SEPTIEMBRE 2006

Presentación del equipo para la temporada 2006-2007.
Foto: Diario Jaén


209. Estábamos todos

         El sábado, en Málaga, estábamos todos. Bueno, casi todos. Porque seguro que a muchos aficionados y seguidores del Real Jaén diversas circunstancias les habían impedido acercarse a las orillas del mar Mediterráneo. Pero éramos tantos los que acudimos al polideportivo de Benalmádena que era como si el equipo jugara en casa. Estaban el presidente Carlos Sánchez; y los Peláez. Y los “locos de Cartagena”. También Pedro González, que en su día fue utillero del equipo y ahora la vida le ha llevado a Málaga. Y el habitual Pablo Pérez Torres. Y hasta Raquel Valdés, una niña de 12 años, que no había manera de que dejara de aplaudir cada vez que corría la antigua consigna de que “el que sea de Jaén, que dé las palmas”. O sea, medio estadio de La Victoria, por lo menos: una situación placentera como es la de sentirse en familia. Luego en el partido, como siempre, hubo de todo, que hasta a los buenos momentos les conviene un poco de picante. Lo mejor vino después, al final, cuando todo eran abrazos, felicitaciones, albricias y parabienes. Y la singularidad del camino de regreso. Y es que, aunque hay algunas pistas muy sólidas sobre los motivos que lo produce, la verdad es que se desconocen las causas últimas de por qué, cuando se gana un partido a domicilio, disminuyen los kilómetros de vuelta y el trayecto se acorta de manera considerable: los responsables del tráfico aun no han aclarado este enigma que el sábado sintieron muchos jiennenses. Muchas veces se ha dicho que nuestro espíritu acorta o alarga el tiempo de acuerdo a sus intereses y deseos pero este fenómeno humano es igualmente aplicable al espacio. Espacio y tiempo que esta vez han acompañado a quienes tuvieron la suerte de estar en Benalmádena. Por lo demás, lo que se demostró en el partido supone un nuevo horizonte deportivo y social. No fue un una jornada más sino que ha explotado un símbolo que hace demasiado se marchó: ahora lo que hace falta es que los técnicos apuesten de manera decidida por dejarse de pamplinas y jugar a lo grande. Las circunstancias del sábado han venido, además, a resolver el desánimo de los aficionados. Y hasta el estrés postvacacional.

4 de Septiembre de 2006           Málaga B, 1; Real Jaén, 2


210. La tercera razón

La verdad es que, cuando las cosas le van bien al equipo de nuestros amores, ¡qué interminable se hace la semana a la espera impaciente de que se repita tal acontecimiento gozoso! Pero la misma desazón –o tal vez otra más afilada- nos reconcome y atormenta si, por el contrario, el asunto no ha resultado como esperábamos y deseábamos, tanto por el recuerdo amargo de lo que ya no tiene remedio como por la urgencia de que se corrija cuanto antes el desacierto anterior. ¿No es de esta manera acaso una semana un período excesivamente largo para resolver nuestros males y dolencias futboleras? ¿No podríamos buscar otras alternativas en un ejercicio higiénico, terapéutico y curativo? Por ejemplo, ¿por qué sólo se juega un partido de competición a la semana? ¿Serían útiles, pongamos por caso, tres partidos cada día? ¿Acaso uno diario? Las alternativas son desde luego múltiples. Tres partidos por día garantizarían, salvo accidente de escasas posibilidades estadísticas, muchos ratos de placer para los aficionados que así podrían saborear los laureles de su equipo o arrinconar sus desaciertos. Por supuesto que esas novedades requerirían otro tipo de clubes con plantillas muy numerosas pero eso, tal como funcionan, sería un asunto menor. Y es que el fútbol ha alcanzado un estatus tan asombroso y descomunal que paraliza –y produce- guerras, resuelve problemas diplomáticos y está modificando comportamientos básicos antropológicos. Su estado social en el mundo ya ha ocasionado que algún burlón, acordándose de la cita de Aristóteles que trae a colación el Arcipreste de Hita en el Libro del Buen Amor, en la que le adjudica al filósofo griego el pensamiento de que el mundo por trabaja dos cosas: la primera, por asegurarse el mantenimiento; y la otra, por conseguir ayuntamiento con una mujer (hoy lo sustituiríamos por pareja) agradable, haya propuesto una modificación de esa famosa cita. Pues ese socarrón irreverente y desconsiderado es partidario de corregir nada más y nada menos que al gran Aristóteles añadiendo una tercera finalidad básica para justificar la vida: que el equipo de uno gane en todas las ocasiones posibles. 

11 de Septiembre de 2006                Real Jaén, 1; Écija, 1


211. Incautos y tramposos

         Ayer, y probablemente con los desajustes de toda práctica deportiva que se inicia, los jugadores no echaron fuera del campo el balón al caer lesionado, real o aparentemente, alguno de ellos. En ese trance, por acuerdo de los 12 clubes andaluces de Segunda B, los futbolistas deben continuar el juego como si nada y dejar a criterio del árbitro cualquier decisión. Aun no se dispone de resultados estadísticos y es bastante probable que ello haya creado algún resquemor pero en principio parece una medida regeneradora y saludable. El asunto ya viene de atrás: lo que nació como un gesto deportivo para atender a un compañero, empezó a falsificarse cuando al equipo generoso se le retrasaba en exceso el balón del punto en el que había salido fuera del campo. A su vez se generalizó la artimaña de simular golpes o lesiones para evitar el peligro en la propia portería o como un arma para perder tiempo de acuerdo a los intereses del farsante. Los espectadores que acudieron al partido del Real Jaén contra el Écija la semana pasada habían podido apreciar que se sobrepasaron todos los límites razonables, un verdadero escándalo incomprensible en unos profesionales. Pero así son las cosas y así es la vida. Lo más significativo sin embargo que subyace a esa decisión es que entronca en una de las discusiones más importantes que se están planteando hoy sobre la evolución y la conservación de los seres humanos. Se trata de algo tan sencillo como esto: para que la especie pueda sobrevivir parece necesaria la ayuda recíproca, de unos a otros, lo de hoy por ti y mañana por mí. Ahora bien todos sabemos, y los sociobiólogos lo estudian científicamente, que el mundo está lleno de incautos (aquellos que socorren a todos sin preocuparse de lo que luego puedan recibir) y de tramposos (que aceptan el amparo pero luego ellos no corresponden cuando las cosas son al revés). La desconfianza viene porque si es verdad la ley de la evolución de que sólo sobreviven los más aptos y más fuertes, parece que los tramposos, que llevan las de ganar, acabarán eliminando a los incautos y quedándose solos en el mundo. Pero la ventaja de los buenos es que una sociedad compuesta exclusivamente de tramposos acabaría por razones obvias destruyéndose a si misma. A lo que ha contribuido, aunque sea modestamente, esta decisión de los clubes de 2ª B, que se opone a los tramposos, aunque nadie quita el sufrimiento de los buenos.

18 de Septiembre de 2006                       Villanueva de Córdoba, 1; Real Jaén, 1

  
212. A primera vista

Todos sabemos lo importante y esencial que es plantearse objetivos y anhelos en cada una de las facetas de nuestra vida. Saber a dónde queremos ir es no sólo una condición indispensable para llegar a algún sitio sino el requisito imprescindible para elegir el camino y los instrumentos necesarios para recorrerlo. El problema puede venir, entre otros motivos, porque, para atrapar esa aspiración propuesta, no dispongamos de los medios adecuados. Entonces aparecen las frustraciones y los desencantos. Es como lo que pasa con la utopía. Soñar que todo funcione perfectamente es sin duda un aliciente y un estimulante eficaz para mejorar las cosas. Nos espolea y nos pone en la buena dirección. Sin embargo no podemos olvidar que la palabra utopía significa etimológicamente en ningún sitio, es decir, que ese concepto ya encierra un cierto aviso de lo casi imposible que es lograr grandiosos empeños. ¡Cuánta gente y cuántas veces se sufren decepciones dolorosas cuando uno se da cuenta de que lo ambicionado es sólo una quimera o un espejismo y que hubiera sido preferible más prudencia y más realismo! ¿Valen estas consideraciones para el Real Jaén, para los objetivos propuestos por toda la comunidad deportiva de alcanzar el ascenso de categoría? Instrumentos parece haberlos pero ¿están compensados todos los equilibrios que la integran? Ayer se jugó la quinta jornada de la actual liga. ¿Sobrado tiempo para conocer lo que es posible? A primeros de temporada el entrenador pensaba que en un mes se completaría un test para averiguar las posibilidades de este conjunto en la presente competición. ¿Suficiente? Algunos sicólogos sociales insisten en lo que siempre se ha llamado amor a primera vista, es decir, que el agrado o desagrado que produce una persona en su primer encuentro ya es determinante casi definitivo de si prosperará o no una amistad. Después de estos cinco partidos, ¿lo vemos claro? La ventaja es que en esta carrera por etapas aun faltan muchas y se pueden manejar mejor las virtudes que posee el equipo. Un antiguo filósofo, Herodes de Atenas, fue muy notorio y reputado porque de él se decía que había sabido utilizar sus riquezas mejor que hombre alguno.

25 de Septiembre de 2006              Portuense, 3; Real Jaén, 0