229. De dinero y santidad…
Conocer
las verdaderas intenciones por las que un empresario, se supone triunfador, se
ofrece a invertir cientos de millones en una empresa en principio bastante
ruinosa es un misterio impenetrable. Pero, más allá de esos propósitos
cualesquiera que fuesen, la verdad es que se ofreció y se comprometió
públicamente con toda la parafernalia un proyecto para el Real Jaén, a cinco
años como mínimo y las máximas expectativas, que muy pronto ha empezado a tener
grietas, graves goteras. Como una casa que se cae cuando aun no están puestos
los cimientos o el coche de carreras que choca en la parrilla de salida. ¡Muy
presto para empezar a dar tumbos con la primera copa! Quedan en la entidad unos
cuantos asuntos económicos sin resolver, como la romería a que se ve obligado
el equipo por no tener el campo satisfactorio de entrenamiento prometido o la
deuda con la AFE ,
por citar algunos. Mas el problema gravísimo es la dificultad de cobro que
tienen los profesionales, una situación que además de zaherir a los afectados,
deteriora la imagen de la entidad, que ya empieza a ser citada como morosa en
la prensa española. Quienes somos legos en el arte del negocio y en el del
saber de la economía nos aturrullamos con algunas expresiones y frases de alto
alcance técnico si bien es verdad que hay otras que se entienden un poco, como
lo de financiar con déficit, que a fin de cuentas es entramparse, o tener
músculo económico que viene a ser como gozar de poder económico. Lo de falta de
liquidez, que es la causa aducida para el conflicto, suena un poco a como el
que no tiene suelto porque ha dejado la cartera en casa. O al que se le ha
olvidado la tarjeta para sacar dinero de la máquina, y le pide al compañero que
le preste algo para salir de algún apuro. Una circunstancia que todos hemos
vivido en alguna ocasión. Pero, cuando esta conducta empieza a repetirse más de
la cuenta, es lógico que empiecen las sospechas. Es obvio que, aunque no
desembolsara más dinero, siempre habría que reconocerle lo que ha sufragado
hasta ahora pero tanta falta de liquidez, además de generar una terrible
desconfianza y desesperanza, le está sonando al castizo como lo de aquella
sentencia popular, que “de dinero y santidad, la mitad de la mitad”, dicho sea
sin ánimo de ofender. Y, al final, la solución se vislumbra que viene de donde
siempre. ¡La vida! (Y ¡vaya partido el de ayer!).
5
de febrero de 2007 Écija, 3;
Real Jaén, 3
.
230. Científicamente
Imágenes como ésta con pleno de aficionados
y la compañía de
una peña son una fuente
de estímulo muy grato. Foto: Diario Jaén
|
12
de Febrero de 2007 Real Jaén, 0; Villanueva de Córdoba,
0
231. Autoridad y poder
En la vida hay veces en las que se
acumulan un montón de lo que podríamos llamar pequeñas desgracias que, sin
hacernos gravemente menesterosos, nos fastidian más de la cuenta y nos dejan un
sabor amargo. Es como eso de llevar chinitas en el zapato o que a uno le
invadan los mosquitos, que por supuesto no llevan peligro de muerte pero
mortifican y desagradan un rato. Pues algo así le ha estado pasando estas
últimas semanas al Real Jaén en el plano deportivo, porque de lo otro ya está
dicho todo lo que hay que decir. Pero en el ámbito competitivo sí que ha habido
algo de esos picores que molestan pero no matan y le han cortado un poco el
cuerpo. El ejemplo más visible es la actuación del árbitro en el partido del
sábado. Y no ya porque le perjudicara ostensiblemente, que al final viene a ser
lo de menos y tan lamentable e injusto hubiese sido al contrario, sino porque
fue un modelo patente de cómo puede destrozarse un partido por exceso de poder
y falta de autoridad. La actuación del árbitro manifestó claramente su
desconocimiento de la distinción entre los factores ponderables y los
imponderables de cualquier actividad social. Los primeros son objetivos, que no
cabe interpretar más que en un solo sentido: la distancia de una barrera ante
una falta o las dimensiones del terreno de juego no son opinables. O están
dentro de lo legislado o no lo están. Pero los coeficientes imponderables son
aquellos que sólo valen subjetivamente, que exigen ser interpretados: el nivel
de violencia de una entrada o las maniobras dilatorias para perder tiempo, son
fenómenos cualitativos y no cuantitativos. Y aquí en este terreno es donde
falló estrepitosamente el árbitro. Si aceptamos aquella antigua y conocida
distinción que hacían los romanos entre autoridad y poder, hay que dejar claro
que su actuación fue la propia de quien no se siente seguro de la primera y
tiene que echar mano del poder que le proporcionan los reglamentos. Su proceder
de un continuo y absurdo ¡ojo, que aquí mando yo!, mezclando el concepto de
tarjeta con el de falta, sólo sirvió para destrozar el fútbol. Una cosa es una
equivocación precisa en una jugada y otra el estilo, formalmente altanero, de
quien actúa carente de preeminencia y condición, justo en un partido que se
caracterizó por la cortesía y la buena educación de sus protagonistas.
Actuaciones así no deberían permitirse.
19
de Febrero de 2007 Portuense,
1; Real Jaén, 1
232. La ley de la gravedad
¡A
ver qué remedio queda y qué es lo que se puede hacer! Son las leyes físicas que
rigen el mundo y contra ellas hay escasas, o nulas, posibilidades de maniobra.
Resulta que por todas las circunstancias que se movían en torno al partido de
ayer, incluyendo la admirable y portentosa buena imagen que el Cartagena había
dejado en la visita a La
Victoria , el Real Jaén sufría una muy dura y sombría amenaza
a cuenta de la ley de la gravedad, esa manera que tiene la Naturaleza de
comportarse haciendo que las cosas caigan y vaya para abajo, en lugar de
hacerlo hacia arriba. De acuerdo con ese código, los objetos y las personas,
salvo que algo lo impida, tienden naturalmente a desplazarse desde lo alto a lo
bajo, descienden y no ascienden. Y como una consecuencia derivada de ello es la
regla general de la vida, que se confirma a cada instante, de que se va para
abajo mucho más rápido que para arriba, vamos que es más fácil caerse que subir
hasta el cielo. Y eso es lo que está padeciendo el Real Jaén desde hace no
demasiado tiempo. ¡Con lo que le costó ir remontando escalones hasta llegar a
los puestos de la gloria y privilegio en la clasificación! Pasaron semanas y
semanas, que parecían eternas, en ese duro y difícil proceso. Jornadas hubo en
las que, a pesar de haber ganado el partido de turno, el equipo continuaba
clasificado en el mismo puesto. ¡Con lo abrupto, fatigoso y duro que resultó!
Pues ahora, como de golpe, da la impresión de que se ha perdido casi todo el
tesoro. Aunque objetivamente no sea así ni resulte necesario andar llorando por
las esquinas la tragedia inevitable de que ya poco queda por hacer, porque en
realidad hay mucha esperanza todavía, da la impresión, sobre todo después del
desconsuelo del partido de ayer, de que se ha dilapidado la fortuna acumulada.
El primer traspié de este último ciclo aconteció en Écija pero las
particularidades del partido tranquilizaron todas las conciencias futbolísticas
de unos y de otros, de todos. Sin embargo desde esa tarde todo ha sido un
sometimiento pleno a la ley de la gravedad: bajar y bajar, tropezones y caída.
¿Qué ha ocurrido para llegar hasta aquí? Ahora resulta imprescindible la calma
para averiguar las causas y resultarían imprudentes los análisis a la ligera.
En todo caso, podemos recordar aquella llamada de angustia del poeta Juan Ramón
Jiménez cuando reclamaba: inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas.