anteriores. Pero no pudo ser. Otra vez será.