218. Consecuencias del poder
Pues no ha sido posible la redención
del equipo. En verdad que lo han intentado, especialmente desde que el domingo
anterior el horizonte se abrió y todos recuperamos de nuevo la esperanza, pero
no han podido rematar la faena, ni siquiera extenderla una semana más. El
colectivo futbolístico del Real Jaén está como si no se hubiese acudido a
Melilla porque, después del resbalón y el tropiezo de ayer, otra vez los dioses
testarudos nos colocan, en una especie de retroceso en el tiempo, ante las
mismas polémicas, idénticos cálculos y balances, y similares perspectivas en la
competición liguera. Vamos, que es como si nos hubiese hecho unos cuantos días
más jóvenes. Si regresase a Jaén algún viajero que se hubiese marchado antes
del partido con el Marbella, nos creería aun en el mes pasado: esto no anda, el
proyecto sigue torcido y las seguridades menguan cada fin de semana. En estas
condiciones qué se puede hacer; cómo vamos a poder liberarnos de esta condición
de segundones que no acabamos de abandonar. Pero lo que dice el protocolo ya lo
sabe todo el mundo: si algo no funciona bien, hay que mirar hacia donde reside
el poder y por ahí vendrá la solución. Eso es reconocer la vieja teoría del
poder total, una práctica que se desarrolla seguramente en abundancia dentro de
las estructuras del fútbol y que más de una vez ha sido puesta en cuestión pero
a la que se acogen con excesiva frecuencia y pujanza demasiada gente. Cuando en
alguna institución alguien decide absolutamente de manera que, salvo un acto de
casi sedición, nadie puede corregir sus providencias, asume las
responsabilidades derivadas de este acto. Lo recuerda el poeta latino Ovidio
con aquello de estarás triste si te encuentras solo, pero esa es la cara B del
poder, el ángulo chirriante del decidir, aquello de la penitencia que arrastra
cada decisión personal que se toma. De todas formas siempre es necesario un
punto de escepticismo y de duda porque tampoco los protocolos son perfectos.
¿Cómo aclarar o arreglar el desencanto deportivo que prodiga con demasía y
exceso el Real Jaén? Ya asegura Juan de Mairena en una de sus reflexiones que
lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta
utilidad. Claro que a continuación él mismo se explica diciendo que por eso hay
tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino. Y en esas anda el Real
Jaén.
6
de Noviembre de 2006 Melilla, 2;
Real Jaén, 1
219.
Explotó la revolución
Las estadísticas son una forma de
contar la historia en números. Una manera breve, ajustada y, especialmente,
precisa de memorizar lo que ha venido ocurriendo a través del tiempo. Aunque
hay gente que las utiliza como un modo de pronóstico y vaticinio, y un sistema
de adivinación para averiguar por donde irán la cosas venideras, la verdad es
que vienen a ser como un presentimiento de escaso alcance y eficacia. Precisamente en el partido de
fútbol de ayer en La Victoria
se oponían dos estadísticas de signo opuesto y hasta contradictorio: salvo que
el partido acabara en empate, era imposible que ambas pervivieran. Como así
ocurrió, la pérdida de una, su interrupción, acarreaba el triunfo de la otra:
el Córdoba no había ganado ningún partido fuera de casa en la presente
competición y el Real Jaén llevaba once años sin ganarle al equipo de la ciudad
vecina. La cuerda se rompió a favor de nuestro equipo y eso significa que hay
que empezar a rectificar las cuentas. De todas formas el partido de ayer
encerraba más gatos que los de un número y una escala accidental. Ante el
Córdoba el Real Jaén ponía en juego algo mucho más valioso que una cifra de
entretenimiento y conversación de casino. Casi sacaba a la plaza del mercado
todo su ser y estar, el peso de sus muchos problemas y resquemores. Por eso hay
partidos de fútbol que son un mundo por lo mucho que acontece en su desarrollo,
mientras duran. A diferencia de otros que no pasan de mera anécdota que se
olvida al cabo de un rato o, en todo caso, al día siguiente, algunos llevan en
sí una carga emocional tan intensa que casi acaban agotando al personal. Ocurre
como en la vida: al tiempo que hay acontecimientos menores, de escaso alcance y
significación, otras situaciones tienen una amplia repercusión y una resonancia
impetuosa. El partido de ayer fue una de esas, cuyo peso y poder tardará en
repetirse porque los espacios épicos no están a la vuelta de la esquina. Lo que
hace falta ahora es que, después del envite y de haber ganado la apuesta, y
particularmente de la forma en que se consiguió, no ocurra aquello que asegura
Víctor Hugo de las revoluciones, que tienen sus días de llamas y sus años de
humo. Porque de esa forma de nuevo pueden aparecer los fantasmas del miedo y la
tradición de las angustias. Sería higiénico para la mente de todos pensar que
se ha roto un maleficio y ha empezado la verdadera revolución.
13
de Noviembre de 2006 Real
Jaén, 3; Córdoba, 1
220. El milagro del fútbol
Está suficientemente claro. Además es
opinión común y se comprueba con bastante facilidad. Es algo parecido a lo que
ocurre con la lotería, con el primer premio: tocó el gordo y hasta del
ambulatorio se marchó todo el mundo. Pero ¿no había una larga lista de
enfermos? Es igual, la quimera del sorteo y del juego es más saludable,
terapéutico y curativo que cualquier medicina, convencional o de filigrana. Nada
remedia los males y padecimientos de manera tan rápida y eficaz como que a uno
le toque la lotería. A semejanza de lo que ocurría con aquel fakir oriental de
los cuentos de boca y oído que poseía una pócima mágica capaz de cumplir hasta
dos deseos que proponían aquellos mortales seleccionados por el dios. Pues algo
así le ocurre al fútbol, dada la consistencia social que arrastra, y el
privilegiado lugar que ocupa en el interés de los ciudadanos. Un club puede
tener muchos problemas, estar al borde la quiebra, haber perdido el entusiasta
acogimiento y amparo de sus patrocinadores, el fervor y admiración del público,
da igual. El equipo puede hallarse casi caído en el precipicio, con un pie en
el vacío, pero no importa. Basta que el equipo haga un par de partidos
estupendos y consiga unos pocos goles para que todo quede resuelto como de
manera portentosa e increíble. Incluso cambia y se enaltece el ánimo de los
aficionados que desde ese momento y esa experiencia vemos las cosas de otra
manera, como más de color rosa y verde, que son colores que significan contento
y esperanza. Es como un prodigio, sucedió en el partido ante el Córdoba y
hubiese sido el no va más si ayer en Sevilla de nuevo hubiese ganado el equipo,
aunque de todas formas el resultado sirve para mantener el tono, que ya es
bastante. Desde hace un par de semanas pocas cosas se cuestionan ya del equipo
y ni al entrenador, y la demanda pública es ahora que se confirmen los buenos
pasos dados últimamente. Queda por supuesto el problema sumamente delicado y
grave de los sueldos de los profesionales pero esa es otra historia mucho más
seria. Lo demás es el milagro del fútbol, como el de los juegos de azar. De
todas maneras no olvidemos el lamento de aquel personaje de los esperpentos de
Valle-Inclán, el siempre extravagante y sorprendente Max Estrella, cuando se
queja de que se quedó sin capa, sin dinero y sin lotería. O el malhumor del
fakir que rompe toda la armonía.
20
de noviembre de 2006 Sevilla
B, 0; Real Jaén, 0
221. Ejército para la paz
Todo
el mundo conoce la sentencia o moraleja latina que asegura que “si quieres la
paz, debes preparar la guerra”, un lema que ha tenido diversas y significadas
interpretaciones y aplicaciones a lo largo de la historia. Desde el uso que se
hizo como norma de conducta en la llamada guerra fría, por el equilibrio
militar que indirectamente impedía una conflagración mundial de sistemas, hasta
el consejo de utilidad práctica para nuestro uso en las pequeñas escaramuzas de
cada día, es este proverbio una norma útil que conviene tener a mano y aplicar
en muchas oportunidades y ocasiones. Organizar la batalla es sinónimo de evitar
una guerra y eso es lo que acertadamente hicieron los directivos y los
profesionales ante el partido que se jugó ayer entre el Linares y el Real Jaén.
Una buena acción, que acaba resultando necesaria, dados los lenguajes de
epopeya que hoy y se gastan, y que superan con mucho el ardor burlón e
inteligente por mordaz que triunfaba en otras épocas. Prevenir es una virtud que
debe practicarse con la prudencia con que se hizo esta vez. Dos cosas, no
obstante, suficientemente significativas se oyeron o se vieron ayer y sería
aconsejable que los directivos tomasen nota. Una, la utilización, al menos, de
una bandera con el llamado escudo preconstitucional: y, aunque por supuesto
cualquier ciudadano puede utilizar la simbología que considere, debe cuidarse
con esmero exquisito y celo atento que no aparezcan símbolos con un contenido
demasiado amargo y doloroso. El otro sonido desagradable fue el grave error de
un profesional que se dejó llevar de su ímpetu de manera gravemente
irresponsable, con el perjuicio derivado al equipo y al público. Por lo demás
la parafernalia de estos partidos, que llaman de rivalidad especial, tiene mucho
de artificial porque se rodean de ridículas bravuras y falsos heroísmos que
acaban contagiando a más de uno aunque, al final, valen aquellos conocidos
versos de Cervantes sobre el valentón que dijo: "Es cierto / cuanto dice
voacé, señor soldado. / Y el que dijere lo contrario, miente." / Y luego,
incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese, y
no hubo nada”. Que, salvo el ruido de un lenguaje a veces excesivamente basto y
tosco, fue lo que aconteció ayer. Como decía el filósofo griego, para resolver
los conflictos, hay que buscar intereses comunes.