JULIO 2007


250. Fuera la sociología

Ya ha empezado el ruido. Al menos han comenzado a sonar los primeros compases de un discurso que busca y pretende ser envolvente para atraer al mayor número posible de aficionados al Real Jaén. Una tarea que, aunque resulta obligada en todo tiempo porque no hay que perder ninguna oportunidad de aumentar la clientela, es propia del presente período litúrgico. La directiva giennense, de acuerdo con esta lógica de los ritmos, ha iniciado de manera formal la busca y captura de seguidores del equipo que puedan estar dispuestos a firmar y sellar un firme compromiso: acudir a los partidos de La Victoria durante toda la competición. A fin de cuentas es de lo que se trata: estar presentes llueva, haga sol, arrecien los fríos, no se sepa dónde aparcar o, especialmente, se pierdan partidos. En esto consiste el intríngulis de la fidelidad al equipo: bajar al estadio cuando pintan bastos. ¿Es acaso una campaña de captación de socios una llamada a los masoquistas? Sin llegar a tanto, la dificultad está, como es obvio, en enganchar en el proyecto a los indecisos, a quienes están en otras guerras, a los tibios y distanciados, a los escépticos e irresolutos pero, sobre todo, a los que no acaban de convencerles estas lides. En la literatura convencional sobre la integración de un grupo circula la siguiente escala según el grado de participación o complicidad: están en primer lugar los llamados subversivos, es decir, los dispuestos a todo por la organización; a continuación vienen los colaboradores, listos a echar una mano; los simpatizantes, personas que lo ven con agrado; después, los indecisos, que andan dudando si implicarse o abandonar; y, por último, los indiferentes, a quienes no interesa nada la cuestión. Bueno, pues la consistencia del fútbol es de una naturaleza tan especial que todo ese enjambre de teorías y sesudos estudios de eminentes sociólogos se quedan sin utilidad con lo que se llama de manera poco sugestiva un “fichaje mediático”. Ya se sabe, o mejor se supone que vaya usted a saber si no nos sorprenden con algo así, que entre los planes de la directiva no entra fichar a Raúl o a Eto´o para la próxima temporada. Pero no hay mejor invento para llenar por anticipado un campo que traer a algún héroe futbolístico. Hasta se puede uno ahorrar la campaña propagandística y agarrarse al boca a boca, que es lo último en marketing publicitario.

2 de Julio de 2007


251. Entrenadores (1)

         Pues aunque a algún aficionado le pueda parecer casi un milagro, el Ceuta, club de Segunda División B, ya tiene entrenador para la próxima temporada. Sí, no es una falacia ni una broma. Lo aseguraba Diario Jaén hace unos días: la entidad futbolística representativa de la ciudad autónoma ya ha fichado un entrenador. El tema se había hecho público, también en Diario Jaén, hacia mitad de Junio cuando se conoció que el equipo ceutí, tras tomar la decisión de cambiar de técnico, había recibido más de ciento sesenta ofrecimientos para conseguir el contrato de marras. Es decir, un número cercano a doscientos eran candidatos para un solo puesto de trabajo. Una proporción que supera incluso las famosas convocatorias de las administraciones públicas que, dado su peculiar carácter de vitalicias y adornadas como están de otras sinecuras, atraen multitud de aspirantes. ¡Cómo está el mundo del fútbol! diría cualquier cariacontecido aficionado. ¿Quién puede explicar que haya tanto desempleo en una actividad que moviliza infinitas cantidades de dinero casi incomprensibles para la mayoría de los mortales? Además, ¡vaya problema para el Ceuta! Porque ¡cómo no perderse y acertar entre tantos proyectos, currículos, propuestas económicas, diseños estratégicos y deportivos de más de ciento sesenta expertos!... El que el número de demandantes de empleo de entrenador, con la titulación oficial requerida, sea muy elevado es bastante explicable y obvio. De tres ámbitos proceden: el primero, lógicamente, el de los futbolistas, los profesionales que, cuando finalizan su período de actividad, desean seguir vinculados con el mundo laboral en que se han desenvuelto. El segundo grupo lo constituyen quienes, sin haber triunfado como jugadores por la razón que fuere, siguen moviéndose en ese contexto y anhelan suplir con éxitos como técnicos el triunfo que no les proporcionó la práctica del fútbol. A estos dos colectivos hay que añadir los que podríamos llamar espontáneos, al ser una profesión tan popular, tan vistosa socialmente y tan atractiva económicamente, circunstancias que oscurecen o aminoran los desengaños que arrastra. Pero lo realmente curioso es la forma en la que se desactiva, parcialmente por lo menos, esta situación de parálisis laboral. Debemos reconocer que en el ejercicio de la profesión hay dos tipos de entrenadores.

9 de julio de 2007

252. Entrenadores (2)

La grave situación de desempleo que se produce en el mercado laboral de los entrenadores de fútbol, donde la oferta supera en proporciones colosales         a la demanda, tiene una curiosa y original manera de aminorarse mediante un sugestivo desdoblamiento de tareas. Por supuesto que nadie ha decidido expresamente que las cosas sean de esa manera sino que, como acontece en tantos fenómenos generales y colectivos, la fórmula ha surgido de la comunidad, de requerimientos y concurrencias sociales: la exigencia emocional y afectiva de éxitos que sienten los aficionados por una parte, y la rentabilidad obligada de los inversores por otra han dado lugar a que, en el ejercicio de su profesión, se den dos tipos de entrenadores: entrenadores de primer período o iniciadores; y entrenadores de segundo período o salvadores. Los primeros son aquellos que desde el comienzo de la temporada planifican las líneas maestras del trabajo y estructuran las actividades de acuerdo a los objetivos del club. Los entrenadores salvadores, como se puede imaginar, son los que sustituyen a los anteriores cuando parece claro (o lo está demasiado) que no se van a conseguir estos designios y anhelos previstos y deseados por todos. Como por otra parte esa circunstancia no puede evitarse ya que siempre tiene que haber equipos en los últimos lugares y fuera del grupo de los primeros, son mayoría considerable los clubes que se ven forzados a utilizar los servicios de más de un técnico. La experiencia muestra que normalmente suelen ser dos y la duración de los períodos es imprevisible. Los aficionados al Real Jaén recordarán cómo el entonces presidente Gil Vázquez cesó al entrenador la noche previa al primer partido de Liga. Como contrapunto valga el caso de nuestro antiguo conocido Jon Ander, que de portero del Lucena acabó como presidente y dueño del club: decidió el cese una vez comenzada la fase de ascenso a Segunda B, que por cierto acabó alcanzando. Esta doble tarea produce un efecto reduplicativo de los puestos de trabajo y aminora considerablemente el nivel de paro de los técnicos, al aumentar, y casi doblar, la demanda de los clubes. Dicho de manera más simple: al haber casi dos entrenadores por club cada temporada (no se olvide que por lo general los despedidos cobran íntegramente su contrato aunque no finalizan el trabajo) se duplican los puestos de trabajo.

16 de julio e 2007

253. Entrenadores (y 3)

         El que por exigencias y presiones deportivas, sociales o económicas, cuando las cosas no están saliendo bien al equipo y se teme un grave desaguisado, tantos clubes de fútbol se vean forzados a cambiar de entrenador, no resuelve de manera definitiva el alto nivel de paro pero sin duda lo atempera bastante. Aunque la moda empieza ya a extenderse a otros deportes, no es éste un fenómeno generalizado en el mundo laboral. Sin embargo es muy útil y ventajoso a estos profesionales porque permite que, a excepción del disgusto razonable del momento, normalmente no se sienta afectado el prestigio del que debe dejar su puesto a otro compañero. Explicaciones habituales como “las cosas son así”, “el equipo necesita un revulsivo”, y otras de este jaez, más cantinelas de fácil manejo que explicaciones fundadas, son suficientes para justificar el acontecimiento. Por eso son tantos los entrenadores que sin deterioro de su calidad profesional unas veces han acudido a un equipo como iniciadores y otras como salvadores, aunque con el tiempo y por la vía de la práctica algunos van adquiriendo un cierto nivel de especialización. El fondo teórico de circunstancia tan original es, entre otras cosas, que hasta ahora nadie ha podido mostrar un criterio, digamos, científico que compute qué porcentaje de éxito o de fracaso en la gestión futbolística corresponde al entrenador. Incluso hasta podría afirmarse que esta relación porcentual es muy diferente según el contexto de cada club y cada equipo por lo que no es posible establecer ninguna ley universal. ¡Cuántas veces una directiva ha soportado la tensión ambiental y, al final, se ha enderezado el rumbo de los resultados! En otras oportunidades sin embargo ha llegado la catástrofe. Un ejemplo de todo esto es ver cómo a buenos entrenadores, contrastados fielmente por haber triunfado en más de una ocasión, les ocurre que de pronto llegan a un nuevo club de características similares a los anteriores y no dan pie con bola. O rinden cuando antes no le han salido las cosas. Es éste un fenómeno sorprendente no sólo en sí mismo sino por la frecuencia con que se produce. Normalmente a los arquitectos no se les caen unas casas sí y otras no, o a los constructores de coches no le salen éstos en unos casos con tres ruedas y en otras con cinco. Pero los entrenadores pasan de la gloria al infierno, o al revés, en un santiamén. ¿Por qué?

23 de Julio de 2007


254. Los socios (1)

         En el aparentemente enredado y tumultuoso mundo del fútbol, cada uno de los que básicamente lo integran tiene su tiempo, su vez y su plazo: las entidades o clubes, representados por sus directivos y responsables; los equipos, entendidos como el conjunto de  técnicos y profesionales; y los seguidores o socios, ahora transformados en abonados. En el transcurrir de la vida de este deporte, a cada uno de estos colectivos le toca un momento específico en el que han de desarrollar su tarea más importante. No quiere decir eso que, al no estar de turno, no se tenga nada que hacer; que, cuando el papel principal corresponde, por ejemplo, a la entidad, los jugadores estén exentos de ocupación alguna; e igualmente que, si es la hora de los aficionados, la directiva no tenga obligaciones subsidiarias. Porque este deporte dura siempre y para todos: el fútbol, nos guste o no, se ha convertido en un sistema de totalidad. Y tampoco esta teoría debe interpretarse en el sentido de que el trabajo de todos los colectivos tiene la misma incidencia en los resultados. Es obvio que no, que, como decimos siempre, quien mete los goles son los jugadores. Pero sin embargo no estando a la misma altura las responsabilidades de unos y de otros, todos, los tres colectivos, son imprescindibles para llegar a buen puerto. Hablando de estos plazos, a día de hoy se puede  establecer que el tiempo de la directiva –este año ha cumplido sin retraso- ha sido en el pasado diseñar y concretar el equipo. El de los profesionales lo será en el futuro, a partir del último domingo de Agosto, cuando tengan que demostrar su valía y sus cualidades. Y en ese proceso ahora estamos en el período de los aficionados, de los seguidores, que tienen que manifestar en qué cuantía y con qué grado de compromiso están dispuestos a meter el hombro en la competición que comienza, aproximadamente, dentro de un mes. Llegado el final de la temporada, el provecho será consecuencia (además de la suerte que el azar regale) fundamentalmente de cómo han hecho sus tareas cada uno de estos tres colectivos. Si la directiva acertó a la hora de la planificación deportiva y su concreción en los fichajes; si los aficionados apoyaron desde el primer momento; y si los jugadores tuvieron éxito en su trabajo. Ahora, estos días, toca a los aficionados firmar los esponsales. Pero ¿a qué y hasta donde lleva este compromiso?

30 de julio de 2007