322.- UN PARTIDO DE FÚTBOL

Cada partido es un acto incompleto, una estación más de un viaje largo

¡Hay que ver la cantidad de tormentos y amarguras que las personas nos llevamos en la vida sin necesidad!, habría que decirle a más de un aficionado del Real Jaén que la pasada semana acudía a La Victoria confiando en un apoteósico triunfo. ¡En cuántas ocasiones nos disgustamos y sufrimos un sofocón infundado y por supuesto evitable! Parece a veces que tengamos ganas de pasarlo mal y de sufrir como si esta sensación fuese necesaria o nos atrajera el morbo de la desgracia, cuando tenemos a mano la medicina a ese mal rato con una simple reflexión o un pensamiento positivo sencillo.  Y es que mientras se nos va la vida en cada partido con la angustia de un resultado que parece el fin del mundo, no acabamos de darnos cuenta de que en un sistema de liga un partido es un acto incompleto, una estación más de un viaje largo y que por tanto lo que ocurra en el mismo no pasa de ser un ladrillo en un edificio que tarda en construirse nueves meses, como un embarazo, de septiembre a junio. Pongamos el ejemplo del partido de ayer: el punto conseguido, que no es nada del otro mundo pero que en realidad más vale pájaro en mano que ciento volando, permitió un sabor agridulce, entre un amargor de boca y un olor a colonia, y a más de uno le dejó helado el ambiente porque confiaba en una ganancia casi natural, pero su verdadero valor está en que permite acumular patrimonio y aumentar los beneficios para la cuenta de resultados final, aunque sólo sea un poquito. El intríngulis de la cuestión está en que ese punto, que nos ha dejado “sí pero no” sólo tiene sentido en relación a la clasificación final. Es un ingrediente más en una suma que se cierra al final de la temporada cuando en verdad o se ha triunfado o no, y eso es lo que hay. El punto conseguido ayer ¿de que valdría si el equipo empezara a fallar a partir de ahora? Salvo alguna excepción muy singular y extraordinaria, un partido no merece un disgusto ni andar con la cara larga y de pena por ahí.  Como señala el dicho, en mi pueblo los corredores al final. Cuando un futbolista advierte después de un partido que aun faltan puntos por jugarse y nada es definitivo hasta que lo sea matemáticamente, está diciendo una verdad metafísica, plenamente profunda... aunque claro, que también vale aquella letra del cantar flamenco: “A un sabio le pregunté: / “una noche, ¿cuánto vale?” / Y el sabio me respondió: / “Siendo a gusto, ¿quién lo sabe?”. ¿A que sí? Pues eso.

AGREDE AL ENTRENADOR DE SU PROPIO EQUIPO
Ocurrió en el partido que jugó el Eibar (por cierto esta vez sin la presencia de Sutil) en el campo de la Real Sociedad. Un aficionado muy enojado con el árbitro le lanzó una botella que fue a parar a la cabeza del entrenador de su equipo, produciéndole una herida y leve desmayo. Aquí vale lo de que quien a hierro mata, a hierro muere. Una ocasión para no repetir nunca. 

LA DEPRESIÓN ATACÓ AL PORTERO GIANLUIGI BUFFON
A pesar del glamour, el empaque y los beneficios económicos y sociales de los futbolistas, los oropeles no siempre modifican la situación interior de las personas. El portero italiano acaba de confesar en un libro que durante seis meses sufrió una terrible depresión: "de pronto me temblaban la piernas", apunta Bufón, "era como si mi cabeza no fuera mía, sino de otro”

17 de noviembre de 2008
Lucena, 0; Real Jaén, 0