196. Secreto de confesión
La
que podríamos denominar, con cierta propiedad, primera semana de la temporada
futbolística 2006-2007 ha transcurrido en el Real Jaén con cuatro señales
bastante significativas. Un impetuoso e imponente borrón y cuenta nueva en
cuanto a la plantilla de jugadores; una cierta y reveladora paralización que
podríamos describir con palabras solemnes institucional-operativa y que ya ha
señalado José Eugenio Lara; la baja de un miembro del consejo de
administración; y ningún mensaje singular y sonado para los aficionados o la
sociedad en general, entiéndase, potenciales clientes futuros. Cada uno de
estos cuatro indicadores tiene una significación y merece más de un comentario
pero a nadie se le oculta que, por la singularidad constituyente del fútbol, es
el último de los referidos el que a final de cuentas interesa por encima de
todo. De todas maneras lo que en estos días está ocupando el interés de los seguidores,
en los ratos que les deja libre el campeonato mundial de Alemania, es la criba
radical, contundente y drástica que se ha hecho con el colectivo de futbolistas
que han formado el equipo en los últimos meses, ese afán permanente de
destrucción letal al que parece abonado el club en los últimos años. En cada
oportunidad administrativa que se abre, se desata una especie de locura
iconoclasta y ¡ale! todo el mundo a la calle y a trabajar con un nuevo equipo
porque todo lo anterior ha sido nefasto, inútil y de nulo valor. ¡A empezar de
nuevo porque antes nos equivocamos del todo! parece que es el santo y seña de
la entidad en cuanto se abre la veda para contratar futbolistas. Naturalmente
no se trata de entrar en el juego viscoso de citar algunos nombres de
profesionales, entre otras razones porque a lo mejor a ellos mismos les
molestaría, pero sí hay que resaltar que algún descarte, como se dice con
cierta falta de respeto en el argot futbolístico, ha dolido y mucho a bastantes
aficionados que, ante los méritos que cada semana se han visto en el terreno de
juego, no lo consideran proporcionado ni justificado. Y esta es la otra parte
de la historia: el fútbol goza del privilegio singular de que nadie tiene que
explicar nada de lo que hace. Casi como se tratase de un secreto de confesión.
Una circunstancia que exige sea analizada más despacio la semana que viene.
5
de Junio de 2006.
197. Los primeros pasos
En este momento del proceso interno del
Real Jaén para preparar la próxima temporada, la que inicia el ciclo de cinco
años, más o menos, previsto para el éxito cabal, el amigo pesimista ha vuelto a
darse un paseo por aquí y no se ha ido demasiado contento. Dudas, vacilaciones
y perplejidades parecen demasiado evidentes y sobre todo sorprendentes, turbadores
e inconcebibles cuando aun no se ha iniciado el camino, y sólo una decisión
firme: liquidación por derribo de la plantilla, al margen de situaciones
contractuales, de prudencia económica, de servicios prestados al club y al
equipo, de compromisos demostrados, y hasta de circunstancias personales, que a
veces también habría que tener presentes. Es decir, empezar casi de cero, vamos
desde las primeras lecciones de la cartilla. Desde luego la razón y los motivos
para haber actuado de esa manera deben haber sido tan consistentes y recios
como aquellos que encontró el filósofo Descartes cuando buscaba un principio
absolutamente tan firme y seguro que no hubiera sido posible la menor sombra de
duda. Éste se topó con aquello tan conocido de pienso, luego existo. Del club
desconocemos qué verdad ha podido descubrir, salvo que, al parecer, lo que hizo
en el mercado de invierno no fue acertado. ¿Qué opinar sobre todo esto? Porque
esta es otra cuestión a poner sobre la mesa: la capacidad que tienen los
aficionados para criticar asuntos técnicos, siempre por supuesto que se haga
con respeto y consideración total a las personas. Si la sociedad en general
considera legítimo opinar sobre el funcionario que recoge instancias en el
mostrador de la oficina, el tendero del barrio que vende zapatos, o el político
que se ocupa de arreglar las carreteras; si se puede criticar al presidente del
Gobierno, todo trabajador que se aventura a meterse en un ámbito público tiene
que aceptar el hecho de que su gestión pueda ser cuestionada, de la misma
manera que el lector de una novela está en su derecho de afirmar lo que
considera que es un acierto o un desacierto de ese texto. Otra cosa es quien
tenga razón y a quién se la de el futuro. Por supuesto que, ante esta posición,
alguien puede objetar que quien paga manda y ya se sabe el escaso poder
económico que tienen las aficiones. Pero esto es ya otro cantar, que también
necesita su reflexión adecuada.
12
de Junio de 2006
198. Choque de sistemas
Aunque
la mayoría de los gobiernos apuestan por mejorar y fortalecer la Formación
Profesional, hay que confesar que el asunto no acaba de arrancar del todo. Y la
razón está en lo que los técnicos llaman choque de sistemas. Ocurre que los
ritmos de organización y funcionamiento del sistema educativo y los del
industrial y comercial son tan diferentes que difícilmente uno puede ayudar a
otro. El dinamismo de las leyes del mercado no tiene nada que ver con el ritmo
y la manera de hacer del sistema educativo, que para cambiar algo tiene que pensar
y diseñar desde el currículo hasta la preparación del profesorado específico,
la construcción o adecuación de edificios… Como decía con cierto humor y algo
de exageración un experto, cuando en un pueblo se instala un módulo de
formación profesional de fontanería, todos los niños del pueblo de por vida a
hacer grifos aunque ya no haya casas en el mundo donde instalarlos. Porque
luego, una vez implantado, a ver quién y cómo lo quita. Desde luego que este
choque de sistemas también se puede dar en otros muchos ámbitos de la vida: si no se
encuentran puentes de contacto entre el turismo y la sanidad, se nos pueden
morir los viajeros; y si el sistema agrícola no se relacionara con el de las
vías de comunicación, se nos acabarían pudriendo las frutas. Pues en un lío más
o menos de este tipo, en un choque de sistemas, anda metido el Real Jaén.
Frente al rigor y la seriedad del sistema empresarial, que no gasta el dinero
sin hacer antes un proyecto financiero y no invierte hasta saber los criterios
de rentabilidad, el sistema futbolístico vive con otro ritmo y otro cantar.
Éste último gasta lo que no tiene ni sabe cómo financiarlo y, sobre todo, está
sometido a un calendario eterno e inflexible que tiraniza todas las
actuaciones. Y así es muy difícil encajar ambos sistemas. Cada uno tiene su
campo de acción y produce su propio lenguaje pero si no buscamos un idioma
común, puedan dar al traste todas las buenas intenciones, de las que ya dice el
refrán que el infierno está lleno. Lo malo es que con el mejor deseo de hacer
las cosas como deben hacerse, pueda llegar el comienzo de la liga y sorprenda a
los responsables del club haciendo las cuentas, con cuatro jugadores en la
plantilla, los mercados de fichajes de hecho cerrados pero ¡eso sí! con un buen
montón de jugadores, incluso con contrato en vigor, con los que no saber qué
hacer. Y ellos tampoco.
19 de Junio de 2006
199. Quitar lo “bailao”
Hablando en alegoría del cohete,
Quevedo advertía que no siempre quien sube llega al cielo. Y tenía toda la
razón porque no en todas las ocasiones el éxito corona los méritos, el brío, el
afán y el empeño. Como acaba de ocurrirle al CD Linares. Lo malo, además, es
que son las mismas normas que rigen las competiciones las que ocasionan
historias e infortunios como éste. Y aunque ha sido el propio equipo el que, al
final, no ha alcanzado la cima, son las reglas las que encierran su propia
contradicción: en el fútbol, como en tantas otras actividades humanas, hay dos
caminos, estrategias o senderos para alcanzar el triunfo: uno es el trabajo que
se va haciendo en pequeños trayectos de forma y manera que siempre cabe
corregir cualquier ligero despiste o simplemente un estornudo. La otra vía está
en superar, y sin un posible fallo, toda dificultad que se ponga por delante. A
estas dos formas de actuar obedecen los dos tipos de organización futbolística
de que disfrutamos. La liga es un sistema que protege la virtud de la calma, de
la paciencia, de la resistencia; la copa y las demás competiciones de este tipo
buscan antes que nada el empuje inmediato, el esprín. La filosofía de una liga
es la de la carrera de largo alcance, de extenso recorrido y nunca la
consecuencia de un amanecer retorcido, de un mal día. Por su pura incoherencia
hay tanta gente que no está de acuerdo con la liguilla de ascenso. Si estamos a
lo que estamos, no se puede empeñar el resultado de todo un año a una jugada
equivocada o un error imprevisto. Eso hay que dejarlo para los campeonatos por
eliminatorias y nunca para aclarar quién es más firme a lo largo de toda una
temporada. Pero esto es lo que hay y los poderosos son los que mandan. Y hoy ha
sido el CD Linares el que ha sufrido esta incongruencia sin sentido. Por
terminar con Quevedo, al equipo y al club CD Linares les queda la posibilidad
de decir aquello de “yo he hecho lo que he podido; / Fortuna, lo que ha
querido”. Y a empezar de nuevo, que a fin de cuentas esto es la misma vida. Al
fin y al cabo se ha conseguido el objetivo porque, si el fútbol es en verdad un
estado de ánimo, que le quiten lo “bailao” a los aficionados, que han vivido un
año de gloria a pesar de que haya faltado la guinda. No ha sido un fracaso sino
una temporada de triunfo en toda regla. Y ahora es cuando hay que darles ánimo.