MARZO 2006


183. En el descansillo

El partido fue un homenaje a Antoñete, que había fallecido
 el día anterior a los 86 años.      Foto: Diario Jaén
         Había empezado el Real Jaén, desde el comienzo de la segunda vuelta de la liga, a subir las empinadas y difíciles escaleras de la clasificación y hasta había conseguido salir del sótano del descenso cuando en el viaje a Zafra se frenó en seco el camino hacía arriba. Tocaba jugar con el equipo que menos partidos llevaba ganados, con el que ocupa el último lugar de la clasificación, casi a mano del descenso de categoría, y con una derrota, que siempre es posible pero que no esperaban los aficionados, se interrumpieron una vez más las esperanzas colectivas. Se podía pensar, por seguir con la imagen de la escalera, que era descansillo, pero este nuevo desplante con las alturas dejó perplejo a todos, profesionales y aficionados. ¿Va a repetir el equipo una vez más la fatídica costumbre de venirse abajo precisamente cuando las perspectivas son más atractivas, cuando ha iniciado de nuevo una marcha triunfante?, se preguntaba más de uno. ¿Qué alcance tendrá este nuevo parón? Porque ya sabemos que la gloria o el subir muy deprisa producen sensaciones de asfixia, pero ¿servirá acaso esta pausa  simplemente para coger aire , respirar y reponerse un poco del esfuerzo de las semanas anteriores? Y no es que el equipo sufriera el mal de altura, el vértigo, que aun andamos como quien dice por el primer piso del edificio, pero a más de un aficionado le picó el desánimo y hasta casi la totalidad de los comentaristas deportivos se vieron necesitados de expresar esa especie de desesperanza que de nuevo estaba aconteciendo al Real Jaén. Y hasta hubo quien se acordó de lo que los pícaros y bromistas achacan a los gallegos, que éstos, cuando están en unas escaleras, nunca se sabe si suben o bajan. Pero ¡vaya si ha quedado aclarado el enigma!. Los aficionados que ayer acudieron al campo de La Victoria tuvieron que frotarse los ojos para convencerse de que no estaban soñando porque el equipo, en especial en la segunda parte, manejó el éxito y la belleza como hacía tiempo no lo había hecho. Y, al menos de momento, renació la sonrisa del triunfo completo en el juego y en el resultado. Decía el escritor irlandés Bernard Shaw que Napoleón ganaba las guerras perdiendo todas las batallas, pero ocupando el terreno cuando los ejércitos enemigos se iban a casa a celebrar la victoria. Esta vez no hizo ni falta.

6 de Marzo de 2006.             Real Jaén, 3; Extremadura, 0.


Un ramo de flores en el palco como testimonio 
y respeto a Antoñete  Foto: Diario Jaén


184. Todo a su tiempo

         Si al alcanzar los dos tercios de la competición (a los que acabamos de llegar), hacemos una recapitulación de lo que llevamos de liga, podríamos decir que, al menos hasta el momento, en el Real Jaén ésta ha sido una temporada de rachas y etapas, buenas y malas alternativamente, muy definidas. Un año en el que todo era bueno y empezábamos a escalar puestos en la clasificación hasta que de pronto, cuando menos se esperaba, todo se tornaba malo y donde destacamos era en goles en contra. Aunque parezca que, como en economía, en estas últimas semanas estemos moviéndonos en un ciclo expansivo, dejando a un lado los errores, son ya varias las ocasiones en las que las esperanzas se nos han levantado casi hasta el cielo, por ejemplo, en las primeras jornadas, tanto de la primera como de la segunda vuelta, y otras tantas en las que nos hemos visto pisando los tizones del infierno, como en la serie desgraciada de resultados que nos llevaron desde las puertas de los puestos de liguilla de ascenso hasta los de descenso. Ahora sin embargo, asentado ya el equipo que ha surgido de lo que llamamos el mercado de invierno, con sus aciertos y sus resbalones, la situación es como empezar otra vez, como poner en marcha un nuevo proyecto, del que veremos los resultados que nos proporciona, pero que no está diseñado para triunfar de un día para otro. No olvidemos que la propuesta que hizo el nuevo accionista mayoritario cuando se incorporó al club era que el Real Jaén alcance en cinco años la Primera División y, aunque el fútbol es una actividad en la que la voluntad y la determinación sólo tienen una parte pequeña de protagonismo, resulta razonable esperar que esto se consiga. Viene a cuento esta reflexión porque parece prudente tener siempre presente el horizonte a unos pocos años vista, para que la impaciencia no nos queme las entrañas cuando las cosas no le salen bien al equipo y no nos llevemos un disgusto demasiado grande cada tarde en la que nos vayan mal las cosas. Ni desanimarnos en exceso ni entusiasmarnos demasiado sino confiar en que poco a poco las expectativas se irán consolidando; vamos, lo que dictaba un cartel que los griegos pusieron en el frontispicio del templo de Apolo: de nada demasiado, que es lo mismo que todos decimos y también confirmaban los filósofos de Grecia, que la virtud está en el término medio.

13 de Marzo de 2006.          Águilas CF, 2; Real Jaén, 1.


185. El paripé

No fue ésta la única ocasión en la que el terreno
 de juego se encharcó.    Foto: Diario Jaén
         Ayer en La Victoria el Real Jaén ganó al equipo contrario, esta vez el Almansa. Con ello se ha dado un paso más hacia la finalización de la actual competición, lo que no es poco a la vista de cómo están yendo las cosas este año al equipo. Un partido de trámite a juicio de algunos aficionados. Porque en estas condiciones, alejados a día de hoy de la cercanía de grandes proezas y ardores colectivos, con escasas esperanzas de triunfos destacados como sería entrar entre los cuatro mejores, el ánimo en el público no era de especial entusiasmo. Vamos que, hasta el momento del gol de Sutil, cada uno estaba como enredado en su conversación. Entre los charcos en el césped, la abundante agua que caía y el juego, más bien no juego, salvo el último rato que casi pareció otro partido, aquello semejaba un lugar de tertulia y charla de unos con otros. Por no haber, ni siquiera andaba por allí algún tambor de esos que suben un poco la temperatura. Lo dicho, al margen del extraordinario trabajo de los profesionales sobre todo por las condiciones ambientales, parecía un partido de trámite, una especie de paripé que hay que cumplir para hacer bien las cosas. De todas maneras está bien eso de ganar porque hay emociones con las que es mejor no embrollar ni arriesgarse. Preferible el aburrimiento de un puesto medio en la tabla de clasificación, uno de esos que ni fu ni fa, que revolverse en el barro de las tensiones peligrosas. Algunos recordarán una novela que se hizo muy famosa hace unos años  -La tesis de Nancy-  en la que Ramón J. Sender contaba la historia de una muchacha americana que había venido a España a estudiar y, para conocer mejor el ambiente de nuestra tierra, se había hecho novia de un gitano. Naturalmente Nancy, que así se llamaba como en el título de la obra, entendía mal las cosas que oía porque las interpretaba al pie de la letra. Todos se interesan por mi salud, se sorprendía la joven.  En la narración, el protagonista define el paripé como una especie de desaborisión con la que se les atraganta el embeleco a los malanges, o sea, como si no hubiera chicha ni limoná y el vino estuviera aguado. Pero quién sabe si a partir de ahora empieza el milagro ese que todos los aficionados esperamos siempre y que Antoñete tantas veces nos pidió. Hubo un momento en que pareció que no es ninguna tontería esperarlo.

20 de Marzo de 2006.            Real Jaén, 2; Almansa, 0


186. ¿Qué es lo mejor?

         Una de las eternas preguntas sobre el fútbol, en cuya respuesta es casi imposible ponerse de acuerdo, es la de: a qué va una persona a presenciar un partido en un estadio. Porque, aunque a primera vista parezca una tontería, son tantas las variables que concurren en un espectáculo de este tipo, tantas y tan diversas las motivaciones que llevan a la gente a un campo de fútbol que es muy difícil que haya uniformidad de criterio y de apreciación. Fijándonos exclusivamente en el perfil de quien se decide a asistir, no es lo mismo un simple espectador que no tiene otra cosa que hacer y va a pasar el rato como podría ir a otro sitio, que quien es amante de los deportes; como tampoco es lo mismo el simple aficionado inclinado a unos colores pero que se toma las cosas con tranquilidad, que aquel al que llamamos incondicional que sufre o goza hasta lo indecible con los triunfos y las miserias del equipo de sus amores. Obviamente los objetivos que se plantea cada uno de esos asistentes es muy diferente y por tanto su percepción de lo que pasa en el terreno de juego también lo es. El espectador imparcial, amante de la estética, se fijará en la belleza de las jugadas, en la hermosura de lo que hacen los jugadores tanto en el planteamiento y la estrategia como en su desarrollo, mientras que el hincha apasionado buscará por encima de todo el triunfo aun cuando el espectáculo haya sido feo, aburrido y destartalado. Por eso cuando dos amigos discuten y, en medio de la trifulca ante la disparidad de opinión, uno de ellos afirma que cada uno ha visto un partido diferente, están en lo cierto. No, por supuesto, en cuanto a los equipos que jugaban sino en lo que aconteció sobre el césped. El sábado en Écija, mientras que los entusiastas animadores del Real Jaén, cuyos cánticos de ánimo habían atronado el estadio, recogían sus bártulos y se hacían las fotos de rigor, un grandísimo aficionado, que había acudido hasta la ciudad sevillana, comentaba: esta vez, no, el juego del equipo no me ha gustado nada, lo ha hecho muy mal. Y esa era la opinión más o menos generalizada de los que andaban por allí. Pero, ¡claro! Luego vienen los de la estadística y dicen: se ha roto la tendencia de perder siempre fuera y podemos estar en el principio de una recuperación en los partidos a domicilio. Y ya no sabe uno qué contestar ni qué es lo mejor.

27 de Marzo de 2006.         Écija, 0; Real Jaén, 0.