161.
Los mil doscientos
Parece
claro que poca gente ve un partido de fútbol como si fuese un simple goce
estético o bello, una demostración de hermosura y gracia y sin implicarse en
ninguno de los dos equipos. Salvo casos excepcionales de equipos muy famosos de
los que se dice que hacen un fútbol extraordinario, es muy raro que alguna
persona se ponga delante del televisor o acuda a un estadio sin ponerle una
guinda de emoción por alguno de los que compiten en el terreno de juego. El
fútbol, quiérase o no, es una forma de implicarse en lo que tenemos delante y
de vivir esa realidad, provisional o no, de manera intensa y vital. Por eso la
importancia de lo que viven quienes asisten al espectáculo y las consecuencias
del juego, del resultado en definitiva. Y también de ahí el humor que a uno se
le queda, las diversas y variadas caras que, después de haber visto un partido,
se le ponen en función de cómo han ido las cosas, de si a su equipo (porque
siempre tiene que haber lo que se dice: mi equipo) le ha sonreído o no el
destino, de si el juego ha transcurrido con desgana y displicencia o, por el
contrario, se ha vivido con euforia y una pizca de riesgo. La cara que se le
pone a los espectadores en función de lo que ha pasado en el partido sirve
además como acicate o disgusto para asistir los domingos siguientes al campo. Y
en esas estamos los mil doscientos socios que, según datos de la directiva, nos
hemos comprometido a acudir a La Victoria, en cierto modo pase lo que pase,
todos los domingos en que el Real Jaén juegue en casa. Como el gesto que se nos
fue poniendo ayer a medida que avanzaba el partido y no había manera de superar
un gol en contra hasta que la fortuna y, por supuesto, el empeño por supuesto
(dejemos a un lado los errores), nos regalaron la estrella a la vuelta de dos
jugadas. Se preguntaba no hace mucho un periódico francés, Le Monde, si el
regreso de Zidane a la selección nacional sería capaz de levantar el ánimo
general de los franceses en una especie de renacimiento de los fervores ya
vividos en momentos gloriosos del fútbol de ese país. Los mil doscientos socios
esperamos que, a la vista de cómo vienen los acontecimientos, se eleven lo
fervores, mejoren los semblantes y en lo sucesivo seamos muchos más. Hay
razones para ello.
3
de Octubre de 2005. Real
Jaén, 2; Díter Zafra, 1.
162. Los dineros
Muy
otro sería el fútbol que tenemos, si únicamente se financiara con los
desembolsos y el apoyo económico que aportan los aficionados y los seguidores
de cualquier clase y condición. No quiere decir eso desde luego que en otras
condiciones no existiese, pero en ese caso estaríamos hablando de algo muy
ajeno a este fenómeno colectivo tan representativo de nuestra civilización.
Todo ciudadano que se haya parado un momento a analizar el mundo de los dineros
de los clubes, sabe que la cuantía de los ingresos con los que contribuyen los
espectadores es sólo una mínima parte de lo que necesita cualquiera entidad
para sobrevivir económicamente. A veces, han contado los directivos de la
geografía española, hay partidos de fútbol en los que los ingresos por taquilla
no son suficientes ni siquiera para cubrir los gastos mínimos que origina un
partido de fútbol. Por eso, tal como se han puesto las cosas, las estructuras
futbolísticas necesitan, y cada vez más, de mecenas que, como hizo aquel romano
con los poetas de su tiempo, resuelvan los problemas económicos. Lo que pasa es
que esta situación arrastra naturalmente significativas ventajas e
inconveniencias. Porque, cuando alguien pone dinero, sea cual sea la cantidad,
lo inmediato es preguntarse con qué beneficio espera contar. Por supuesto que
recompensas a lo invertido las hay de muchas clases y condición, y bastantes de
ellas, tal vez la mayoría, son legítimas y hasta plausibles. Pero por ahora
quizá lo mejor es olvidarse de esas cuestiones y simplemente reconocer que se
han resuelto de momento los problemas económicos del Real Jaén. Y esperar que
la nueva coyuntura tenga éxito social, y aumente la comunicación sensible y
emocional entre el club y la sociedad a la que está dirigida. Tanta importancia
en nuestro esquema mental ha adquirido el fútbol que, vista la expresión y el
estado anímico del aficionado cuando su equipo mete un gol, Vicente Verdú
sugiere que se ha convertido en un atajo democrático hacia la felicidad. Pero
financiado por quienes tienen dinero. Es lo que hay. Y ésta es, como diría
algún filósofo por ahí, la contradicción constituyente del fútbol. Pero,
mientras las cosas sigan así, que dure.
10
de Octubre de 2005. Extremadura,
0; Real Jaén, 0.
163. El principio de la compensación
Salvo
los optimistas recalcitrantes (que siempre es bueno que los haya, por el
colorido que le dan a la vida, y el salero y la chispa que brindan), la mayoría
de la gente parece estar convencida de lo que se llama el principio de la
compensación. Bien es verdad que los libros de ciencia no lo reconocen como tal
ni lo incluyen entre sus postulados pero no por eso deja de ser una referencia
vital para casi todo el mundo, que en muchas situaciones se pone en guardia a
la espera de que se cumpla. Y es que esta teoría asegura que en la vida no se
puede tener todo, que es imposible disfrutar a la vez del dinero, la fama, el
amor y la salud, y que, cuando nos llega una gran satisfacción, siempre hay que
estar dispuestos a esperar, como contrapartida, alguna desgracia o algún
disgusto: que no puede haber alegría sin tristeza, ni felicidad sin congoja o
desconsuelo. Y esta teoría universal de la vida, como no podía ser de otra
manera, también ha tenido su repercusión en el Real Jaén: era inevitable que,
después de las últimas e intensas satisfacciones, nos aconteciera alguna
malaventura o adversidad. Y así ha ocurrido en el partido jugado ayer en La
Victoria con el Águilas, un equipo que, aunque ha ascendido este año a la
Segunda División B, tiene pretensiones de subir en el escalafón de los buenos.
Bien es verdad que ha sido una desgracia menor, algo liviana, y estamos seguros
de que de escaso alcance. Al fin y al cabo perder puntos a estas alturas del
campeonato, aunque disguste y fastidie, no es especialmente grave. Lo molesto
es que, con la racha que habíamos cogido, todos teníamos la ilusión de entrar,
por fin después de varios años, en la lista de los cuatro primeros, los
elegidos. Y esta derrota nos aleja más de lo deseable. Parece como si un muro,
difícilmente franqueable, se interpusiera entre el Real Jaén y los puestos de
la liguilla de ascenso. Precisamente cuando estamos a punto, aparece el
maleficio. Pero de momento no hay que preocuparse en exceso viendo con
perspectiva los últimos acontecimientos del club y también del equipo. Al fin y
al cabo, como ya decía un importante poeta latino, Horacio, en una de sus odas,
nada existe que sea completamente feliz.
17
de Octubre de 2005. Real
Jaén, 1; Águilas, 1.
164.
Una nueva armonía
Ya sabemos que los números son una
fuente de credibilidad de mucho prestigio en cualquier discusión que se precie.
Los números son los números y ante esa evidencia poco hay que decir. Éste es el
argumento más contundente que utiliza el presidente del Real Jaén, en una larga
e interesante entrevista con José Eugenio de Lara que publicó este Diario hace
unos días, cuando plantea con toda claridad lo que importa de este nuevo
mecenas, Juan Miguel Hitos.
Directiva. A su juicio lo que incumbe a la junta directiva y,
por supuesto a los aficionados, es que Hitos, como él le llama, cumple y paga
lo que dice que va a pagar, lo hace cuando asegura que lo va a hacer y llega en
el momento preciso en el que hace falta. Comentarios hay por ahí, sin que esté
confirmada oficialmente la cifra, de que hasta ahora ha aportado al club hasta
seiscientos mil euros, una cantidad que justifica el nivel de prestación que
hace este jiennense y sobre todo la credibilidad que trae consigo. Así son las
cosas, dice el presidente. La verdad es que, una vez que el actual equipo
directivo había puesto mucho de sensibilidad, rigor y sentido común en la
organización y la economía del Real Jaén, este paisano, desconocido para la
mayoría de jiennenses, ha sido un maná futbolístico. Pero esto, además de ser
una muy buena noticia, ha provocado lógicamente en el club un equilibrio de
poder inédito, una nueva situación interna, que exige mucha cautela. En el
flamante marco de decisiones y de gestión, que indirectamente se ha creado en
la casa, es imprescindible inventar una nueva armonía, un organigrama funcional
que responda al naciente horizonte y en el que estén muy claras las
competencias de cada uno, incluyendo a los responsables societarios y a los
trabajadores que componen la entidad. Clubes hay por ahí con una buena cartera
de fondos pero que no acaban de solucionar la jaula de grillos en que se han
convertido, con lo que los dineros no les sirven de nada. Y no se crea que una
buena racha de resultados permita dejar a un lado estos asuntos porque esto
sólo sería a corto plazo. En este momento tan interesante y esperanzador del
club es imprescindible que todos sus estamentos sepan muy bien tanto lo que
tienen que hacer como lo que deben evitar.
24
de octubre de 2006. Almansa,
2; Real Jaén, 1.
165.
Una purga de salvación
Andábamos ya la gente del fútbol de
esta ciudad, o sea los aficionados y seguidores del Real Jaén, poco menos que
flagelándonos en las conversaciones y utilizando las disciplinas que, según la
historia de sus hazañas, ocupaban el tiempo y los afanes de don Quijote en
Sierra Morena, cuando lo que nos parecía un leve resbalón, que nos iba alejando
cada vez más de los cuatro puestos relevantes en la clasificación, se ha
transformado de pronto en un tropezón completo y total.
Desmoronamiento
Porque
lo de ayer ni ha sido un traspié. Tampoco una pifia, sino un desmoronamiento
total y completo. No sólo por el resultado del partido sino sobre todo por la
forma y los modos con que se produjo. Nada funcionó en el partido ante el
Écija: ni el terreno de juego, ni los planteamientos técnicos, ni desde luego
la comunicación entre los diversos colectivos presentes en el espectáculo. Un
siniestro perfecto y acabado que, si no fuera porque el fútbol es a fin de
cuentas, salvo para los profesionales, un juego, quitaría las ganas de broma.
Ventajas
Pero
a veces, cuenta Augusto Monterroso,
el bien se oculta detrás del mal como cuando pierdes un avión y luego se cae y
no queda vivo nadie. Y lo inteligente es descubrirlo para nuestro beneficio:
dejar a un lado la pesadumbre y el desconsuelo; serenarse; aprovechar esta
situación límite (que es aquella que hace parecer que es el fin de mundo) y
transformarla en lo que familiarmente se llama una crisis de crecimiento.
Dejarse
de frases retóricas y plantearse de una vez con claridad dos cosas. La primera,
qué somos, dónde estamos y a qué podemos aspirar de verdad. La segunda, si el
origen de la catástrofe futbolística de ayer viene de una escasa calidad
técnica de los jugadores, de una mala política de los técnicos o de ambas
causas a la vez. Es la única medida terapéutica útil del disgusto de ayer. Lo
sensato es tomarlo así, como una purga, como una receta de purificación. Pero
que nadie crea ésta es la de Benito.