87. Comprar y vender
El
fútbol tiene a veces en palabras y en expresiones un lenguaje envenenado que,
bien visto, resulta desagradable y que habría que extirpar lo antes posible.
Valga el ejemplo, que se ha normalizado y ya a nadie sorprende, de eso de
vender o comprar un jugador o lo del mercado de invierno, como si no
estuviésemos hablando de personas. Y eso no está bien. Es un mal estilo.
Normalmente ningún empresario dice que ha comprado dos ingenieros para su
fábrica ni que ha vendido tres o cuatro obreros para la planta de almacenaje.
Son otras las maneras de contar esas decisiones. Ya sabemos que son expresiones
simbólicas o usos simplificadores del idioma pero hay cosas que deberían
cuidarse más. Porque al final acaba ocurriendo que las conductas se acomodan a
lo que se dice y se juega con cierta alegría del destino de los profesionales,
considerándolos de verdad como una propiedad y tratándolos sin el respeto que
merecen. Es la llamada escalera que va de las palabras a los hechos y, al
revés, de éstos a las primeras.
En el fútbol hace falta gente que acabe
rompiendo groserías de este calibre. Y así, por lo que se conoce, los
directivos del Real Jaén, en el ámbito de su soberanía, han querido ser
galantes y considerados con el entrenador, anunciándole con una antelación razonable
propia de quien aspira a mejorar los modos del fútbol, su propósito de cumplir
al pie de la letra el contrato vigente (sin entrar en otras consideraciones y
al margen de que haya conseguido o no los objetivos que se propuso cuando
diseñó la plantilla actual) al tiempo de anunciarle que no firmarán un nuevo
contrato. Y ha pasado lo que ha pasado.
Seguro que se les han quitado la ganas
de ser en lo sucesivo gentiles y afables con los profesionales del club pero,
por lo que vamos viendo, también es seguro que volverán a tropezar otra vez con
la misma piedra. Lo que nos honra a todos.
3
de Mayo de 2004. Real
Jaén, 5; Playas Pájara (Canarias), 1.
88. La segunda vuelta
Refranes,
dichos y frases hechas sobre los sinsabores, las desdichas y los malos ratos
hay muchas y de muy variado sentido. En unos casos para lamentarse de que el
destino nos haya cogido ojeriza y nos esté fastidiando más de la cuenta; en
otros, reclamando ayuda a los que pasan al lado del camino; y en bastantes ocasiones
para expresar la esperanza de que en adelante vendrán muchos mejores tiempos.
Pero todas de una u otra manera vienen a constatar cómo llegan rachas y
situaciones, digamos no muy halagüeñas, que ponen a prueba el temple de sus
protagonistas.
Pensando
en cosas de estas, se da uno cuenta de que la verdad es que hasta el momento
los miembros de la junta directiva del Real Jaén han disfrutado de pocas
ocasiones de satisfacción. Por lo que se ve desde fuera y se conoce de sus
decisiones, se esfuerzan en hacer las cosas bien, especialmente con método y
con sentido, y sin embargo apenas le ha llegado la oportunidad de grandes
celebraciones. Éxitos sí han tenido y muchos, el más importante quizá haber
conseguido credibilidad, solvencia y buena fama, precisamente en un ámbito
social en el que abundan más de la cuenta las marrullerías, y sobre todo
empezar a consolidar un club que, como otros muchos, es algo más que una
empresa. Pero más allá del placer interior que siente uno por el deber
cumplido, no ha habido éxitos deportivos espectaculares ni la gente, además de
los mil y pico habituales, ha respondido viniendo al campo de la Victoria.
Estos
días han sufrido el último revés de importancia con la sentencia de ese, al
parecer, extraño caso de indemnización por despido que se mueve en cantidades
prohibitivas para una economía tan precaria. En esa situación tan agobiante, a
lo mejor otros hubiesen tirado la toalla, declarando insolvencia total y
cerrando la última llave del club. Pero no ha sido así y han mantenido el tipo.
Hablando
de estos desequilibrios entre el esfuerzo y sus resultados el escritor Jiménez
Lozano dice estar seguro de que al final siempre hay una segunda vuelta que
corrige los desajustes del primer pase. Seguro que esto le ocurrirá a la actual
junta directiva, que se lo están currando.
10
de mayo de 2004. Cacereño,
3; Real Jaén, 2.
89. In medio, virtus
Todo el mundo sabe lo que significa
este latinajo, sin necesidad de conocer la lengua que hablaban los romanos: la virtud
está en el término medio.
Resulta que este axioma filosófico, que
se les había ocurrido a los griegos, se ha hecho muy popular y apenas hay gente
que no esté de acuerdo con el. Casi todos los planteamientos educativos, la
mayoría de los sermones, bastantes de nuestras actitudes y hasta los consejos
de los mayores vienen a defender la teoría de que en la vida lo importante es
huir de los extremos y quedarse en un prudente y razonable término medio. No
conviene pasarse ni de listo ni de torpe. Tú, hijo mío, dicen muchos padres a
sus retoños, trata de no destacar, de no significarte, evita que se fijen
especialmente en ti porque eso a la larga te puede causar más perjuicios que
beneficios; quédate en el término medio, en el grupo, en la prudente mitad. Tú,
hijo, ni frío ni calor, que ambos en exceso, el mucho frío y el mucho calor
pueden ser contraproducentes y nocivos.
Y eso es lo que ha cumplido a fin de
cuentas el Real Jaén esta temporada en el terreno deportivo: cero grados, como
dice la broma. Ser virtuosos, quedándose en la mitad y tratando de no señalarse
ni por abajo (¡menos mal!, no nos fuera a ocurrir lo del año pasado) pero
tampoco entre los primeros, que a los demás también hay que dejarles respirar y
lucirse. Incluso para no caer en la tentación de la vanidad, ni siquiera se ha
acercado en ningún momento a los de arriba. Vamos, que salvo en las palabras y
en las buenas intenciones, no han existido jornadas en las que la clasificación
le haya lanzado hacia los mejores. Siempre, más o menos, en la mitad, en la
medianía. Como las doctrinas que rigen nuestro comportamiento virtuoso. Ese ha
sido su mérito: como decía un muy famoso poeta latino, Horacio, la dulce
mediocridad, ser uno bueno del montón.
De todas maneras, como hay mucho
travieso por el mundo, seguro que más de uno hubiese preferido que hubiera sido
un poco malo y no tan prudente y que se hubiera paseado entre los primeros
aunque luego al final las cosas no hubiesen salido. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Es
que hay una gente...!
17
de Mayo de 2004. Real
Jaén, 1; Extremadura, 2.
90. Los 150.000
Lo
más seguro es que fuera la exageración de un cronista entusiasmado (que también
ellos se dejan atrapar por el ambiente) pero en una televisión llegó a darse la
cifra de 150.000, que figura en el título de este comentario, como la del
número de aficionados valencianistas que habían salido a la calle a celebrar el
triunfo de su equipo en la liga. Sorprendente volumen de entusiastas si uno se
fija en la capacidad de espectadores de los estadios y en el conjunto de los
que acuden a los mismos.
No
importa sin embargo demasiado la precisión de este dato pero sí hay que
reconocer la evidencia de que los celebrantes del éxito eran muchos más miles
que los seguidores del equipo, aquellos que cargan sobre sus espaldas y su
bolsillo las alegrías y las tristezas de cada día, los que, al decir del
refranero, están a las duras y a las maduras.
Puestos
a analizar esta circunstancia tratando de encontrar una explicación a tal
desfase de números, algunos maliciosos han propuesto la teoría de que en esa
ciudad, patria de las llamadas rotaciones futboleras de tan felices resultados
deportivos, éstas han alcanzado también a los espectadores de manera que éstos
asisten como por turno a los diferentes partidos. Otros achacan el hecho de
tantos seguidores, en principio improvisados, a gente a la que le gusta la
fiesta y sin conocer bien el motivo se apuntan a cualquier bautizo, creyendo que
es una boda. Y sin duda el que haya ocurrido ese fenómeno se ha debido también
y sin más a la costumbre tan extendida, tanto en la vida pública como en la
privada, de lo que se llama apuntarse al carro del vencedor: una actividad
relativamente espontánea y que sufre o goza todo aquel a quien la fortuna elige
en cualquiera de sus modalidades (ser nombrado ministro o simple director
general, acertar en los cupones o, últimamente, salir en la televisión, lo que
está acrecentando casi hasta el infinito el número de dichosos en la vida).
Lo
más probable es que la causa de toda esa congregación sea un conjunto de éstas
y otras motivaciones más o menos similares. De todas formas sería interesante
buscar algún sistema para incorporar la sinergia de todos esos celebradores de
eventos.
24
de Mayo de 2004.
91.
Fantasía festiva futbolística
Precisamente
hablando de todos aquellos que se apuntan en seguida y sin más miramientos a
cualquier gaudeamus o jolgorio que se presente, como se ha visto en Valencia (y
es observable en cualquier parte del mundo), es el momento de estudiar cómo
sería posible aprovechar las energías y el alborozo de estas personas y de
otras de entusiasmo similar en beneficio del club y, en definitiva, del equipo
y del fútbol. De no hacerlo es dejar que se pierda en el vacío una fuerza
social tan interesante cuyo impulso podría ser muy útil, dadas las dificultades
que hay para entusiasmar a la gente, ni siquiera a base de mantecados o licores
que, por supuesto, siempre son de agradecer.
Se trataría simplemente de crear una
nueva categoría social y grupal que anime el cotarro y estimule al personal a
acudir a los partidos. Podría llamarse algo así como celebrador de eventos (o
algo que suene mejor) y tendría como tarea y obligación organizar y colaborar
en fiestas, pasacalles, y demás jaranas que contribuyan a conseguir los fines
establecidos. A cambio el club les daría algunas prebendas como entradas más
baratas y otras ventajas sociales. Aunque podría haber diferentes niveles,
modalidades y especialidades dentro del grupo, esta tarea sería algo así como
unir en una actividad conjunta ocupaciones como la de animador de ocio,
millonario en los toros, claque en los teatros y revistas, publicitarios
callejeros y otras varias de características similares, siempre tan populares,
seductoras, creativas y sugerentes. .
Su actividad no debería ceñirse a un
hipotético triunfo final. Como ocurre, por ejemplo en los toros, los
celebradores de eventos podrían organizar una manifestación después de cada partido
en el que las cosas le hayan salido bien al equipo, sacando a hombros a los
jugadores destacados, acompañados de buenas músicas y, como hacían los griegos
con los triunfadores en los juegos deportivos, podrían contratarse juglares que
cantaran odas triunfales a los vencedores.
El resto de circunstancias, matices,
organización y complicaciones se determinará en su momento.