250. Fuera la sociología
Ya
ha empezado el ruido. Al menos han comenzado a sonar los primeros compases de
un discurso que busca y pretende ser envolvente para atraer al mayor número
posible de aficionados al Real Jaén. Una tarea que, aunque resulta obligada en
todo tiempo porque no hay que perder ninguna oportunidad de aumentar la
clientela, es propia del presente período litúrgico. La directiva giennense, de
acuerdo con esta lógica de los ritmos, ha iniciado de manera formal la busca y
captura de seguidores del equipo que puedan estar dispuestos a firmar y sellar
un firme compromiso: acudir a los partidos de La Victoria durante toda la
competición. A fin de cuentas es de lo que se trata: estar presentes llueva,
haga sol, arrecien los fríos, no se sepa dónde aparcar o, especialmente, se
pierdan partidos. En esto consiste el intríngulis de la fidelidad al equipo:
bajar al estadio cuando pintan bastos. ¿Es acaso una campaña de captación de
socios una llamada a los masoquistas? Sin llegar a tanto, la dificultad está,
como es obvio, en enganchar en el proyecto a los indecisos, a quienes están en
otras guerras, a los tibios y distanciados, a los escépticos e irresolutos
pero, sobre todo, a los que no acaban de convencerles estas lides. En la
literatura convencional sobre la integración de un grupo circula la siguiente
escala según el grado de participación o complicidad: están en primer lugar los
llamados subversivos, es decir, los dispuestos a todo por la organización; a
continuación vienen los colaboradores, listos a echar una mano; los
simpatizantes, personas que lo ven con agrado; después, los indecisos, que
andan dudando si implicarse o abandonar; y, por último, los indiferentes, a
quienes no interesa nada la cuestión. Bueno, pues la consistencia del fútbol es
de una naturaleza tan especial que todo ese enjambre de teorías y sesudos
estudios de eminentes sociólogos se quedan sin utilidad con lo que se llama de
manera poco sugestiva un “fichaje mediático”. Ya se sabe, o mejor se supone que
vaya usted a saber si no nos sorprenden con algo así, que entre los planes de
la directiva no entra fichar a Raúl o a Eto´o para la próxima temporada. Pero
no hay mejor invento para llenar por anticipado un campo que traer a algún héroe
futbolístico. Hasta se puede uno ahorrar la campaña propagandística y agarrarse
al boca a boca, que es lo último en marketing publicitario.
2
de Julio de 2007
251.
Entrenadores (1)
Pues aunque a algún aficionado le pueda parecer casi un
milagro, el Ceuta, club de Segunda División B, ya tiene entrenador para la
próxima temporada. Sí, no es una falacia ni una broma. Lo aseguraba Diario Jaén
hace unos días: la entidad futbolística representativa de la ciudad autónoma ya
ha fichado un entrenador. El tema se había hecho público, también en Diario
Jaén, hacia mitad de Junio cuando se conoció que el equipo ceutí, tras tomar la
decisión de cambiar de técnico, había recibido más de ciento sesenta
ofrecimientos para conseguir el contrato de marras. Es decir, un número cercano
a doscientos eran candidatos para un solo puesto de trabajo. Una proporción que
supera incluso las famosas convocatorias de las administraciones públicas que,
dado su peculiar carácter de vitalicias y adornadas como están de otras sinecuras,
atraen multitud de aspirantes. ¡Cómo está el mundo del fútbol! diría cualquier
cariacontecido aficionado. ¿Quién puede explicar que haya tanto desempleo en
una actividad que moviliza infinitas cantidades de dinero casi incomprensibles
para la mayoría de los mortales? Además, ¡vaya problema para el Ceuta! Porque
¡cómo no perderse y acertar entre tantos proyectos, currículos, propuestas
económicas, diseños estratégicos y deportivos de más de ciento sesenta
expertos!... El que el número de demandantes de empleo de entrenador, con la
titulación oficial requerida, sea muy elevado es bastante explicable y obvio.
De tres ámbitos proceden: el primero, lógicamente, el de los futbolistas, los
profesionales que, cuando finalizan su período de actividad, desean seguir
vinculados con el mundo laboral en que se han desenvuelto. El segundo grupo lo
constituyen quienes, sin haber triunfado como jugadores por la razón que fuere,
siguen moviéndose en ese contexto y anhelan suplir con éxitos como técnicos el
triunfo que no les proporcionó la práctica del fútbol. A estos dos colectivos
hay que añadir los que podríamos llamar espontáneos, al ser una profesión tan
popular, tan vistosa socialmente y tan atractiva económicamente, circunstancias
que oscurecen o aminoran los desengaños que arrastra. Pero lo realmente curioso
es la forma en la que se desactiva, parcialmente por lo menos, esta situación
de parálisis laboral. Debemos reconocer que en el ejercicio de la profesión hay
dos tipos de entrenadores.
9 de julio de 2007
252.
Entrenadores (2)
La grave situación de
desempleo que se produce en el mercado laboral de los entrenadores de fútbol,
donde la oferta supera en proporciones colosales a la demanda, tiene una curiosa y original manera de
aminorarse mediante un sugestivo desdoblamiento de tareas. Por supuesto que
nadie ha decidido expresamente que las cosas sean de esa manera sino que, como
acontece en tantos fenómenos generales y colectivos, la fórmula ha surgido de
la comunidad, de requerimientos y concurrencias sociales: la exigencia emocional
y afectiva de éxitos que sienten los aficionados por una parte, y la
rentabilidad obligada de los inversores por otra han dado lugar a que, en el
ejercicio de su profesión, se den dos tipos de entrenadores: entrenadores de
primer período o iniciadores; y entrenadores de segundo período o salvadores.
Los primeros son aquellos que desde el comienzo de la temporada planifican las
líneas maestras del trabajo y estructuran las actividades de acuerdo a los
objetivos del club. Los entrenadores salvadores, como se puede imaginar, son
los que sustituyen a los anteriores cuando parece claro (o lo está demasiado)
que no se van a conseguir estos designios y anhelos previstos y deseados por
todos. Como por otra parte esa circunstancia no puede evitarse ya que siempre
tiene que haber equipos en los últimos lugares y fuera del grupo de los
primeros, son mayoría considerable los clubes que se ven forzados a utilizar
los servicios de más de un técnico. La experiencia muestra que normalmente
suelen ser dos y la duración de los períodos es imprevisible. Los aficionados
al Real Jaén recordarán cómo el entonces presidente Gil Vázquez cesó al
entrenador la noche previa al primer partido de Liga. Como contrapunto valga el
caso de nuestro antiguo conocido Jon Ander, que de portero del Lucena acabó
como presidente y dueño del club: decidió el cese una vez comenzada la fase de
ascenso a Segunda B, que por cierto acabó alcanzando. Esta doble tarea produce
un efecto reduplicativo de los puestos de trabajo y aminora considerablemente el
nivel de paro de los técnicos, al aumentar, y casi doblar, la demanda de los
clubes. Dicho de manera más simple: al haber casi dos entrenadores por club
cada temporada (no se olvide que por lo general los despedidos cobran
íntegramente su contrato aunque no finalizan el trabajo) se duplican los
puestos de trabajo.
16 de julio e 2007
253.
Entrenadores (y 3)
El que por exigencias
y presiones deportivas, sociales o económicas, cuando las cosas no están
saliendo bien al equipo y se teme un grave desaguisado, tantos clubes de fútbol se vean forzados a cambiar
de entrenador, no resuelve de manera definitiva el alto nivel de paro pero sin
duda lo atempera bastante. Aunque la moda empieza ya a extenderse a otros
deportes, no es éste un fenómeno generalizado en el mundo laboral. Sin embargo
es muy útil y ventajoso a estos profesionales porque permite que, a excepción
del disgusto razonable del momento, normalmente no se sienta afectado el
prestigio del que debe dejar su puesto a otro compañero. Explicaciones
habituales como “las cosas son así”, “el equipo necesita un revulsivo”, y otras
de este jaez, más cantinelas de fácil manejo que explicaciones fundadas, son
suficientes para justificar el acontecimiento. Por eso son tantos los
entrenadores que sin deterioro de su calidad profesional unas veces han acudido
a un equipo como iniciadores y otras como salvadores, aunque con el tiempo y
por la vía de la práctica algunos van adquiriendo un cierto nivel de
especialización. El fondo teórico de
circunstancia tan original es, entre otras cosas, que hasta ahora
nadie ha podido mostrar un criterio, digamos, científico que compute qué
porcentaje de éxito o de fracaso en la gestión futbolística corresponde al
entrenador. Incluso hasta podría afirmarse que esta relación porcentual es muy
diferente según el contexto de cada club y cada equipo por lo que no es posible
establecer ninguna ley universal. ¡Cuántas
veces una directiva ha soportado la tensión ambiental y, al final, se ha
enderezado el rumbo de los resultados! En otras oportunidades sin embargo ha
llegado la catástrofe. Un ejemplo de todo esto es ver cómo a buenos
entrenadores, contrastados fielmente por haber triunfado en más de una ocasión,
les ocurre que de pronto llegan a un nuevo club de características similares a
los anteriores y no dan pie con bola. O
rinden cuando antes no le han salido las cosas. Es éste un fenómeno
sorprendente no sólo en sí mismo sino por la frecuencia con que se produce.
Normalmente a los arquitectos no se les caen unas casas sí y otras no, o a los
constructores de coches no le salen éstos en unos casos con tres ruedas y en
otras con cinco. Pero los entrenadores pasan de la gloria al infierno, o al
revés, en un santiamén. ¿Por qué?
23 de Julio de 2007
254. Los socios (1)
En el aparentemente enredado y
tumultuoso mundo del fútbol, cada uno de los que básicamente lo integran tiene
su tiempo, su vez y su plazo: las entidades o clubes, representados por sus
directivos y responsables; los equipos, entendidos como el conjunto de técnicos y profesionales; y los seguidores o
socios, ahora transformados en abonados. En el transcurrir de la vida de este
deporte, a cada uno de estos colectivos le toca un momento específico en el que
han de desarrollar su tarea más importante. No quiere decir eso que, al no
estar de turno, no se tenga nada que hacer; que, cuando el papel principal
corresponde, por ejemplo, a la entidad, los jugadores estén exentos de
ocupación alguna; e igualmente que, si es la hora de los aficionados, la
directiva no tenga obligaciones subsidiarias. Porque este deporte dura siempre
y para todos: el fútbol, nos guste o no, se ha convertido en un sistema de
totalidad. Y tampoco esta teoría debe interpretarse en el sentido de que el
trabajo de todos los colectivos tiene la misma incidencia en los resultados. Es
obvio que no, que, como decimos siempre, quien mete los goles son los
jugadores. Pero sin embargo no estando a la misma altura las responsabilidades
de unos y de otros, todos, los tres colectivos, son imprescindibles para llegar
a buen puerto. Hablando de estos plazos, a día de hoy se puede establecer que el tiempo de la directiva
–este año ha cumplido sin retraso- ha sido en el pasado diseñar y concretar el
equipo. El de los profesionales lo será en el futuro, a partir del último
domingo de Agosto, cuando tengan que demostrar su valía y sus cualidades. Y en
ese proceso ahora estamos en el período de los aficionados, de los seguidores,
que tienen que manifestar en qué cuantía y con qué grado de compromiso están
dispuestos a meter el hombro en la competición que comienza, aproximadamente,
dentro de un mes. Llegado el final de la temporada, el provecho será
consecuencia (además de la suerte que el azar regale) fundamentalmente de cómo
han hecho sus tareas cada uno de estos tres colectivos. Si la directiva acertó
a la hora de la planificación deportiva y su concreción en los fichajes; si los
aficionados apoyaron desde el primer momento; y si los jugadores tuvieron éxito
en su trabajo. Ahora, estos días, toca a los aficionados firmar los esponsales.
Pero ¿a qué y hasta donde lleva este compromiso?
30 de julio de 2007