35. El duende de la buena suerte
Quienes tuvieran tiempo y
ganas de ver el partido, trasmitido por televisión, que jugó ayer el Real Jaén,
puede que creyeran que estaban soñando a la vista de la tranquilidad y la
seguridad en el éxito (no quiere decir no trabajado) que el desarrollo del
mismo ofrecía. Fue sin duda una de las escasas situaciones (habría que hacer
memoria pero casi seguro que la única) en toda la temporada en la que la
desazón y los nervios no tuvieron presencia ni hubo necesidad de recordarlos.
¡Ahí es nada con el ritmo de un vicegol casi cada cinco minutos! ¿Se habrá
quebrado la racha negativa y empiezan los buenos tiempos? ¿Será verdad la
afirmación tan traída y llevada de que al final el azar suele compensar y ser
equitativo con todos? ¿Habrá empezado a trabajar para el equipo el genio de la
buena suerte que tantas veces se distrajo de sus obligaciones para con el Real
Jaén? El problema, ya se sabe, está en que a estas alturas pudiera ser
demasiado tarde. Pero los científicos y los filósofos en sus disquisiciones y
análisis utilizan con mucha frecuencia la hipótesis de qué pasaría si hubiese
un genio o un duende que lo trastocara todo y a qué conclusiones se podría
llegar en ese caso. Podemos esperar que el Real Jaén (el Linares y el
Torredonjimeno tienen otra situación cada uno) encuentre uno que prolongue las
buenas prestaciones del de ayer. Lo malo es que van a hacer falta multitud de
duendes o uno con muchos partidos a que atender. Por lo pronto uno de los
primeros que se necesita se llama Torredonjimeno. ¿Se portará bien?
5 de Mayo de 2003. Motril, 0; Real
Jaén, 4
36. De batallas y guerras
Eliminada casi desde el
principio de la temporada la posibilidad de que el equipo del Real Jaén optara
a una plaza para la liguilla de ascenso, aunque las declaraciones oficiales
aseguraban lo contrario (con lo que se puede apreciar lo interesante que es muchas
veces comparar lo que se dice y lo que en realidad son las cosas), el objetivo
era, cuando menos, mantenerse con cierta holgura y suficiencia en la
clasificación a la espera de programar mejor la próxima temporada. Después,
también este propósito alternativo se fue esfumando poco a poco y, a estas
alturas del campeonato, cuando sólo queda un partido, aun no tenemos en el
bolsillo la garantía de la victoria definitiva aunque bien es verdad que con
las esperanzas e ilusiones de conseguirla. Pero ha estado a punto de esfumarse
casi por los pelos. Haciendo un balance de la trayectoria de triunfos y
derrotas (por cierto más de éstas últimas que de los primeros) parece como si
el equipo del Real Jaén, como decía un aficionado, se hubiese aprendido con
detalle los miles de ejemplos que ofrece la historia de cómo no es lo mismo
ganar una batalla, o muchas, que una guerra, ya que una cosa no garantiza
necesariamente la otra. Y puesto que lo que importa es esto último, se han
ahorrado los esfuerzos posibles en la confianza de que al final todo saldrá
bien. Como si únicamente se hubiese hecho lo imprescindible. El problema
obviamente es el riesgo de que se pueda perder la batalla final y con ello la
guerra. Pero a la bicha ni mentarla.
12 de Mayo de 2003. Real Jaén, 3; Torredonjimeno, 1.
37. Terminó bien
Decía hace un par de semanas
uno de los jugadores más importantes y decisivos del Real Jaén algo así como
que, visto lo visto, mantenerse en la división de Segunda B supone una alegría
tan inmensa como si se hubiese alcanzado la liguilla de ascenso. Y la verdad es
que en gran parte tenía razón, sobre todo en estos momentos en los que los
aficionados estamos tan animados. Pero no hemos de confundir dos sentimientos
por más que estén casi en el mismo recorrido afectivo: una cosa es una
sensación de liberación, como un grito de ¡menos mal!, y otra el placer de
sentirse vencedor. Es verdad que al final se ha ganado la guerra (una guerra
menor, por supuesto) pero no sólo ha habido un altísimo riesgo de perderla sino
que ha costado demasiados disgustos, muchas desilusiones y, sobre todo, apenas
ha contribuido a animar a los ciudadanos, a pesar de las iniciativas que ha
tomado la directiva. El fútbol en Jaén, en nuestra ciudad, durante este año ha
sido una actividad marginal que ha tenido escaso eco ambiental y a evitar esto
es justamente a lo que hay que apuntar desde el primer momento en cualquier
diseño de futuro para que la gente, conociendo por supuesto quién es el dueño,
sienta al equipo como suyo. Es el único camino posible y razonable para los
aficionados. Y por supuesto para el presidente. No parece muy lógico que siga
gastando dinero sin sacarle si quiera el beneficio de la prestancia y el
liderazgo social. De esto convendrá hablar más adelante.
38.
Reaparece el amigo pesimista
La entidad del Real Jaén
está apareciendo, cada vez con más frecuencia, en los espacios más
insospechados de los medios de comunicación. El penúltimo, en política, en el
maremagno de las elecciones, para denunciar que el Ayuntamiento había
incumplido unos acuerdos que tenía firmados y eran algo así como la condición
impuesta para la compra de las acciones de titularidad municipal. Y el último
por ahora en la sección laboral y de tribunales por problemas graves con su
propio gerente. La verdad es que todos sabemos que el fenómeno social llamado
fútbol no es una utopía deportiva que se nutre de la ilusión y vive de la
fantasía. A nadie se le oculta que detrás, o delante, del balón corren los
intereses más variopintos, la mayoría de las veces seguramente legítimos, y la
búsqueda de los beneficios más diversos. Todo eso es normal y forma parte del
engranaje. Pero el problema, como en casi todas las cosas de la vida, aparece
cuando se altera el equilibrio y unas cuitas y tareas impiden ocuparse de otras
que son tan o más precisas e irrenunciables. Esto es lo malo y el peligro que
amenaza al Real Jaén, en el que ya ha llovido demasiadas veces sobre mojado: no
vaya a pasar de nuevo, como en el llamado mercado de invierno, que se aprovechó
una excusa obvia para no reforzar el equipo. Mi amigo el pesimista ya me está
avisando otra vez de que no hay que dejarse enredar en el contraste entre las
declaraciones de objetivos esperanzadores y la realidad de los pleitos y los
embrollos.