92. El tratamiento aristocrático
Sin
duda de que muchos aficionados recordarán la anécdota del anterior presidente
del Real Jaén cuando vino a hacerse cargo del equipo y se lamentó de cómo era
posible que hubiese jugadores con contrato en vigor para varios años. ¡Como si
fuesen Zidane!, parece que dijo. Hubo naturalmente que aclararle que
precisamente esa circunstancia era el único condominio del club en ese momento,
que además, por supuesto, de su patrimonio histórico, cultural y afectivo la
valía de esos jugadores representaba el único aval que podría mostrar el club a
cualquier institución o colectivo, que no había ninguna otra cosa de valor en
el haber. De este hecho derivan evidentemente dos consecuencias significativas:
una, económica pero otra, y más decisiva, social.
Ya
se sabe que los clubes de fútbol forman parte de ese amplio grupo de entidades
en las que los trabajadores o empleados constituyen el verdadero poder público
y son el punto de referencia y relevancia social del mismo. El famoso
investigador al que trae desde el extranjero una industria, el pintor de
excelencia fichado por una galería de arte que quiere hacerse conocida y
prestigiosa o el personaje popular contratado permanente para las campañas
publicitarias son algunos ejemplos de esta situación singular que beneficia
desde luego a unos y a otros pero que también plantea algunas dificultades
añadidas. Decía hace poco tiempo un comentarista que, cuando el año pasado el
Real Madrid organizó, como decisión de empresa, aquella expedición a Asia, los
jugadores se dieron cuenta de pronto de que ya no tenían tratamiento
aristocrático, que estaban sometidos a reglas mundanas como empleados de lujo y
cada día pintaban menos, como se había demostrado cuando el Ayuntamiento les
impidió acceder a la Cibeles.
La inquietud que hay detrás de este
hecho es descubrir cuál es el espacio social que tienen los jugadores dentro de
la sociedad, empresa y público, que les cobija porque del éxito de esa tarea
dependen muchos beneficios para todos. De no acertar entre todos en este
equilibrio, se pueden originar perjuicios evidentes como ha ocurrido en algunos
clubes de los más famosos.
7
de Junio de 2004.
93. La microeconomía
Cuando
la utilización de la estadística empezó a generalizarse, el lenguaje corriente
hizo muy popular aquello que podemos describir como la teoría del pollo. Se
trataba de una observación muy elemental y consistía en poner en duda, o mejor
en solfa, a la nueva ciencia y su aplicación a la vida. El razonamiento
explicaba que si tenemos un pollo y una persona se lo come mientras la otra se
queda a dos velas, la estadística sin embargo llegará a la conclusión de que
cada una se ha comido la mitad, lo que, visto desde cerca y a la ligera, tira
por tierra todos los saberes universales.
Sabemos que las cosas no son así de
sencillas y que esta crítica satírica no es más que una broma cargada de ironía
contra los intelectuales y los teóricos que, a veces, en lugar de resolver los
problemas no hacen sino complicar más las cosas. Pero encierra un punto de
verdad que no conviene dejar a un lado. Y es la contradicción que se da con más
frecuencia de lo razonable entre las grandes cifras de las cuentas del Estado y
la realidad de la economía familiar y personal de cada uno; que una cosa es la
inflación en Europa o en España y otra la subida de precios que acaba
imponiéndose al tendero de la esquina; una cosa es la macroeconomía y otra la
microeconomía.
Pues ahora en el fútbol estamos en la
macroeconomía, en las grandes cuentas y los grandes acontecimientos, algo sin
duda muy interesante y que cuando menos entretiene mucho. Pero no podemos
olvidar que después de la feria viene la rutina de cada día y que en este
aproximadamente mes en el que vamos a estar pendientes de Portugal se está
cociendo en la cocina doméstica la planificación de nuestros equipos que a fin
de cuentas son después los que nos dan alegrías o tristezas durante todo el
año. Que toda esta fiesta del fútbol pasa pronto y luego los domingos, uno tras
otro, y las clasificaciones no perdonan a los que se han distraído.
Y
en estas semanas hay dos tareas ineludibles que hacer: la directiva, preparar
un equipo razonable, y los aficionados inscribirse como socios aunque sea
simplemente para poder exigir después con legitimidad. Y a nadie le conviene
despistarse.
14
de Junio de 2004.
94. La agonía ibérica
Quienes
andábamos a finales de los cincuenta y principios de los sesenta haciendo
nuestros primeros escarceos literarios, precisamente en el Diario Jaén, junto
con algo de teoría política y algún otro menester de ese tipo (que seguramente
recordarán casi todos los de entonces) solíamos sonreírnos, con la suficiencia
propia de la gente joven que quiere hacer cosas importantes, entre otras
chanzas de una que podríamos titular el cura y Miguel de Unamuno. La historieta
refería que un cura de un pueblo insistía una y otra vez en sus sermones y
pláticas contra don Miguel ya que le había enfadado muchísimo que éste hubiera
escrito un libro titulado “La agonía del cristianismo”, como si nuestra
religión estuviese ya a punto de terminar, aseguran que decía una y otra vez, y
no fuera eterna. La martingala del asunto está, para quien no haya leído el
libro o no lo recuerde, en los dos significados básicos de la palabra agonía.
Agonía quiere decir lo que todos sabemos: proximidad a la muerte, pero también
lucha y contienda, que es el sentido en el que la utiliza y que explica Unamuno
al principio del libro. De donde se deducía que el referido clérigo no había
leído ni por asomo el libro que no acababa de criticar.
Y en esas hemos estado hasta ayer por
la tarde: agonizando en los dos sentidos de la palabra. El lenguaje belicista y
de epopeya que mucha gente utiliza a la hora de hablar de victorias y derrotas
se nos acaba contagiando y nos empuja a vivir un partido de fútbol como si
estuviese en juego el final del mundo y de los tiempos. Y casi fue así.
Locutores y comentaristas ha habido que han recordado la batalla de Aljubarrota
en 1385 que los portugueses consideran el símbolo de la derrota española. O
morimos nosotros o mueren ellos, dijo el seleccionador de Portugal. Ha sido una
agonía terrible, una lucha robusta y vigorosa mientras los dioses, comandados
por Júpiter como en la guerra de Troya, tuvieron la libertad de auxiliar cada
uno al bando que quiso.
Después
quedan nuevas agonías: la que todos los perdedores van llorando por las
esquinas y que a fin de cuentas resulta irreversible en su desgracia, y la que
renace para los supervivientes.
21
de Junio de 2004. Portugal,
1; España, 0, en la Eurocopa.
95. Razones y emociones
Planteaba
el otro día José Eugenio Lara, dejando a un lado los aspectos técnicos que
citaba, un tema de alto interés para el desarrollo deportivo, del Real Jaén en
este caso, pero aplicable a los aspectos generales organizativos. El asunto de
fondo que sugería es la comunicación necesaria e imprescindible que, para
garantizar el éxito de un proyecto, debe haber entre los responsables de un
club y el grupo social al que pertenece.
El
tema es obviamente muy importante y exige un análisis múltiple y desde diversos
puntos de vista. Pero de entrada todo el mundo estará de acuerdo en un primer
principio general: esta comunión entre directivos y masa social (como se dice
ahora en una expresión de no muy buen gusto) no es sólo una condición previa
para que algo funcione sino que, mirando bien las cosas, se convierte en el
objetivo final de cualquier tarea colectiva hasta el punto de que fallar en
esto es dar al traste con todo el invento.
Desde
hace unos cuantos siglos se viene diciendo, y así lo cree la mayoría de la
gente, que son dos los motores que tenemos los seres humanos para ponernos en
marcha y hacer las cosas que la vida nos exige: por una parte la razón y, por
otra, el sentimiento o las emociones. Incluso está muy extendida la creencia de
que esas dos fuerzas son contrapuestas de manera que cada una tira para su lado
tratando de anular a la otra, y se suele creer que el equilibrio entre ambas es
la mejor garantía de éxito en la vida. Y desde luego esto vale tanto para las
personas como para los grupos.
Toda
esta teoría tiene mucho que discutir y las cosas no son tan simples como parece
a primera vista pero ilustra muy bien sobre el debate planteado para poder
describir cómo la actual junta directiva del Real Jaén ha cubierto hasta unos
límites admirables la racionalidad poniendo orden y seriedad en lo que era un
caos absoluto, lo que ya es de por sí un mérito digno del mayor elogio. Pero a
lo mejor le ha faltado algo de sentimiento en su expresión pública, teniendo en
cuenta, además, los aspectos positivos y negativos que encierra en el ámbito de
las emociones ese fenómeno tan singular llamado fútbol.