39.
Los falsos ricos
Dice la teoría que, como la
vida misma, el fútbol está lleno de pobres y de ricos; de una gente con escasos
posibles y de otra a la que casi le sobra patrimonio, dinero y caudales por
doquier. Y entre unos y otros, como no podía ser de otra manera, una amplia,
extensa y alargada clase media dentro de la cual también se podrían hacer
bastantes distingos. Pero eso no es nada más que la teoría porque, si se horada
un poco y se rebusca en la trastienda de las cuentas y los libros de
contabilidad de todos los clubes de fútbol, lo que aparece, sin mucho esfuerzo,
son trampas, descubiertos e impagos. Es decir, insolvencia total, generalizada
y universal. Todos con el agua al cuello y a punto de ahogarse. Lo de pobres y
ricos no deja de ser una ironía y una risotada del destino. No hay pobres y
ricos. Salvo alguna excepción y algún matiz, la realidad es que los llamados
ricos son los más endeudados y más fulleros y entrampados. ¡Claro que con más
credibilidad ante los bancos y mayor capacidad de endeudamiento! Ya decía
McLuhan que el dinero es el crédito del pobre, que es al que le exigen poner
las monedas sobre la mesa para comprar cualquier cosa. Los llamados ricos son
aquellos a los que se fía. Y en estas estamos. Los que se consideran y son
considerados ricos, sin ningún pudor ni prudencia, sabiendo además que gozan de
un alto nivel de complicidad, se dedican a gastar lo que no tienen, a destrozar
el mercado y a pagar unos sueldos tan escandalosos que serían causa suficiente
para provocar otra revolución francesa.
2 de Junio de 2003.
40.
Populismo
A pesar del descenso de categoría, un grupo
de aficionados
jóvenes se mantuvo fiel al equipo.
Foto: Diario Jaén
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9
de Junio de 2003
41. Entrenador y seleccionador
Un
problema que viene padeciendo el Real Jaén en el plano técnico y deportivo
desde hace demasiado tiempo es la disociación, la no coincidencia que se produce
entre quien planifica y la persona que después tiene que desarrollar el
proyecto. Por unos u otros motivos ha ocurrido que en las dos temporadas
últimas el técnico que dirigía al equipo no era el mismo que lo había
programado. Francisco se encontró un equipo tan bien ensamblado por Braojos
que, salvo alguna variación, lo mantuvo en su integridad. Luego Anquela,
Jiménez, Anquela de nuevo y Nogués han dirigido también un colectivo hecho,
organizado y pensado por otros entrenadores, lo que sin duda es un grave
inconveniente a la hora de encajar las cualidades de los profesionales que
integran la plantilla con el esquema de juego que el entrenador desea aplicar.
Hablando de la conveniencia y de los beneficios derivados de que sea la misma
persona quien haga estas dos tareas, podemos recordar la famosa anécdota, que
cuenta Valdano, de aquel entrenador que trataba de justificar el desajuste
entre su estrategia y la realidad después del juego con la excusa de que él ya
se encargaba, por supuesto, de colocar bien a sus jugadores en el campo: lo
malo, decía, es que luego ellos, cuando empieza el partido, se mueven y así no
hay manera. Pues bien, por primera vez, después de estas malas experiencias,
van a coincidir en una misma persona el entrenador y el seleccionador. Para lo
bueno y para lo malo. Esperemos que esto último no ocurra.
16
de junio de 2003.
42.
Tarde piaste
El que debemos ser
prudentes, tranquilos y pacientes es un consejo repetido mil veces en los
libros que han escrito los más sabios pensadores. Y no sólo estos ilustres
están convencidos de ello: a cualquiera de nosotros la experiencia nos ha
proporcionado esta misma enseñanza, que para triunfar en la vida, en los
negocios y hasta en el amor hemos de ser precavidos y sosegados. Sancho Panza asegura
que de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día, y
no hay ciudadano que desconozca la anécdota atribuida a Felipe II de vestirse
despacio por tener prisa. De todo lo cual se deduce fácilmente que es opinión
común que, a la hora de llevar adelante una empresa, debe actuarse con cuidado
y circunspección, que la prudencia es en
estos menesteres la ciencia y que la precipitación no conduce a nada y es mala
consejera. Y así se está comportando el Real Jaén en la planificación de la
próxima temporada o, al menos, esa es la impresión que da. Lejos de
apresurarse, las cosas se están meditando bien antes de tomar una decisión que
estropeara el objetivo que no se cansan de repetir los responsables de la
entidad. Hace más de un mes que terminó la liga y, al parecer, ni siquiera los
jugadores conocen las intenciones del club. El grave peligro es confundir la
sensatez con la parsimonia y llegar cuando esté todo el pescado vendido. O, en
clave de humor, correr el riesgo de que ocurra lo que al pollo que un soldado
oyó piar dentro de su cuerpo después de tragarse un huevo pasado por agua. Y
entonces a ver qué se hace.
23 de Junio de 2003.
43.
Obras son razones
Naturalmente
que para poner en marcha una buena temporada futbolística hace falta un
discurso y una mayor fluidez verbal con los seguidores para entusiasmarles
(otra cosa es lo que luego resulte de la actividad deportiva, que a lo mejor no
nos permite ni siquiera ir a protestar al maestro armero). Pero este
entusiasmo, que es el requisito llamado social, tiene que sustentarse en
razones. Es verdad que se necesita un poco y un punto así de demagogia para
darle algo de gracejo pero, al final, si no hay razones sólidas, el tinglado se
desmonta como castillo de arena, o de naipes. Y hablando de razones sólidas y
consistentes es como entran en juego, nunca mejor dicho, los fichajes, las
inversiones y los compromisos que son los que al final convencen o no a los
seguidores. Porque no hay razón más poderosa que una buena inversión diseñada y
realizada con pulcritud ya que las palabras y las promesas no valen si no van
acompañadas de gestos y de acciones. Desde luego que no se trata de gastar por gastar, ni siquiera de
hacerlo de manera aparatosa porque esos dispendios irracionales son más de una
vez la puntilla de los clubes. Basta con garantizar un equipo con posibilidades
técnicas de quedar en la parte de arriba de la clasificación final y evitar
ensoñaciones como aquella del barón de Münchhausen, el de los cuentos de
juventud, que aseguraba que, una vez, estando montado en su caballo a punto de
caer en un lago, tiró con tal fuerza de su cabello que consiguió salir indemne
de la situación sin ahogarse.