NOVIEMBRE 2005


166. Una hecatombe

         Las cosas se habían complicado últimamente y de manera grave para el Real Jaén. De estar a tiro de entrar en los puestos de promoción de ascenso, en dos jornadas, como si todo hubiese sido un castillo de naipes o un sueño primaveral, quedó a tres puntos del descenso y, lo que es peor, de pronto, como hacía tiempo no se conocía por estos andurriales, se generalizó una sensación de derrumbe total. Y no sólo por los resultados sino porque precisamente, al hilo del estropicio deportivo, parecía como si fuera verdad aquello que se dice de las malas rachas, que son como un zarandeo del destino. El caso es que cuando los goles no se dan sino que se reciben, se tiene la impresión de que todo lo que se hace, lo que se habla, se planifica o se propone lleva directamente el mal fario y ayuda a torcer aun más las cosas.
Andarse con tiento. Por eso en esas condiciones la única forma de evitar que el infortunio siga aumentando es andarse con mucho cuidado y tiento, con una exquisita cautela (aunque, para los supersticiosos, algún conjuro de eficacia contrastada nunca viene mal y por si acaso),. Y, antes de tomar decisiones, averiguar si estamos ante un desastre natural porque las cosas son así y esto es lo que hay; si, por el contrario, en un ruina provocada porque no se sabe manejar la situación; o puede que en un simple charco del camino, por muy grande que parezca.
Pero seguimos en las mismas, que es lo malo. Y los aficionados de Jaén que se llegaron hasta Villanueva de Córdoba se volvieron a casa con una tristeza metafísica, es decir, tomándose las cosas con filosofía, como aceptando que qué le vamos a hacer.
No olvidemos sin embargo que una hecatombe era un sacrificio de cien víctimas, normalmente bueyes, que los antiguos hacían a sus dioses con la esperanza de que aplacasen su ira y su enfado con los mortales. Pues algo así habrá que hacer a la Fortuna a ver si empieza a tratarnos de otra manera.

7 de Noviembre de 2005.               Villanueva de Córdoba, 3; Real Jaén, 2.


167. Un tentempié

Mientras el Linares anda entre los primeros del aula y es un equipo sólido (de lo que nos alegramos todos los giennenses), el Real Jaén se mueve como clase media, cada día más baja, y con el agravante de que está por esos lugares de la clasificación después de haber suscitado expectativas más halagüeñas en las primeras jornadas de la liga. El cambio de imagen y de sitio se ha producido de manera continuada y progresiva en los últimos partidos, en los que ha dado la sensación de que el equipo es como una casa en ruinas a la que se le van cayendo poco a poco sus estructuras: un día, las puertas; otro, el tejado...
Pronósticos. Algunos aficionados (sobre todo los que han tenido la oportunidad de ver casi todos los partidos tanto de dentro como de fuera de casa) ya venían fijando la atención en cómo se habían producido algunos de los primeros resultados y sentían temor de que la racha de los triunfos por los pelos pudiera quebrarse en cualquier momento. "Predecir es muy difícil, sobre todo el futuro", aseguran que decía el gran físico Niels Bohr, en frase feliz que todo el mundo le atribuye. Hacerlo a toro pasado es un deporte al que casi todo el mundo se apunta. Pero la verdad es que hay errores que incomprensiblemente se han venido repitiendo de manera permanente en casi todos los partidos.
Algo es algo. ¿Algo se ha arreglado ayer? Aunque sólo haya sido un aperitivo o un tentempié, podemos transformar lo negro en blanco y decir que es un paso positivo el haber pasado de una serie de graves derrotas a un empate, por mezquino y menesteroso que parezca. En la situación de penuria absoluta en que está el equipo, algo es algo. Y aunque sus consecuencias contables apenas cambian las cosas, por lo menos es como aquellos ponches antiguos que levantaban el alma del que lo tomaba. O como el bálsamo de Fierabrás: que mientras que a los estómagos delicados y comedidos, como el de don Quijote, le curaba sus males, a Sancho, que comía ajo y cebolla, lo dejaba para el arrastre. Y nos permite dejar para otro día, si las cosas aun empeoran más, el anuncio del cataclismo universal.

13 Noviembre de 2005.         Real Jaén, 0; Ceuta, 0.


168. Tranquilidad

Después del partido de ayer y el nuevo empate a cero del Real Jaén, (algo que casi se está convirtiendo en costumbre) esta vez en su propio campo, hay que mantener la calma y el sosiego. No ha llegado el fin del mundo ni se ha parado La Tierra. Tampoco ha ocurrido ningún cataclismo, el Apocalipsis no ha empezado y el suelo ni ha temblado ni se ha partido. Tranquilidad. Simplemente el equipo, un colectivo profesional que juega al fútbol, ha dado un nuevo paso hacia atrás en su disputa deportiva y nada más: el Real Jaén sólo ha conseguido un escuálido punto. Pero ni ha llegado un nuevo tsunami ni ha arrasado la tierra un meteorito como aquel que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. Por tanto calma, placidez y bonanza. Tranquilidad.
Alarmismo. Bromas aparte, no es ninguna tontería rebajar todo el alarmismo que generan estas situaciones porque, casi sin darnos cuenta, los aconteceres deportivos nos provocan disgustos y desánimos de alcance mayor que lo razonable. Un desastre del equipo nos arrastra casi de forma automática a un ambiente de desagrado que acabamos pagando con los amigos, la familia o nosotros mismos. Y no tiene sentido esta angustia por algo que no es (como tantas veces hay que insistir, salvo para los profesionales) sino un juego, un deporte. Y no se pone en juego, nunca mejor dicho, ningún valor trascendente. Por contentarnos de alguna manera, digamos que al Real Jaén no le están saliendo las cosas, tendremos que esperar tiempos mejores, y debemos olvidarnos de frases terroríficas como las de situación límite o cosas por el estilo, auque la afición ayer reaccionó con indignación tras el nuevo empate a cero en el estadio de La Victoria. Eso sí, habrá que cambiar la mentalidad y seguir al equipo desde el convencimiento de que seguro de que, después de la tempestad vendrá la calma, de la misma manera que tras el invierno llegan siempre la primavera y el verano. Como en aquel famoso viaje de la antigüedad, que narra la Odisea, Ulises acabó llegando a su casa de Ítaca a pesar de las trampas y los escollos que algunos dioses enemigos le habían tendido. Y sólo lamentar el infortunio inmerecido de una directiva y un presidente que, después de salvar al club del desguace y su desaparición, no han encontrado aún la felicidad deportiva. Que la tienen bien merecida.

21 de Noviembre de 2005.             Real Jaén, 0; Baza, 0


169. Encaje de bolillos

José Aurelio Gay se hizo cargo de la dirección técnica 
del equipo como entrenador      Foto: Diario Jaén
Dice el afamado escritor uruguayo Eduardo Galeano que antes existía el entrenador pero nadie le prestaba atención; y que murió en el momento en que el juego dejó de ser un juego y alguien se creyó que el fútbol es una ciencia. Fue entonces cuando apareció el director técnico, señala el autor. Y aunque nosotros seguimos llamándole de la misma manera, entrenador, la verdad es que este trabajo de dirigir un equipo de fútbol se ha complicado hoy hasta la locura porque los dirigentes y la hinchada no sólo le exigimos la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi, termina diciendo Galeano. Una complejidad extraordinaria y hasta muchas contradicciones internas.
Tareas y obligaciones. Un entrenador con funciones convencionales tiene cuando menos que hacer la selección de jugadores a la hora de fichar, naturalmente de acuerdo a las posibilidades económicas, organizativas, objetivos propuestos y nivel deportivo en el que se halla el club; además ha de cuidar de todos los aspectos humanos y técnicos, individuales y colectivos, de los profesionales; también, por supuesto, establecer y dirigir tanto la estrategia como la táctica, las pautas que deben seguir y a las que han de atenerse los jugadores en el ejercicio de la practica deportiva; y a ello hay que añadirle tareas (que algunos pueden creer complementarias pero que influyen de manera definitiva) como dar una determinada imagen pública del equipo o clarificar en lo posible los sentimientos de la afición, al menos evitando la impaciencia ilusa o el derrotismos aniquiladores. Y ya, puestos a adjudicarle tareas, Rodney Marsh aclara que todo lo que tiene que hacer un entrenador es tener felices a once jugadores. Los once reservas. Los once titulares son felices, dice, porque son titulares.
Nuevo entrenador. Éstos muchos quehaceres tienen que remendar los entrenadores que pasan por los equipos (lo que nos exige cuando menos mucha comprensión y respeto) y ha de empezar a hilvanar y zurcir el nuevo entrenador que esta semana inició su trabajo en el Real Jaén, por cierto, con mala fortuna, tanto por la imagen que dio el equipo en Algeciras como por el resultado. Vamos, que hace falta mucho encaje de bolillos para coserlo todo y hacerlo bien.

28 de Noviembre de 2005.                    Algeciras, 2; Real Jaén, 0.