105.
Teoría de la buena fortuna
Por
lo general solemos creer que hay dos tipos o dos clases de buena fortuna (de la
mala preferible es casi ni nombrarla). Una es la que necesita de nuestro
esfuerzo y nuestro empuje como condición necesaria; en la otra, nosotros no
tenemos nada que hacer, se nos da gratuitamente y nos llega y nos alcanza por
decisión libre de los dioses: es más bien un regalo o un don, aunque claro,
como en el chiste, al menos hay que conseguir un décimo. La primera requiere la
confluencia de nuestra determinación y que las fuerzas del destino quieran ser
generosas con nosotros. A la segunda, le basta con dejarse querer para
conseguir sus beneficios. Es a ésta última a la que llaman algunos
equivocadamente la suerte de los campeones.
En verdad que la que ofrece más
garantías de buenos resultados es la que aúna empeño humano junto con el apoyo
de la ventura. La otra, la regalada, vale para un día, para una oportunidad, es
útil para el que compra un billete de lotería, incluso dentro del deporte para
el que juega la final de un campeonato; pero, cuando se trata de una carrera
larga y de fondo como es un sistema de liga, no basta con esperar a que ahí nos
las den todas. Ni el trabajo solo es suficiente si no nos sonríen los
inmortales y tampoco éstos, que son caprichosos, garantizan el éxito
continuado. Dicho de otra manera, la única forma de triunfar es conjugando el
trabajo y la buena suerte.
Toda esta teoría (que refleja la
opinión que la mayoría de la gente tiene sobre estas cosas de suerte, azar y
decisión) es una forma, quizá un tanto rocambolesca pero significativa, de
explicar el partido que ayer hizo y le salió al Real Jaén y cuyo desarrollo
recuerda de manera sonora y sorprendente la tercera jornada del año pasado en
Marbella. Aquel día a más de un aficionado se le quedó el regusto de que esa vez
estábamos tocados por la varita de la buena fortuna y había por delante un
futuro rentable, que el equipo empezaba a contar entre los grandes. Luego las
cosas se torcieron y las alegrías por venir se fueron diluyendo poco a poco.
Habrá que hacer múltiples y variados rituales para que ahora podamos seguir en
la misma senda de ayer, que es la única viable. Y la que llenará el graderío.
6
de Septiembre de 2004. CD
Alcalá, 2; Real Jaén, 4.
106.
Memorias del viejo aficionado
Al día siguiente de la derrota con el
Linares, cuando un viejo aficionado vio al Real Jaén en el último puesto de la
clasificación, recordó con una sonrisa pícara una de las disposiciones que,
para arreglar el mundo, proponía la conocida revista de humor La Codorniz en una
sección llamada Papelín General y que trataba de ser una parodia de los
boletines oficiales: puesto que está demostrado, decía la publicación, que en
casi todas las partes del mundo el Norte está más desarrollado que el Sur, con
objeto de resolver esta desagradable e injusta situación, se ordena que en lo
sucesivo los mapas se editen al revés. Ahí estaba el arreglo del problema
planteado. De persistir la situación, trataríamos de conseguir que las
clasificaciones se editaran al revés. Pero no hizo falta. El partido de Alcalá
de Guadaira resolvió el incidente no sólo por el resultado sino sobre todo por
las circunstancias en que se desarrolló: como ocurre con la suerte de los
campeones, hasta lo irrelevante se convirtió en beneficioso y ya no ha habido que
acordarse más de extrañas aventuras humorístico-milagreras.
Ayer, después del empate con un equipo
fuerte en de la categoría, al menos por su historia reciente, se consolidó la
situación, empezamos a mirar hacia arriba y a olvidarnos del primer disgusto,
en el convencimiento de que, por muy mal que puedan ir las cosas, ya no
es previsible en ningún caso volver al último de la fila. Y el viejo aficionado
se ha acordado de otra historia, en este caso del ciclismo. La de la
circunstancia que sufrió Pedro Delgado al año siguiente de haber ganado el Tour
de Francia: en el calentamiento previo para la etapa prólogo, que era
contrarreloj y en la que lógicamente debía salir el último, se perdió por las
calles adyacentes y a punto estuvo de llegar al puesto de salida con el control
cerrado y, aunque hizo un tiempo muy bueno en el recorrido, la pérdida de los
casi tres minutos de que disponía le llevó a iniciar la ronda de farolillo
rojo. Al final, en la clasificación definitiva en París, no pudo repetir el
éxito del año anterior pero quedó tercero, lo que no estuvo nada mal y es un
puesto que nosotros, en nuestros asuntos y negocios futboleros, firmaríamos
ahora mismo encantados.
13
de Septiembre de 2004 Real
Jaén, 0; Sevilla B, 0.
107.
Luego vienen las prisas
Por molesto que parezca, parece que,
cuando las cosas se ponen mal, se tienen muchas más cosas que decir que en los
casos en que todo ha ido en buen tono y con un cierto regusto agradable. Está
demostrado que si uno inicia una historia contando algo así como todos
murieron, o fue un auténtico desastre lo que allí ocurrió, cautiva con más
facilidad la atención del oyente que si narra que estábamos todos bastante
contentos y tranquilos. Pues algo así es como hay que empezar si hablamos del partido
con el Extremadura. La facilidad de que hay muchas cosas que analizar de lo de
Almendralejo es una triste tarea que no puede soslayarse. Mucho más agradable
hubiera sido dejar la página casi en blanco, asegurar que todo fue muy bien y
adentrarse en cantos laudatorios y en alabanzas para todos. Pero en ningún caso
ocurrió de esa manera. No ya por la derrota del Real Jaén, que es
suficientemente desagradable por sí mismo y hasta puede ser una anécdota, sino
por cómo se desarrollaron las cosas a través del partido.
El desenvolvimiento del encuentro de
ayer, cuarto de la competición oficial, a los que habría que sumar al menos
algunos de la pretemporada, empieza ya a generar alguna preocupación seria y
sólida más allá de las excusas clásicas de este momento del campeonato: la mala
suerte, la falta de rodaje y la perspectiva de un horizonte de posibilidades
casi infinitas hasta mayo. Lo que allí se vio (y también y mucho más lo que no
apareció) confirmó que está más consolidado de lo que parece lo que podríamos
llamar, de manera intencionalmente abstracta, un despiste estructural que habrá
que corregir para beneficio de todos pero que ya hubo quien lo apreció en el
partido de pretemporada en Torredonjimeno, es decir, hace demasiado tiempo. Y
la colaboración con el equipo, la lealtad del aficionado que tiene la
oportunidad de escribirlo en un periódico, le obliga a decirlo ya, aunque quizá
parezca demasiado pronto. Pero, como decían los antiguos manuales de educación,
al árbol habrá que dirigirlo bien desde el principio. Que todos sabemos que las
prisas del final suelen ser bastante desagradables y producto de errores ya
definitivos.
20
de Septiembre de 2004. Extremadura,
3. Real Jaén, 0
108.
La piedra filosofal
A
la vista de cómo van sucediendo las cosas y los acontecimientos del Real Jaén,
tendremos ya inevitablemente que abandonar cualquier otra ocupación que nos
distraiga de lo que parece importante, y empezar a dedicarnos a hacer
filosofía. Visto lo visto, que ni al colista somos capaces no ya de vencerlo
sino de casi ni poner en un aprieto a su portero, tendremos que plantearnos el
verdadero problema metafísico que hay detrás de todo esto. Que, aunque a
primera vista parezca extraño, no es otro sino averiguar qué es lo que mueve la
historia, cuál es el motor del mundo, lo que hace que las cosas avancen o
retrocedan, lo que en definitiva decide el triunfo o el fracaso de las empresas
humanas. Los griegos aseguraban que era el destino, frente al que poco se podía
hacer; los marxistas decían que lo que transforma la realidad es el dinero, el
poder económico; los optimistas sin solución, que los valores y la utopía; y la
gente normal hacer las cosas bien. Y es que mientras no aclaremos este
galimatías o descubramos la piedra filosofal, a ver qué hacemos con el club.
equipo.
Una forma de aclarar algo de esta
pregunta hubiera sido ayer un resultado, por ejemplo, de 5 a 0. Un tanteo de
alguna manera espectacular hubiera animado a la gente y ya tendríamos aclarado
cómo darle sentido al club y al equipo. También hubiera servido un juego de una
cierta calidad, propio de quien tiene como objetivo nada menos que estar entre
los elegidos. Pero nada de esto ocurrió, por no decir que todo lo contrario.
Así es que en estas condiciones, cómo salimos de dudas, de deudas y evitamos el
absurdo, que en principio es una situación sin salida. A lo que se ve nadie
quiere vender el club; los valores y la utopía de llenar el campo entusiasmados
por nuestras cosas, tampoco vale. ¿Qué nos queda entonces?. Cada día son más
difíciles los afanes de la directiva que, a fin de cuentas, apenas encuentran
un motivo de alegría. Incluso, al ritmo de lo que está pasando, ya podemos
estar contentos con no ir los últimos ni haber perdido ayer. Entonces o no hacemos nada y le echamos la
culpa al destino; o reconocemos que todos somos unos mantas, cada uno en lo
suyo.