OCTUBRE 2004


109. Cómplices y líderes

El entrenador Juan Carlos Álvarez, con el que
 comenzó la temporada el equipo.
Foto: Diario Jaén
         Probablemente no haya en todo el mundo un aficionado al fútbol que en una discusión de tertulia no haya recordado, con fervor, que éste es un ejercicio colectivo, un juego de equipo, un deporte social. A diferencia de tantos otros en los que el protagonista tiene que enfrentarse solo a su tarea, al futbolista le toca trabajar en grupo y esta circunstancia condiciona su comportamiento profesional, porque todo equipo es un organismo unitario en el que cada parte sólo adquiere sentido en relación al conjunto. Hacer que se funcione como grupo, ajustar el colectivo a los sistemas que facilitan las relaciones de quienes participan de un mismo proyecto no es una faena añadida para matrícula de honor sino el propio fundamento imprescindible para el éxito, una ocupación principal a la que hay que dedicar la mayor y mejor atención. Cuando en todos los grupos humanos, sean cuales sean las razones de su unión y sus objetivos, hay formas internas de comunicación, complicidades compartidas y sistemas jerarquizados con sus correspondientes líderes, no puede pensarse que esta práctica no se cumpla en la actividad deportiva. De otra forma no es posible el fútbol. Por eso, cuando no se hacen así las cosas, el esfuerzo y el interés resultan un proyecto vacío.
         A lo mejor es por esto por lo que el Real Jaén tiene dificultades con sus cuentas en la clasificación. El entrenador se ha referido al asunto, diciendo que advierte que los jugadores no hablan entre si durante los partidos, que dan la impresión de que cada uno jugara en su burbuja, y algún sagaz aficionado ya se había dado cuenta de ello: en la gestión del juego del equipo se aprecia falta de liderazgo, alguien que gestione la comunicación interna del grupo; se percibe la carencia de una mente organizadora que gobierne anímicamente y oriente al colectivo en una empresa común. Y sólo cuando se corrijan estas anomalías, podrán resultar bien las cosas. Porque ocuparse sólo del regate y del 2-3-4, o 4-3-2, es olvidar los fundamentos de un equipo bien conjuntado. Mientras no se atienda a lo que importa en un club y en un equipo que quiere tener un alto nivel de competencia, todo será vulgar y, lo que es peor, ineficaz.

4 de octubre de 2004.                               Marbella, 3; Real Jaén, 1.


110. Teoría del velo inútil

         Refería ayer un aficionado, con más broma que rigor técnico, el tiempo que ha tardado el entrenador del Real Jaén en enterarse de la función y la tarea que Nandi venía realizando con acierto en el equipo durante los dos años que lleva en el club, y se preguntaba cuándo, a este ritmo, dará con el equipo adecuado. La apostilla tiene, sin duda, su intríngulis porque pone sobre el tapete las reglas ocultas que cuecen y gobiernan este colectivo profesional, marcado por una organización característica de la que muchas veces nos olvidamos, lógicamente distraídos por lo que pasa en el terreno de juego. Sistema integrado por un jefe natural cuyas decisiones resultan irrevocables, un colectivo de trabajadores plena y totalmente subordinados, y un grupo inevitable de rebeldes que se sienten marginados de la tarea común. En esas condiciones, si no se anda con mucho cuidado, lo más probable es que surjan conflictos sociales latentes, incluso inconscientes. No hay que olvidar dos cosas muy importantes y decisivas: una, que el equipo, que en principio trabaja por razones profesionales, es una comunidad de práctica porque encuentra su identificación colectiva a través del espíritu del club y de la ciudad y la afición que está detrás; y dos, que el entrenador, a cambio de su poder absoluto, recibe todos los dardos de la gente. Como dice Gregorio Manzano, hay muchos tipos de entrenadores: coercitivos; orientativos; afiliativos, que fomentan relaciones armoniosas; participativos; imitativos; capacitadores...  Esa condición no tiene que ver en principio con sus cualidades técnicas pero no todos sirven para todos los clubes. El factor humano que subyace en las relaciones de este grupo singular es muchas veces el que facilita o impide los éxitos del club y un referente que no puede dejarse a su libre albedrío.
(Parecía ayer que el árbitro del partido quería echar un velo sobre todos estos problemas, desviando la atención de la gente con un protagonismo nefasto. Porque, intelectual y teóricamente, resulta difícil entender cómo una persona puede cometer tantos errores de apreciación en el tiempo que dura un partido de fútbol). 

11 de Octubre de 2004.                Real Jaén, 1; Don Benito, 1.

        
111. Lo urgente y lo necesario

         A todos nos ha pasado más de una vez que de pronto, precisamente cuando las cosas están complicadas, se nos abre un rayo de optimismo y vemos que se asoma en el horizonte una cálida franja de luz. No es que no lo aguardemos porque la esperanza, dice el refrán, es lo último que se pierde pero en ocasiones nos parece que tenemos el cenizo y apenas confiamos en la suerte. Sin embargo en esas circunstancias, cuando la fortuna nos bendice y llegan buenas noticias, lo razonable es disfrutar de la ocasión hasta ver cómo viene el futuro. Y no es que el Real Jaén hiciera ayer la proeza del siglo: la cosa sin duda no fue para tanto. Pero el provecho que consiguió y, sobre todo, el cómo lo hizo justifican recobrar un punto de satisfacción, de esa que casi habíamos olvidado. Lo más estimable no es tanto dónde y con quien jugó, aunque estas circunstancias hacen más valioso el resultado, sino la forma en que se produjo el acontecimiento. Bien es verdad que el juego casi originó una crisis sicológica de bostezo en el portero contrario pero las cosas tienen que llevar su ritmo y está bien empezar la casa por los cimientos.
A estos efectos resulta de utilidad echar mano de esa distinción entre lo urgente y lo necesario que tanto gusta a determinadas clases dirigentes. Lo primero, lo urgente, como su nombre indica, hace referencia a las cuestiones que por las circunstancias que las rodean exigen una atención inmediata; mientras que ocuparse de lo necesario significa estar pendiente de asuntos que nunca deben olvidarse si se quiere que las cosas funcionen siempre como debe ser. Y éste es el caso que nos ocupa. Parecía conveniente e indispensable, para colaborar con el buen gobierno de la entidad, terminar de analizar algunas claves sociológicas que tienen más influencia de lo que a primera vista parece en el éxito o el fracaso deportivo. Pero, visto lo visto, como en la “Cena jocosa” de Baltasar de Alcázar (para los desmemoriados, aquella que empieza con los versos “En Jaén donde resido / vive don Lope de Sosa”) quédese para mañana, para otro día, la reflexión teórica y ocupemos el tiempo en pensar, disfrutar y creer que empiezan a resolverse algunos problemas técnicos en el Real Jaén

18 de Octubre de 2004                  Conquense, 0; Real Jaén, 0


112. Un síntoma fatal

El fútbol es un saber técnico que, como ocurre con todas las ciencias, tiene sus sabios, que son los que deben saber discernir la buena teoría del simple ajetreo de un balón. Su dificultad sin embargo no es especialmente complicada. Como dice Jacques Thibert, editorialista de una prestigiosa revista francesa de fútbol, en una cita de Jorge Valdano, el fútbol es más simple que la teoría de Einstein y más complicado que dos y dos son cuatro. Por eso está a medio camino de la alta especialización, una circunstancia que permite que en determinadas situaciones los ciudadanos sin más cualificación puedan conocer cuándo en su desarrollo algo es importante y preocupante.
Los aficionados pueden confundir el tocino con la velocidad pero resulta difícil que esto ocurra cuando tantos perciben lo mismo: no hay que olvidar la antigua regla que asegura que, cuando asiste poca gente a un espectáculo, son casi siempre asiduos y consiguientemente expertos. Y eso fue lo que ocurrió el sábado con las dos jugadas de corner que todo el público vio y padeció de manera alarmante. El hecho no fue un error sin más sino todo un ejemplo de lo que está pasando esta temporada en el Real Jaén. Hemos de recordar que en toda organización hay, al menos, dos tipos de errores: de planificación y de ejecución. Al realizar una tarea, todo el mundo puede equivocarse: el carpintero, el profesor o el contable. Un desacierto de un futbolista puede hacer perder un campeonato pero no se le puede reprochar nada porque una equivocación la comete cualquiera. 
 El problema se plantea cuando hay errores de planificación, cuando no se preparan las condiciones para llevar adelante con éxito un proyecto, cuando no están previstos los mecanismos suficientes para resolver lo que puede venir, especialmente si es algo perfectamente previsible. Y esa circunstancia la apreció el sábado el público. Fue tan evidente que a punto estuvieron muchos espectadores de saltar al campo a advertir lo que era obvio a todas luces y que pudo haber ocasionado que el partido terminara a los pocos minutos de haber comenzado. Los aficionados por principio no son expertos pero sí pueden detectar cuándo un síntoma es mortal de necesidad. Y en esas estamos. 

25 de Octubre de 2004.             Real Jaén, 1; Ceuta, 1.