NOVIEMBRE 2006


218. Consecuencias del poder

         Pues no ha sido posible la redención del equipo. En verdad que lo han intentado, especialmente desde que el domingo anterior el horizonte se abrió y todos recuperamos de nuevo la esperanza, pero no han podido rematar la faena, ni siquiera extenderla una semana más. El colectivo futbolístico del Real Jaén está como si no se hubiese acudido a Melilla porque, después del resbalón y el tropiezo de ayer, otra vez los dioses testarudos nos colocan, en una especie de retroceso en el tiempo, ante las mismas polémicas, idénticos cálculos y balances, y similares perspectivas en la competición liguera. Vamos, que es como si nos hubiese hecho unos cuantos días más jóvenes. Si regresase a Jaén algún viajero que se hubiese marchado antes del partido con el Marbella, nos creería aun en el mes pasado: esto no anda, el proyecto sigue torcido y las seguridades menguan cada fin de semana. En estas condiciones qué se puede hacer; cómo vamos a poder liberarnos de esta condición de segundones que no acabamos de abandonar. Pero lo que dice el protocolo ya lo sabe todo el mundo: si algo no funciona bien, hay que mirar hacia donde reside el poder y por ahí vendrá la solución. Eso es reconocer la vieja teoría del poder total, una práctica que se desarrolla seguramente en abundancia dentro de las estructuras del fútbol y que más de una vez ha sido puesta en cuestión pero a la que se acogen con excesiva frecuencia y pujanza demasiada gente. Cuando en alguna institución alguien decide absolutamente de manera que, salvo un acto de casi sedición, nadie puede corregir sus providencias, asume las responsabilidades derivadas de este acto. Lo recuerda el poeta latino Ovidio con aquello de estarás triste si te encuentras solo, pero esa es la cara B del poder, el ángulo chirriante del decidir, aquello de la penitencia que arrastra cada decisión personal que se toma. De todas formas siempre es necesario un punto de escepticismo y de duda porque tampoco los protocolos son perfectos. ¿Cómo aclarar o arreglar el desencanto deportivo que prodiga con demasía y exceso el Real Jaén? Ya asegura Juan de Mairena en una de sus reflexiones que lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta utilidad. Claro que a continuación él mismo se explica diciendo que por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino. Y en esas anda el Real Jaén.

6 de Noviembre de 2006         Melilla, 2; Real Jaén, 1


219. Explotó la revolución

         Las estadísticas son una forma de contar la historia en números. Una manera breve, ajustada y, especialmente, precisa de memorizar lo que ha venido ocurriendo a través del tiempo. Aunque hay gente que las utiliza como un modo de pronóstico y vaticinio, y un sistema de adivinación para averiguar por donde irán la cosas venideras, la verdad es que vienen a ser como un presentimiento de escaso alcance  y eficacia. Precisamente en el partido de fútbol de ayer en La Victoria se oponían dos estadísticas de signo opuesto y hasta contradictorio: salvo que el partido acabara en empate, era imposible que ambas pervivieran. Como así ocurrió, la pérdida de una, su interrupción, acarreaba el triunfo de la otra: el Córdoba no había ganado ningún partido fuera de casa en la presente competición y el Real Jaén llevaba once años sin ganarle al equipo de la ciudad vecina. La cuerda se rompió a favor de nuestro equipo y eso significa que hay que empezar a rectificar las cuentas. De todas formas el partido de ayer encerraba más gatos que los de un número y una escala accidental. Ante el Córdoba el Real Jaén ponía en juego algo mucho más valioso que una cifra de entretenimiento y conversación de casino. Casi sacaba a la plaza del mercado todo su ser y estar, el peso de sus muchos problemas y resquemores. Por eso hay partidos de fútbol que son un mundo por lo mucho que acontece en su desarrollo, mientras duran. A diferencia de otros que no pasan de mera anécdota que se olvida al cabo de un rato o, en todo caso, al día siguiente, algunos llevan en sí una carga emocional tan intensa que casi acaban agotando al personal. Ocurre como en la vida: al tiempo que hay acontecimientos menores, de escaso alcance y significación, otras situaciones tienen una amplia repercusión y una resonancia impetuosa. El partido de ayer fue una de esas, cuyo peso y poder tardará en repetirse porque los espacios épicos no están a la vuelta de la esquina. Lo que hace falta ahora es que, después del envite y de haber ganado la apuesta, y particularmente de la forma en que se consiguió, no ocurra aquello que asegura Víctor Hugo de las revoluciones, que tienen sus días de llamas y sus años de humo. Porque de esa forma de nuevo pueden aparecer los fantasmas del miedo y la tradición de las angustias. Sería higiénico para la mente de todos pensar que se ha roto un maleficio y ha empezado la verdadera revolución.

13 de Noviembre de 2006                    Real Jaén, 3; Córdoba, 1
  

220. El milagro del fútbol

         Está suficientemente claro. Además es opinión común y se comprueba con bastante facilidad. Es algo parecido a lo que ocurre con la lotería, con el primer premio: tocó el gordo y hasta del ambulatorio se marchó todo el mundo. Pero ¿no había una larga lista de enfermos? Es igual, la quimera del sorteo y del juego es más saludable, terapéutico y curativo que cualquier medicina, convencional o de filigrana. Nada remedia los males y padecimientos de manera tan rápida y eficaz como que a uno le toque la lotería. A semejanza de lo que ocurría con aquel fakir oriental de los cuentos de boca y oído que poseía una pócima mágica capaz de cumplir hasta dos deseos que proponían aquellos mortales seleccionados por el dios. Pues algo así le ocurre al fútbol, dada la consistencia social que arrastra, y el privilegiado lugar que ocupa en el interés de los ciudadanos. Un club puede tener muchos problemas, estar al borde la quiebra, haber perdido el entusiasta acogimiento y amparo de sus patrocinadores, el fervor y admiración del público, da igual. El equipo puede hallarse casi caído en el precipicio, con un pie en el vacío, pero no importa. Basta que el equipo haga un par de partidos estupendos y consiga unos pocos goles para que todo quede resuelto como de manera portentosa e increíble. Incluso cambia y se enaltece el ánimo de los aficionados que desde ese momento y esa experiencia vemos las cosas de otra manera, como más de color rosa y verde, que son colores que significan contento y esperanza. Es como un prodigio, sucedió en el partido ante el Córdoba y hubiese sido el no va más si ayer en Sevilla de nuevo hubiese ganado el equipo, aunque de todas formas el resultado sirve para mantener el tono, que ya es bastante. Desde hace un par de semanas pocas cosas se cuestionan ya del equipo y ni al entrenador, y la demanda pública es ahora que se confirmen los buenos pasos dados últimamente. Queda por supuesto el problema sumamente delicado y grave de los sueldos de los profesionales pero esa es otra historia mucho más seria. Lo demás es el milagro del fútbol, como el de los juegos de azar. De todas maneras no olvidemos el lamento de aquel personaje de los esperpentos de Valle-Inclán, el siempre extravagante y sorprendente Max Estrella, cuando se queja de que se quedó sin capa, sin dinero y sin lotería. O el malhumor del fakir que rompe toda la armonía.

20 de noviembre de 2006                     Sevilla B, 0; Real Jaén, 0


221. Ejército para la paz   

Todo el mundo conoce la sentencia o moraleja latina que asegura que “si quieres la paz, debes preparar la guerra”, un lema que ha tenido diversas y significadas interpretaciones y aplicaciones a lo largo de la historia. Desde el uso que se hizo como norma de conducta en la llamada guerra fría, por el equilibrio militar que indirectamente impedía una conflagración mundial de sistemas, hasta el consejo de utilidad práctica para nuestro uso en las pequeñas escaramuzas de cada día, es este proverbio una norma útil que conviene tener a mano y aplicar en muchas oportunidades y ocasiones. Organizar la batalla es sinónimo de evitar una guerra y eso es lo que acertadamente hicieron los directivos y los profesionales ante el partido que se jugó ayer entre el Linares y el Real Jaén. Una buena acción, que acaba resultando necesaria, dados los lenguajes de epopeya que hoy y se gastan, y que superan con mucho el ardor burlón e inteligente por mordaz que triunfaba en otras épocas. Prevenir es una virtud que debe practicarse con la prudencia con que se hizo esta vez. Dos cosas, no obstante, suficientemente significativas se oyeron o se vieron ayer y sería aconsejable que los directivos tomasen nota. Una, la utilización, al menos, de una bandera con el llamado escudo preconstitucional: y, aunque por supuesto cualquier ciudadano puede utilizar la simbología que considere, debe cuidarse con esmero exquisito y celo atento que no aparezcan símbolos con un contenido demasiado amargo y doloroso. El otro sonido desagradable fue el grave error de un profesional que se dejó llevar de su ímpetu de manera gravemente irresponsable, con el perjuicio derivado al equipo y al público. Por lo demás la parafernalia de estos partidos, que llaman de rivalidad especial, tiene mucho de artificial porque se rodean de ridículas bravuras y falsos heroísmos que acaban contagiando a más de uno aunque, al final, valen aquellos conocidos versos de Cervantes sobre el valentón que dijo: "Es cierto / cuanto dice voacé, señor soldado. / Y el que dijere lo contrario, miente." / Y luego, incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. Que, salvo el ruido de un lenguaje a veces excesivamente basto y tosco, fue lo que aconteció ayer. Como decía el filósofo griego, para resolver los conflictos, hay que buscar intereses comunes.

27 de Noviembre de 2006                Real Jaén, 1; Linares, 0