JULIO 2004


96. La globalización del fútbol

La Copa de Europa de Portugal ha puesto de relieve una vez más las ventajas de una de los más interesantes normas que todos sabemos que favorecen la vida en común de la gente. Bien es cierto que habitualmente se aplica sólo al ámbito de lo político pero desde luego es recomendable a cualquier escena social. Se trata de aquel principio que asegura que no hay mejor remedio para resolver los problemas internos de una ciudad, un país o un colectivo, que buscarse un enemigo externo con el que la colectividad tenga que competir o pelear. La necesidad de enfrentarse a una potencia extranjera, futbolísticamente se entiende en este caso, ha aglutinado a todos los ciudadanos de cada uno de los países participantes en torno a sus símbolos más representativos.
         Pero la energía que origina y produce esta situación no debe ser desaprovechada. Parecería un lujo de nuevos ricos despilfarrar la fuerza que generan estas situaciones y a alguien se le ha ocurrido que podría utilizarse en beneficio de todos. ¿Cómo prescindir de un entusiasmo colectivo tan intenso, tan fuerte y tan animoso en torno a un equipo, una bandera, un himno, unos colores y unos objetivos?.
Hagamos rentable la lección. ¿Tenemos problemas en constituir vitalmente Europa? ¿Los ciudadanos europeos se sienten ajenos a sus instituciones?. Organicemos una super-liga mundial, en la que puedan intervenir unos doce equipos que representen a todo el Planeta. Puede hacerse por localizaciones geográficas. En África, por ejemplo, se harían cuatro equipos: el África mediterránea, el Sahel, África central y el Sur. O también por los organismos supranacionales que piensan en una posterior unión política.
         Ya ha habido quien ha dicho que la UE se constituirá vitalmente y los ciudadanos se sentirán integrados el día que Europa tenga un ejército que actúe en su nombre o un equipo de fútbol que popularice un himno, una bandera, unos colores y unos objetivos. Es una de las dos lecciones fundamentales que ha confirmado la experiencia portuguesa.

5 de Julio de 2004.


97. Goles para vivir

Junto a la capacidad casi mágica que tiene el fútbol de que todos los que pertenecen a una misma comunidad se aglutinen juntos y entusiasmados en torno a una bandera, un himno, un escudo, unos colores y unos objetivos, las crónicas portuguesas han confirmado otra experiencia de la que estamos todos convencidos pero que no obstante no es malo volver a reconocer. Es la capacidad de ensoñación que produce esta actividad, tal como está organizada y es vivida por tantísima gente. La euforia, la alegría y el alborozo que crea algo tan simple como conseguir un gol.
         Los científicos se han ocupado muchas veces en analizar este fenómeno que supone consecuencias casi prodigiosas. Pero lo que más impresiona es esa gigantesca autoestima colectiva que permite a cada persona ver la vida de otra manera sin que la vida misma haya cambiado nada. Que, sin haberse modificado para nada su situación personal (mantiene los mismos problemas y las mismas alegrías; no se ha hecho ni más rico ni más pobre) sin embargo por la calle, en la casa, en el trabajo y con los amigos todo el mundo está y se siente más contento, más feliz. La vida ha adquirido de pronto un color y una luz que antes no tenía. Porque lo normal es que uno se ponga muy contento cuando supera una enfermedad, encuentra trabajo si está en paro o le toca la lotería. Pero el éxito del equipo no transforma nada y sin embargo tiene efectos absolutamente beneficiosos para la moral y el delirio común.
         Y es que, como ya opinaba Wenceslao Fernández Flores, a pesar de la urgencia de bienes básicos y de tantas necesidades como se tenían (escribe en 1949), lo que en realidad hacía falta para resolver problemas no eran sino goles. El caso es que todos los domingos y días de fiesta, decía, centenares de miles de compatriotas van a buscar su ración de goles que, decía sin duda exagerando, hacen falta lo mismo que hace falta trigo y caucho y gasolina y algodón.
El gol en realidad es una quimera pero el entusiasmo, que incluso se debe conseguir antes del triunfo, resulta imprescindible como el aire.

12 de Julio de 2004.


98. Kilómetro cero

         Dicen los libros que una de las cualidades que nos diferencian a los hombres del resto de los animales es que, mientras que ellos están sometidos a lo que tienen delante y no pueden mirar más allá de lo inmediato, nosotros los humanos poseemos el pasado, el presente y el futuro y, como consecuencia de ello, podemos y sabemos hacer proyectos, programar el camino a recorrer y planificar las cosas y en cierto modo hasta la vida misma.
         Dejando a un lado lo del resto de los animales, que vaya usted a saber de lo que son capaces, la verdad es que siempre andamos metidos en planes, propósitos, intenciones y objetivos. Nos resulta tan imprescindible esta forma de organización que sabemos que no llegaríamos muy lejos si dejamos todo al azar, a lo que resulte o lo que salga. La experiencia nos enseña cada día a todos que, si hasta preparando hasta el último detalle nos falla tantas veces lo que pretendemos conseguir, poco podemos esperar si nos lanzamos sin una preparación adecuada. Únicamente los imprudentes, que los hay y son más de lo que parece en el mundo deportivo, y los muy afortunados, aquellos que tienen a su lado un genio de la lámpara dadivoso y derrochador, pueden permitirse el lujo de organizar el trabajo y su vida sin más contemplaciones.
         Hablando de fútbol y del Real Jaén, estamos justamente en el momento preciso para cerrar la fase teórica y empezar desde el kilómetro cero el nuevo trayecto que impone de manera impasible el calendario. En el marco del proyecto global que ofreció el actual equipo dirigente, es ahora cuando se abre la oportunidad de concretar en la realidad las esperanzas y las ilusiones suscitadas. La travesía por el mundo de la competición oficial es la única prueba del acierto o desacierto de lo planificado, excluido naturalmente el capricho de los dioses a la hora de repartir la fortuna y la (buena o mala) suerte.
         Por lo que se conoce de cómo están funcionando las cosas en la entidad, parece que hay un buen trabajo y que el único capítulo que no acaba de funcionar es la colaboración ciudadana, un asunto delicado que merece una reflexión propia.

19 de Julio de 2004.


99. Teruel existe

Muchos recordarán cómo hace un par de años los habitantes y ciudadanos de Teruel lanzaron una campaña propagandista en la que trataban de mostrar y demostrar que su tierra y su gente apenas tenían protagonismo en la vida social española y en los medios de comunicación. Se quejaban, por supuesto, de la falta de inversiones, públicas y privadas, pero daba la impresión de que en el fondo lo que más les dolía era el olvido casi generalizado, que ellos creían, de su existencia. Nadie se acuerda, venían a decir, de nosotros, de que estamos aquí. Desde entonces aquella campaña ha pasado a ser referencia inevitable cuando alguien empieza a pensar en su marginación.
         Tiene bastante relación este episodio con el comentario que hacía un aficionado y seguidor del Real Jaén cuando decía que, mientras en otras ciudades hablan en primer lugar de sus equipos y sólo después de los grandes y famosos, en Jaén lo hacemos al revés y únicamente nos interesamos de nuestras cosas, de lo nuestro, al final de la serie. Es como lo de Teruel pero desde dentro. Si ellos se lamentaban de que los demás les hemos dejado a un lado, en Jaén, en nuestra tierra, somos nosotros los que a veces desatendemos nuestras cosas.
         Es justamente lo que, como símbolo, está pasando con el enojoso asunto del euro que se cobra en el aparcamiento de la zona Oliva.va para el club, para el Real Jaén (que por cierto a lo mejor siendo voluntario sería mejor aceptado). En ese escenario no se analizan los sentimientos personales ni los puntos de vista individuales. De lo que se trata es de colaborar con una institución nuestra. A uno puede no interesarle el Real Jaén ni el fútbol y ni siquiera el deporte pero, si hay algunos miles de jaeneros, de convecinos nuestros, interesados en esa actividad, hay que echarles una mano por modesta que sea. Y eso no significa nada más. Es como si la Universidad nos pidiera una colaboración, también simbólica, y uno cometiera la tontería de justificar su negativa asegurando que le atrae más y considera más relevantes a las universidades, por ejemplo, de Oxford o la Complutense, que llevan muchos siglos de existencia.

26 de Julio de 2004.