JUNIO 2004


92. El tratamiento aristocrático

Sin duda de que muchos aficionados recordarán la anécdota del anterior presidente del Real Jaén cuando vino a hacerse cargo del equipo y se lamentó de cómo era posible que hubiese jugadores con contrato en vigor para varios años. ¡Como si fuesen Zidane!, parece que dijo. Hubo naturalmente que aclararle que precisamente esa circunstancia era el único condominio del club en ese momento, que además, por supuesto, de su patrimonio histórico, cultural y afectivo la valía de esos jugadores representaba el único aval que podría mostrar el club a cualquier institución o colectivo, que no había ninguna otra cosa de valor en el haber. De este hecho derivan evidentemente dos consecuencias significativas: una, económica pero otra, y más decisiva, social.
Ya se sabe que los clubes de fútbol forman parte de ese amplio grupo de entidades en las que los trabajadores o empleados constituyen el verdadero poder público y son el punto de referencia y relevancia social del mismo. El famoso investigador al que trae desde el extranjero una industria, el pintor de excelencia fichado por una galería de arte que quiere hacerse conocida y prestigiosa o el personaje popular contratado permanente para las campañas publicitarias son algunos ejemplos de esta situación singular que beneficia desde luego a unos y a otros pero que también plantea algunas dificultades añadidas. Decía hace poco tiempo un comentarista que, cuando el año pasado el Real Madrid organizó, como decisión de empresa, aquella expedición a Asia, los jugadores se dieron cuenta de pronto de que ya no tenían tratamiento aristocrático, que estaban sometidos a reglas mundanas como empleados de lujo y cada día pintaban menos, como se había demostrado cuando el Ayuntamiento les impidió acceder a la Cibeles.
         La inquietud que hay detrás de este hecho es descubrir cuál es el espacio social que tienen los jugadores dentro de la sociedad, empresa y público, que les cobija porque del éxito de esa tarea dependen muchos beneficios para todos. De no acertar entre todos en este equilibrio, se pueden originar perjuicios evidentes como ha ocurrido en algunos clubes de los más famosos.

7 de Junio de 2004.


93. La microeconomía

Cuando la utilización de la estadística empezó a generalizarse, el lenguaje corriente hizo muy popular aquello que podemos describir como la teoría del pollo. Se trataba de una observación muy elemental y consistía en poner en duda, o mejor en solfa, a la nueva ciencia y su aplicación a la vida. El razonamiento explicaba que si tenemos un pollo y una persona se lo come mientras la otra se queda a dos velas, la estadística sin embargo llegará a la conclusión de que cada una se ha comido la mitad, lo que, visto desde cerca y a la ligera, tira por tierra todos los saberes universales.
         Sabemos que las cosas no son así de sencillas y que esta crítica satírica no es más que una broma cargada de ironía contra los intelectuales y los teóricos que, a veces, en lugar de resolver los problemas no hacen sino complicar más las cosas. Pero encierra un punto de verdad que no conviene dejar a un lado. Y es la contradicción que se da con más frecuencia de lo razonable entre las grandes cifras de las cuentas del Estado y la realidad de la economía familiar y personal de cada uno; que una cosa es la inflación en Europa o en España y otra la subida de precios que acaba imponiéndose al tendero de la esquina; una cosa es la macroeconomía y otra la microeconomía.
         Pues ahora en el fútbol estamos en la macroeconomía, en las grandes cuentas y los grandes acontecimientos, algo sin duda muy interesante y que cuando menos entretiene mucho. Pero no podemos olvidar que después de la feria viene la rutina de cada día y que en este aproximadamente mes en el que vamos a estar pendientes de Portugal se está cociendo en la cocina doméstica la planificación de nuestros equipos que a fin de cuentas son después los que nos dan alegrías o tristezas durante todo el año. Que toda esta fiesta del fútbol pasa pronto y luego los domingos, uno tras otro, y las clasificaciones no perdonan a los que se han distraído.
Y en estas semanas hay dos tareas ineludibles que hacer: la directiva, preparar un equipo razonable, y los aficionados inscribirse como socios aunque sea simplemente para poder exigir después con legitimidad. Y a nadie le conviene despistarse.

14 de Junio de 2004.


94. La agonía ibérica

Quienes andábamos a finales de los cincuenta y principios de los sesenta haciendo nuestros primeros escarceos literarios, precisamente en el Diario Jaén, junto con algo de teoría política y algún otro menester de ese tipo (que seguramente recordarán casi todos los de entonces) solíamos sonreírnos, con la suficiencia propia de la gente joven que quiere hacer cosas importantes, entre otras chanzas de una que podríamos titular el cura y Miguel de Unamuno. La historieta refería que un cura de un pueblo insistía una y otra vez en sus sermones y pláticas contra don Miguel ya que le había enfadado muchísimo que éste hubiera escrito un libro titulado “La agonía del cristianismo”, como si nuestra religión estuviese ya a punto de terminar, aseguran que decía una y otra vez, y no fuera eterna. La martingala del asunto está, para quien no haya leído el libro o no lo recuerde, en los dos significados básicos de la palabra agonía. Agonía quiere decir lo que todos sabemos: proximidad a la muerte, pero también lucha y contienda, que es el sentido en el que la utiliza y que explica Unamuno al principio del libro. De donde se deducía que el referido clérigo no había leído ni por asomo el libro que no acababa de criticar.
         Y en esas hemos estado hasta ayer por la tarde: agonizando en los dos sentidos de la palabra. El lenguaje belicista y de epopeya que mucha gente utiliza a la hora de hablar de victorias y derrotas se nos acaba contagiando y nos empuja a vivir un partido de fútbol como si estuviese en juego el final del mundo y de los tiempos. Y casi fue así. Locutores y comentaristas ha habido que han recordado la batalla de Aljubarrota en 1385 que los portugueses consideran el símbolo de la derrota española. O morimos nosotros o mueren ellos, dijo el seleccionador de Portugal. Ha sido una agonía terrible, una lucha robusta y vigorosa mientras los dioses, comandados por Júpiter como en la guerra de Troya, tuvieron la libertad de auxiliar cada uno al bando que quiso.
Después quedan nuevas agonías: la que todos los perdedores van llorando por las esquinas y que a fin de cuentas resulta irreversible en su desgracia, y la que renace para los supervivientes.

21 de Junio de 2004.             Portugal, 1; España, 0, en la Eurocopa.


95. Razones y emociones

Planteaba el otro día José Eugenio Lara, dejando a un lado los aspectos técnicos que citaba, un tema de alto interés para el desarrollo deportivo, del Real Jaén en este caso, pero aplicable a los aspectos generales organizativos. El asunto de fondo que sugería es la comunicación necesaria e imprescindible que, para garantizar el éxito de un proyecto, debe haber entre los responsables de un club y el grupo social al que pertenece. 
El tema es obviamente muy importante y exige un análisis múltiple y desde diversos puntos de vista. Pero de entrada todo el mundo estará de acuerdo en un primer principio general: esta comunión entre directivos y masa social (como se dice ahora en una expresión de no muy buen gusto) no es sólo una condición previa para que algo funcione sino que, mirando bien las cosas, se convierte en el objetivo final de cualquier tarea colectiva hasta el punto de que fallar en esto es dar al traste con todo el invento.
Desde hace unos cuantos siglos se viene diciendo, y así lo cree la mayoría de la gente, que son dos los motores que tenemos los seres humanos para ponernos en marcha y hacer las cosas que la vida nos exige: por una parte la razón y, por otra, el sentimiento o las emociones. Incluso está muy extendida la creencia de que esas dos fuerzas son contrapuestas de manera que cada una tira para su lado tratando de anular a la otra, y se suele creer que el equilibrio entre ambas es la mejor garantía de éxito en la vida. Y desde luego esto vale tanto para las personas como para los grupos.
Toda esta teoría tiene mucho que discutir y las cosas no son tan simples como parece a primera vista pero ilustra muy bien sobre el debate planteado para poder describir cómo la actual junta directiva del Real Jaén ha cubierto hasta unos límites admirables la racionalidad poniendo orden y seriedad en lo que era un caos absoluto, lo que ya es de por sí un mérito digno del mayor elogio. Pero a lo mejor le ha faltado algo de sentimiento en su expresión pública, teniendo en cuenta, además, los aspectos positivos y negativos que encierra en el ámbito de las emociones ese fenómeno tan singular llamado fútbol.

28 de Junio de 2004.